Cuando el Dépor no ganaba títulos ni conquistaba plazas europeas y se le había olvidado lo que era estar en Primera, al menos se jactaba de que todos los grandes cracks mundiales acababan pisando Riazor para disputar el Teresa Herrera, que durante muchos años fue considerado un Mundial oficioso de clubes. Todos, menos uno: Maradona.

La dirección del torneo vio la ocasión perfecta para completar su álbum de cromos tras haber traído al Santos de Pelé, al Bayern de Beckenbauer, al Botafogo de Garrincha, al Ajax de Cruyff o al Inter de Luis Suárez, entre otros. Era 1982, acababa de jugarse el Mundial de España con Riazor como una de las sedes y la presencia del argentino redondeaba un cartel que también lucía al International, al Dinamo y al Bayern. Todo estaba preparado y Diego se borró o al Barça tampoco le interesaba en exceso traerlo porque quería presentarlo en casa, con su gente. La excusa oficial fue una “amigdalitis” que le perseguía desde el stage. No vino, A Coruña se quedaba con las ganas y durante muchos años se temió no poder verlo en directo, ya que su marcha al Nápoles y la interminable condena del Dépor en Segunda parecían alejarlo cada año un poco más.

La maldición de Maradona con el Teresa Herrera y A Coruña se enriqueció a inicios de este milenio cuando salió a la luz su biografía Yo soy El Diego. Ahí el propio Pelusa reconocía que, meses más tarde de aquella espantada, en un momento de enfado con un directivo del Barça por no darle el pasaporte para viajar al homenaje a Breitner cogió un trofeo Teresa Herrera, de los varios que ha ganado el club culé, y lo reventó contra el suelo: “Estábamos en la sala de trofeos, en el Camp Nou, y entonces le dije ‘si no me dan el pasaporte, esos trofeos que están acá, que son divinos, que son de cristal, los voy a tirar uno por uno’. Casaus me rogaba: ‘No, Dieguito’. Agarré un Teresa Herrera, hermoso, y lo interrogué por última vez ’¿No me da el pasaporte?’ ‘No, el presidente dice que no’, me decía. Levanté lo más que pude el trofeo y lo tiré.... ¡Puuummbbb! Hizo un ruido.”.

En 1991 todo empezó a cambiar. El Dépor ascendió, se asentó en Primera y un año después Maradona desembarcaba en Sevilla junto a Bilardo. El pack de los Mundiales de 1986 y 1990 llegaba al completo y harían escala en Riazor.

Ese día ganó el Dépor (2-0), Diego mandó un balón al palo que hizo recordar lo bueno que seguía siendo, pero para la historia quedó el famoso ¡Pisalo, pisalo! de Bilardo en el banquillo. Una bota del argentino impactó en la cara de Albístegui y el masajista hispalense salió a atender al 10, pero por el camino vio al deportivista maltrecho y su deber le empujó a ayudarlo. Bilardo montó en cólera en un vídeo que se hizo viral en El Día Después y que, día tras día, recorre la red.

Desde ese momento Maradona no volvió a A Coruña, pero en la distancia y, por su unión a Scaloni y Turu Flores, fueron a cuentagotas apareciendo imágenes suyas con camisetas del Dépor que le regalaron estos dos deportivistas. De manera efímera, vistió la blanquiazul, un sueño de muchos que fue imposible, aunque queda el consuelo de haberlo visto de manera fugaz en el estadio de Riazor, un templo que también pisó El Diego.