Quen pasou a Marola pasou a mar toda. Por mar, por tierra, hasta en patines. Durante más de un siglo cualquier peripecia y cualquier método ha sido válido para disfrutar, para vivir el ardor futbolístico de los Dépor-Racing, que este fin de semana regresan casi cuarenta años después en liga al estadio de Riazor. Cercanía, pasión, afrentas; también malentendidas. El derbi de las rías, el gran duelo provincial y social de Galicia hasta los años 70. Nada movía a más gente.

Miles de aficionados, ya fuesen blanquiazules o verdes, se las ingeniaban de las maneras más insospechadas para cruzar o rodear un mar que nunca estuvo tan cerca como en aquellas citas, ahora revividas, aunque sin público en las gradas por el COVID. Una barca, un remolcador, un coche de posguerra con la gasolina contada, un tren eterno... “Aquella rivalidad era tanta o más que contra el Celta”, recuerda José Luis Martínez, Manín, deportivista entre 1955 y 1964. Tal y como ocurrió hace cuatro décadas (1980-81), el descenso coruñés a Segunda B sirve para recuperarla y para volver a encender una llama donde nunca dejó de haber rescoldos.

“A mucha gente joven le puede sonar hoy a chino, pero un Dépor-Racing hasta hace 50 años movilizaba más, tenía más entidad y transcendencia que un Dépor-Celta. Miles de personas iban a un campo y a otro. Aquellos aficionados eran muy sacrificados”, cuenta Jorge Manuel Deza, historiador del equipo ferrolano, reafirmando la idea de Manín y de muchos históricos blanquiazules. Desde los años 70, con algún escarceo en la Copa del Rey y partidos sueltos en liga como salvedad, se han ido diluyendo por la perdida de fuelle verde en las categorías profesionales y, posteriormente, por la era dorada coruñesa. Pero ese poso “social y cultural, ese componente eterno que aún tienen”, según relata Deza, no ha desaparecido: “Ahora son más históricos y culturales que auténticos, reales”. Es el momento de recuperarlos, aunque sea en la categoría errónea.

El deportivista Pedrito y el racinguista Miranda se saludan. | // LOC

Primeros años

Ya había derbi antes de que fuese Racing. No fue hasta 1919 que el Deportivo pudo empezar a enfrentarse a uno de sus grandes rivales. A Ferrol le costó que cuajase un proyecto de equipo puntero en su ciudad, a pesar de la ingente actividad balompédica que había habido siempre por la influencia del puerto y la cantidad de barcos británicos que atracaban en sus aguas. Así acabó naciendo el Racing y se multiplicó el atractivo de los clásicos con Ferrol que llevaban produciéndose desde antes de 1910. Por la ría, sorteando olas traicioneras, se veían circulando ya equipos y aficionados para disfrutar de la nueva gran pasión de aquellos tiempos. Un nuevo motivo de orgullo, una nueva forma de medir ciudades. No hubo, hasta 1913, conexión ferroviaria entre A Coruña y la ciudad departamental. Esa nueva vía hizo de complemento y favoreció los traslados, pero no se perdió la costumbre de aventurarse a la mar, de las excursiones hasta A Coruña y Ferrol para asistir a estos encuentros hasta bien entrado en el siglo XX.

Los cada vez más frecuentes incidentes violentos en los Dépor-Coruña, el equipo pionero de la ciudad, los convirtieron hasta cierto punto en inviables antes de la reunificación blanquiazul en 1918 y empujaron a recurrir a los equipos de Ferrol para topar rivales de nivel.

Del robo de Vázquez al ‘tren de la alegría’ o el ascenso de Fabeiro

El Dépor fue el invitado a la inauguración del campo de Caranzay poco a poco empezó a encontrarse con el Racing en amistosos, pronto lo haría también en oficiales. Con el ruido de la fuga de Joaquín Vázquez a A Coruña en 1920, el voltaje de los duelos iba subiendo por los piques y la cercanía. En 1922, después de varios roces en un partido previo en Ferrol, la tensión se desbordó en un encuentro del viejo de Riazor disputado el domingo 16 de julio. Hubo agresiones y hasta una carga policial para contener al público que había saltado al césped. La intensidad y la vergüenza que produjeron aquellos incidentes varía según la hemeroteca consultada. Ferrol y A Coruña, de nuevo con versiones enfrentadas.

“Había roces, piedras , cánticos, de todo... Aquello de Villapodre y cascarilleiros”, confirma Deza. Cada referencia periodística de entonces hablaba de que se repetían de manera casi cíclica estos encontronazos, aunque tampoco podían eclipsar el otro derbi. El que se jugaba en las calles con los piques sanos, con aficiones por la ciudad durante todo el día y sin ningún tipo de problema. Pocas veces se veía Rubine con tal ajetreo y hormigueo como en las jornadas en las que se disputaba un Dépor-Racing.

Gol del racinguista Garrido en un Racing-Dépor de los 70. | // LOC

Hubo más roces por los escarceos coruñeses de cada verano con el ferrolano Manuel Rivera, que vivieron un momento cumbre en 1923. Poco a poco el Dépor logró inquietar y robarle títulos al Celta. De hecho, fue campeón de Galicia en 1927. El Racing también ganaba terreno y se convertía en el tercero en discordia, cada vez más cerca de los dos punteros. Dos años después Ferrol celebraba su primer título y lo ganaba ante el Dépor en un Inferniño que se quedaba pequeño. Llegaba gente de toda Galicia, alguna se quedaba fuera. Desbordado.

La rivalidad y las cuentas pendientes no decrecieron. En el fondo, lo que subyacía, más allá de los malos entendidos, era que el Dépor y el Racing se sentaban entonces en la misma mesa. No ocurría como hoy en día, cuando los coruñeses parecen estar en la categoría equivocada y los ferrolanos buscan revivir glorias pasadas. Lo resumió años más tarde Arsenio, entonces un recién nacido en Arteixo, en una escueta y lapidaria frase, como son siempre las suyas. “Hubo un tiempo en el que el Racing era un igual”.

Una agresión al deportivista Pepe Torres avivó la llama en los años previos a la llegada de la Guerra Civil, justo en torno a una época en la que el Racing vivió uno de sus momentos de esplendor.

“Tienen poso social y cultural, son eternos”, cuenta el historiador del Racing, Jorge Manuel Deza

Duelo en la cumbre

El campeonato de Liga funcionaba desde 1929, pero ningún gallego había alcanzado Primera. Tras la guerra, se reanudó el fútbol nacional y el Dépor y el Racing fueron recolocados en Segunda, pero con el condicionante de que los verdes acababan de ser subcampeones de Copa en 1939. Uno y otro equipo aspiraban a Primera, antes debían ganárselo en el campo y todo se dilucidó en el famoso Dépor-Racing del Tren de Alegría. Se disputó el 11 de febrero de 1940 en un parque de Riazor que registró la mejor entrada de su historia.

Los barcos no paraban de atracar en el Puerto con aficionados venidos desde diferentes puntos de Ferrolterra y de la comarca. Uno y otro, uno y otro. Se fletó, además, un convoy con 600 personas que viajó con el equipo verde y para la ocasión. Tanta fue la expectación que, más allá del lleno en las Esclavas, muchos aficionados se quedaron fuera y acabaron reventando uno de los portales del estadio por la zona de San Roque de Afora. Ganó el Dépor, que jugó y perdió la promoción. Los dos seguían en Segunda, espadas en todo lo alto.

Para un ascenso hubo seguidores que fueron en patines a Ferrol

Sube en O Inferniño

El Dépor finalmente llegó a la élite, aunque no se libraba en los años 40 de algún descenso con un año de penitencia y ahí le esperaba siempre el Racing. Uno de los grandes duelos de aquellos tiempos se vivió en O Inferniño en 1946, donde el Dépor certificó su ascenso. Nadie se lo quería perder. Unos 3.000 aficionados marcharon a Ferrol. Como siempre, en barca, en tren, muchos en coches escoltando al equipo y haciendo paradas previas en Pontedeume. Los más osados se aventuraban incluso a hacer el trayecto en patines, como relataba en la prensa de la época Jorge Doncel, pionero del hockey en la ciudad y gran atleta. La pasión no entiende de métodos ni de límites. Aquel día marcó Fabeiro, ganó 0-1 el Dépor, A Coruña festejó su regreso.

Último once que jugó con el Dépor en liga en Ferrol, en 1981. | // APD

Más esporádicos

Al desierto de los últimos cuarenta años no se llegó de un día para otro, fue gradual. Seguían los gorros verdes o blanquiazules en las gradas rivales de Riazor o del Manuel Rivera. En esos duelos golearon Amancio y Veloso, también hubo asaltos verdes con el “negroFranklin saliendo a hombros. A Coruña y, sobre todo, Ferrol veían como sus estadios rebosaban en esos partidos. La Copa los revivió en los 80 y en 2002 con incidentes previos en los amistosos de cada verano. La llama está lista para reavivarse.