Cuando lo ficharon, no pudieron inscribirlo. Cuando era su momento, ya no se lo podían permitir. Y cuando nadie contaba con él, apareció un día por Abegondo. Que el primer partido de Diego Rolan como titular en el Dépor haya sido casi 1.200 días después de su fichaje y, paradójicamente por sorpresa y en Segunda B, no deja de ser un guiño a su trayectoria como blanquiazul. Se le añora y nunca viene. Llega, no se ha ido y ya se le echa de menos. Siempre a destiempo, siempre de prestado, siempre prohibitivo. Ni él se siente mucho del Dépor, pero al menos ya no es Wiltord. El uruguayo saltó a un Riazor vacío y a los cinco minutos se había estrenado. Llevaba ocho meses sin pisar el césped para algo serio, pero casi en su primera maniobra corrió levemente la cortina para mostrar algo de su talento. Voilà. Fernando Vázquez le puso la camiseta ante el Racing de Ferrol y mandó un doble mensaje. Lo necesita, necesita más en ataque. O él u otro, pero así no podía seguir. De momento, disfrutará de una cara joya en un pseudo renting. Él tenía que alinearlo, el club deseaba ponerlo en el escaparate. Cualquier día Rolan volverá a coger el petate y a marcharse. Por sorpresa, en el momento menos esperado y más inoportuno. Es el destino. Mientras tanto, a disfrutarlo, a aprovecharlo y a levantar algo en torno a él que sea capaz de sobrevivirle.

El uruguayo es como un juguete con el que conviene no encariñarse, que te pueden arrebatar de las manos en cualquier momento

Porque, como en toda relación difícil, se piensa más en él en clave de futuro que de presente. Un lamento, no un disfrute. Casi no lo ha paladeado el deportivista medio y ya visualiza su marcha. Como un juguete con el que conviene no encariñarse, al que nunca pensó en acceder y que le pueden arrebatar de las manos en cualquier momento. Un matrimonio en el que siempre le quedarán a deber. Será otro de mil dramas en los últimos tiempos para la afición, que, en parte porque sus dirigentes no han parado de decepcionarle en los últimos años, se ha regodeado más en el dolor de la pérdida, en lo que pudo haber sido y no fue que en prepararse mentalmente para el futuro y buscar soluciones. Nostalgia, no futuro. Hay que avanzar. El Dépor pisa el mes de diciembre y llegarán a la plaza de Pontevedra las primeras ofertas que pueden hacer dudar al club. Pesará lo que cobra, un presupuesto desorbitado para Segunda B, el rendimiento de sus compañeros, la situación del equipo, quién le pueda relevar y, claro, sus goles. La medida de casi todo para un delantero. Va a tener trabajo una balanza que debe calibrar lo emocional, lo económico y la imperiosa necesidad de volver ya al fútbol profesional. Los tantos que haya marcado serán inversamente proporcionales a la facilidad que dará la grada para desprenderse de él. Podría ser traumático, nadie lo descarta.

Cuando lleguen las ofertas por el charrúa pesará lo emocional, lo económico y la imperiosa necesidad de volver ya a Segunda

Si Rolan es esa joya prestada, Uche es ese tesoro disfrutado contra natura. Hasta da vergüenza esa superioridad, jugar con otra baraja. Con el paréntesis de Guijuelo, el nigeriano volvió a levitar sobre el campo ante el Racing. Es un gigante entre niños, el futbolista que sostiene y da sentido a todo ese entramado defensivo que ha asemejado al Dépor a una roca y que le ha permitido encajar un gol en seis partidos. Aporta tranquilidad con la pelota, la recupera, adelanta líneas, acomoda a sus compañeros. Es como si jugase con un aura en el doble pivote y lo impregnase todo a su alrededor desde esa posición central. Los técnicos tienen la labor de construir equipos más allá de los nombres, a veces resulta casi imposible. Fernando Vázquez trabaja sobremanera a sus grupos en defensa, no tanto en ataque, aunque en este caso es innegable que este equipo está construido en torno al nigeriano, juega a partir de lo que él proporciona e irradia. El uchesistema.

Carlos Abad lleva más de cinco partidos sin encajar un gol. ¿Hasta dónde llegarán él y el Dépor?

Un portero 500

Uno de los muchos beneficiados, quizás el que más, de las cualidades que han relanzado a este Dépor desequilibrado, pero competitivo es Carlos Abad. Le llegan poco, resuelve con una solvencia poco recordada en Riazor. Desde ese despeje que le facilitó el primer gol al Salamanca UDS se ha revelado como un seguro. Sale y sale sin miedo, sus puños van con fuerza y por delante. La portería del Dépor ha sido en los últimos años un gran desastre y, en los momentos de relativo sosiego, ha tenido, sobre todo, porteros que paraban mucho, no tanto guardametas que transmitiesen fiabilidad y tranquilidad. Abad, de momento, lo consigue. Uno de los futbolistas de este equipo que parece jugar en la categoría equivocada. Va camino de los 500 minutos sin recoger un balón de su portería. ¿Dónde detendrá el cronómetro?