Atento al juego y a sus pensamientos, mientras se colocaba las gafas, se pudo ver a principios de los años 20 a Alfonso Rodríguez Castelao en el recién inaugurado campo del Progreso de Pontevedra. El fútbol ante él, también la inspiración. Ese equipo que le llevó a acercarse a un terreno de juego fue el Eiriña, uno de los conjuntos germen del actual Pontevedra, el rival este fin de semana del Deportivo. Era un grupo relativamente joven, que contó entre sus directivos y hombres fuertes en los despachos con galeguistas como Antón Losada Diéguez o Xerardo Álvarez Limeses.

Pero, en aquellas tardes, a Castelao los que le llamaban la atención, y quienes le sirvieron de inspiración para unas caricaturas que publicaron entre 1929 y 1930 en el semanario deportivo pontevedrés Aire, estaban sobre el verde, eran futbolistas y respondían a los nombres de Telésforo, Pacheco, Aris, Guevara y Fernando Fariña. Este último, encasquetado en su inseparable boina, fue una de las estrellas balompédicas de los años 20 y principios de los 30 en Galicia, uno de los primeros profesionales con sueldo reconocido en España cuando, en 1926, dejó el equipo que le había dado fama por el Deportivo, el que le otorgó la gloria, un oficio, los títulos gallegos y hasta una convocatoria sin debut con la selección española. Su figura trasciende el rectángulo y una década de aplausos a orillas de Riazor. Fue también maestro de escuela, represaliado, alcalde y técnico récord.

“En los años 40 dejó de dar clases, lo castigaron por un tema político”

Josefina Fariña - Nieta de Fernando Fariña

“Era amable y cariñoso, una persona muy agradable, pero los domingos siempre había estar en silencio para ver el fútbol y escuchar la radio”. Su nieta Josefina recuerda desde Ferrolterra aquella pasión por el balón que le siguió acompañando en el salón de su casa en sus últimos años. Lejos quedaba aquel recorrido atlántico que le había llevado a nacer en Vigo, a criarse y dar las primeras patadas a un balón en Pontevedra, a hacer carrera en A Coruña, a impartir docencia y llevar el bastón municipal en Porto do Son y a batir récords de permanencia en un banquillo en Ferrol. Más de 70 años, intensos y muy polifacéticos.

El poco pelo y los uniformes

Hombre de “poco pelo”, como él mismo decía, recurrió a la boina en sus años en el Eiriña. Partido a partido se fue habituando y ya no podía jugar sin ella. Las compraba pequeñas, las llevaba tirantes, casi a presión, y remataba de cabeza si era menester. No hay mención en las hemerotecas de reproches periodísticos o de accidentes en forma de caída durante su carrera. Esa indumentaria llamó la atención de Castelao, que también reparó en sus piernas arqueadas, los dos grandes trazos de su ilustración sobre él.

"Cobraba 400 pesetas al mes y me abonaron la cuota militar, que ascendía a unas 1.250. Y me hicieron dos uniformes a medida. Uno para el verano y otro para el invierno. En aquella edad, siempre gustaba presumir"

Fernando Fariña, en los años 60

El atuendo y su distintiva figura con pucho, además de su finura, animosidad y talante, le hicieron muy popular. Conectaba con la grada, era mediático. Siempre capitán, empezaron a surgir los pretendientes y se lo llevó el Dépor. Muchos ya lo eran de manera encubierta, él fue uno de los primeros profesionales. “Cobraba 400 pesetas al mes y me abonaron la cuota militar, que ascendía a unas 1.250. Y me hicieron dos uniformes a medida. Uno para el verano y otro para el invierno. En aquella edad, siempre gustaba presumir”, contaba en la prensa gallega en los años 60 sobre el tesoro cosechado en 1926. Llegó e hizo al Dépor campeón gallego por primera vez en 1927. Se fue de gira, donde conoció a su pareja, y hasta 1934 fue una institución y le dio tiempo a recibir dos homenajes en 1931. No había llegado a la treintena y colgaba las botas, justo meses después de haberse hecho jugador-entrenador del equipo coruñés. Así explicaba su adiós. “Tenía 29 años y me encontraba bien, pero iba a formar un hogar y necesitaba estabilidad”, razonaba para después detallar cuál había sido su nuevo camino: “Me acordé de que desde los 18 años poseía la carrera de Magisterio y con voluntad y bajando los codos, hice oposiciones. Logré plaza y me destinaron a Porto do Son”.

“Los domingos siempre había que estar en silencio para ver el fútbol y escuchar la radio”

Josefina Fariña - Nieta de Fernando Fariña

Allí impartió magisterio, esta vez junto a una pizarra y entre libros. Llegó a ser alcalde durante la Guerra Civil en una localidad que hace unos años le dedicó una calle. De las aulas solo le sacó la represión. Lo tuvo que dejar “por temas políticos”, apunta su nieta, que ahonda en lo ocurrido. “Había un maestro castigado por la zona, hicieron una colecta para ayudarle y también los castigaron a ellos”, cuenta. En los años 40 se fue a Ferrol. Entrenó al Racing y casi lo sube y en 1946 llegó al Arsenal en el que acabó convirtiéndose en una versión pretérita de Arsene Wenger al estar más de 20 años en su banquillo. Solo le separaban de su cometido su trabajo remunerado en Bazán y una experiencia puntual al comando técnico en Riazor, en la 1952-53. Era el decano, un hecho por el que fue reconocido y premiado en varias ocasiones. Aún así, a él le guiaba la modestia y así lo hizo constar en uno de sus homenajes. “Les dije que la placa no sabía si la merecía yo por estar tantos años en un equipo o la afición por haber tenido la paciencia y la resignación de aguantarme”, sentenciaba.

Vuelta a las aulas

“En sus últimos años (en 1967) se reincorporó a la docencia y fue destinado a la unitaria de Cobas. No sé si aquellos niños aprenderían mucho porque jugaban bastante al fútbol”. Los recuerdos de la nieta de Fariña explican, en tono jocoso, cómo encajaba su abuelo esas dos pasiones entrelazadas que había ido alternando durante su vida. Un maestro, ya fuese en un aula o en un campo de fútbol. Se jubiló a mediados de los 70, pocos años antes de su muerte. Entonces, seguía llevando boina, aquella que llamó la atención de Castelao, aquella inmortalizada en la revista Aire, que conserva, entre otros, el Museo de Pontevedra, justo el gran santuario de la obra de los unos de los mayores creadores e intelectuales de Galicia.