El fútbol en los genes y hasta el césped de Riazor. El debut de Manu Mosquera en partido oficial con el Deportivo le ha servido para seguir la estela de su padre, deportivista entre 1989 y 1991, y para convertir a ambos en la quinta pareja de padre e hijo que llega al primer equipo blanquiazul en los 114 años de vida de la entidad. Los Álvarez, los Torres, los Agulló, los Vales y desde este pasado miércoles los Mosquera.

La historia del Dépor está llena de consanguinidades. De hermanos como el de Luis Suárez, de tíos como el de Amancio que buscaron abrirse camino o que dejaron su huella futbolística en A Coruña. En los primeros años del club era habitual que se sumasen a la aventura de probar en el foot-ball grupos de familiares, casi siempre hermanos o primos. Más adelante, se ha seguido manteniendo esa costumbre y los mayores exponentes son los González Pérez, Fran y José Ramón. Era y es más complicado que salte de una a otra generación, que las condiciones y las oportunidades se conjuguen para que un hijo siga el camino de su padre. Solo ha habido diez elegidos. Los Mosquera lograron ampliar la nómina en la Copa del Rey.

“Siempre he querido apartar de ellos mi nombre. Cero presión y cero decirles lo que deben hacer, solo les hablo de valores”. Manuel Mosquera padre, ahora de nuevo técnico del Extremadura, contaba a LA OPINIÓN hace un año, cuando su hijo era un meritorio del Fabril y no se había marchado cedido a Almendralejo con él, cómo había guiado la formación de sus vástagos. Las miradas, las presiones, el peso de la herencia familiar. Todo eso intentó alejar y ahora llega la que esperan que sea la primera de muchas recompensas.

Y eso que su descendiente apuntaba maneras, había proyección en sus piernas. No era la opinión de un padre, era de los responsables de Abegondo. “Ya cuando estaba en alevines los expertos de la cantera me dijeron que, por condiciones y estilo, podía llegar al Fabril”, contaba. Ahora ha dado el siguiente paso a la espera de afianzarse, mientras convive con ser el hijo de un exdeportivista.

Jaime Agulló Blasco. | // APD

Jaime Agulló Quintela. | // APD

Situaciones parecidas vivieron los Torres y los Álvarez que cerraron el círculo en la década de los 50 y 60. Hace un siglo asomó por el viejo Parque de Riazor un habilidoso jugador ofensivo llamado Pepe Torres. Coqueteó con ser internacional en la cita de Amberes 1920 al acudir a la preselección de Vigo. Posteriormente, tuvo un intermitente, pero valorado paso por el club de su ciudad. Había emigrado a Cuba y, años más tarde, volvió para jugar y ser de todo en el Dépor. Dejó el césped en 1934 y tres lustros después su hijo, Carlos, recientemente fallecido, ya llamaba a la puerta del primer equipo. Llegó incluso a jugar amistosos en una gira del Dépor de Scopelli por Portugal en 1950. Aquel niño no tuvo sitio con los mayores, no debutó en partido oficial y se acabó marchando para hacer carrera en Primera en el Celta, el Espanyol y el Málaga, a pesar de que, según reveló, “alguno dijo" de él que "no sabía ni atar las botas”. Todo por rencillas con su padre. A punto de retirarse, regresó a Riazor para ponerse la blanquiazul en la 64-65.

Alfredín y Botanita

Una década antes Carlos Álvarez Botana, Botanita, se estrenaba con el primer equipo pisando las mismas huellas de su padre Alfredo Álvarez, Alfredín, un asturiano que jugó en el Dépor en la temporada 28-29 y que siguió viviendo en la ciudad tras dejar el fútbol. Fue muy famosa, incluso tras su muerte, una casa de comidas que después regentó su viuda, hermana de Botana, en las inmediaciones de Riazor, que se convirtió en punto de encuentro y sobremesa del deportivismo durante décadas.

“Cuando salí me preguntaban por mi padre, pero no con mucha insistencia”. Jaime Agulló fue reclutado por Vaz una tarde de noviembre de 1981 para medirse al Burgos. El apellido Agulló volvía a Riazor 24 años después. Al hijo le venía por herencia familiar, el padre, ilicitano de nacimiento, había tenido otras motivaciones: “Vino a A Coruña a jugar un partido con el Hércules y en el hotel Finisterre conoció a mi madre. Luego ya fichó por el Dépor”.

Hasta el estreno de Manu Mosquera, los últimos habían sido los Vales. Pepe debutaba en 1970 con Arsenio Iglesias, el mismo que le daba la alternativa en 1993 a su hijo Marcos, que llegó a ser internacional. Ambos futbolistas y, posteriormente, ambos abogados. Y en el juvenil A blanquiazul ya pide paso el hijo de Carlos Padín, Hugo. La rueda continúa girando, y llegarán más, pero solo unos pocos son capaces de alcanzar la meta.

Pepe Vales. | // APD

Marcos Vales. | // APD

Manu salió a Riazor a “disfrutar”

Manu Mosquera cumplió con su debut un “sueño” y un “objetivo que tenía desde pequeño”. “Salí a disfrutar, a pasármelo bien, y estoy contento”, afirmó. “Las sensaciones en el campo fueron muy buenas. Desde el primer momento me arroparon y me hicieron sentir cómodo. Eso ayudó a que me salieran las cosas y pudiera disfrutar”, explicó el coruñés sobre su prometedor estreno. Su padre, Manu Mosquera, que regresó esta semana al banquillo del Extremadura, llegó hace tres décadas al primer equipo del Dépor así que para él es el mejor espejo posible. “Mi padre es mi ejemplo a seguir. Le hago caso en todo lo que me dice. Me dijo que disfrutara, que fuera yo mismo y me dejara llevar. En cierta manera sí me ayudó”, añadió el atacante.