Rubén de la Barrera, durante su etapa en la Cultural. | // SECUNDINO PÉREZ

El Deportivo destituyó ayer a Fernando Vázquez apenas un partido después de que sus dirigentes lo ratificaran en el cargo y de que se cumpliera un año desde su regreso. La derrota en Zamora precipitó el adiós del técnico, al que el presidente, Fernando Vidal, y el consejo de administración mostraron públicamente su apoyo tras el doloroso tropiezo contra el Celta B en Riazor. “Lo que hay que hacer es mantener la calma. No veo debate sobre el técnico. No he perdido la confianza en él, no la pierdo por un resultado”, aseguró el mandatario.

Esa supuesta confianza se agotó en realidad al segundo traspié, el cosechado el domingo en el Ruta de la Plata que deja al equipo a cinco puntos del liderato de Unionistas en el subgrupo y en una posición cada vez más comprometida para acceder a la siguiente fase de la competición. Rubén de la Barrera (A Coruña, 1985) se perfila como el recambio de Vázquez y se convertirá en el decimoquinto entrenador del club en los últimos diez años.

De la Barrera supone un giro radical con respecto a los postulados del hasta ayer técnico blanquiazul y se puede interpretar como una apuesta más cercana a la filosofía del director deportivo, Richard Barral, cada vez más expuesto por el irregular rendimiento de la plantilla en la primera vuelta de la temporada y ahora por el cese de Vázquez. El volantazo en el banquillo añade al mismo tiempo un nuevo capítulo a la errática política deportiva en la que se ha instalado el club en los últimos años, en la que los bandazos han sido comunes.

Ni siquiera el regreso del técnico que logró el ascenso en 2014 y fue fulminado unas semanas después por Fernando Vidal, entonces responsable de la parcela deportiva con Tino Fernández y ahora presidente, ha conseguido poner freno a esa tendencia destructiva en el banquillo. Si parecía que había alguien capaz de lograrlo era Vázquez, con un respaldo tan mayoritario entre la masa social deportivista que incluso se difuminó si su elección había venido motivada por razones deportivas o estrictamente populares.

El técnico de Castrofeito siempre reivindicó su labor al frente del equipo y de hecho es, junto con Jabo Irureta, el que menor porcentaje de derrotas (27%) tiene entre los entrenadores blanquiazules con más partidos dirigidos. Rozó la permanencia en Primera en 2013, consiguió el ascenso en 2014 y casi obra el milagro el año pasado, pero quedó marcado por un último tramo nefasto de temporada y por todo el caso Fuenlabrada. La atípica pretemporada de este verano y una planificación deportiva ahora en entredicho no le beneficiaron, pero Vázquez tampoco ha sabido ser una solución a los problemas del equipo.

Los recelos hacia el técnico, solo respaldado de manera unánime por la plantilla y una parte de la afición, aunque cada vez con más grietas entre la hinchada, se fueron incrementando a pesar de que los resultados le sostenían. El rendimiento y sobre todo el juego, muy pobre, estaban lejos de lo esperado y del desembolso efectuado por el club, a pesar de que el propio Vázquez identificó carencias en el apartado ofensivo en la confección de la plantilla.

El encargado de intentar subasanarlas será un Rubén de la Barrera más cercano a las ideas de Richard Barral y del que se ha valorado especialmente que es coruñés, deportivista y que no supone un esfuerzo económico excesivo para las ya de por sí maltrechas arcas deportivistas.