Salamanca00Deportivo

Con la nieve como gran salvedad y condicionante, empezó a gatear el Dépor de Rubén de la Barrera y lo hizo titubeante. Un punto que le mantiene en la pelea, pero que también lo mete en el fango de todo tipo de luchas, hasta las más desagradables e insospechadas. Con mucho trabajo por delante se viene de un Helmántico helado, un jugador más, el más desequilibrante, en una tarde entre el fútbol y los deportes de invierno. El miedo al fallo, los propios fantasmas del equipo y la falta de tiempo para arraigar un libreto nuevo y muy diferente jugaron en contra de un Dépor de más a menos, que no dejó de ofrecer más de lo mismo respecto a la era Vázquez. Eso sí, con mejores intenciones, con otros objetivos con balón. El Salamanca, colista y crecido, llegó a ponerle contra las cuerdas y le recordó que no le queda ni medio paseo en esta categoría. Restan ocho partidos, otras tantas finales, cinco de ellas en Riazor. Al límite.

Poca capacidad de elección le quedaba a Rubén de la Barrera en el once por las bajas. Seguir adelante con el 4-3-3 que ensayó toda la semana ya era una buena declaración de intenciones, pero fue más allá. Parecía la última oportunidad para Rui Costa y simplemente fue la segunda para Adri Castro. Jugaba el canterano, no el fichaje. Ni mira DNI ni la procedencia, alinea al que ve mejor. Nacho también se quedaba en el banquillo, al igual que una amplia nómina de fabrilistas. Seis ya estaban en el once. Abegondo, en parte por necesidad y en parte por elección, estaba más presente que nunca. 

Y el Dépor salió dominante. Más en intención que en ocasiones claras. La nieve del área blanquiazul anunciaba que el duelo se acabaría volcando hacia la minimización de errores, hacia el patinaje sobre hielo. De momento, se agarraba a la pelota y al fútbol más que a los esquís. Y en esos primeros minutos se le vio con un cometido, un fin. Pocas oportunidades creó. Solo una buena internada de Lara y su centro no encontró rematador en el corazón el área. Adri Castro se movía, buscaba espacios y superioridades. Poco o ningún resultado. Ya hacía bastante con mantener la vertical.

Un punto y mucho trabajo RCD

Pasado el cuarto de hora, el Salamanca se quitó el miedo y empezó a animarse y a olvidar su condición de colista. Su fórmula era bien diferente: fútbol directo y generar a partir de lo que le llegase a Uxío o en transiciones rápidas. Cada pelota al área del Dépor, la de la nieve, era un suplicio. Carlos Abad dudaba, rezaba para no resbalar. Esas incomodidades y el empuje de los locales acabaron por diluir al equipo coruñés. Pero, antes de convertirse en un azucarillo, tuvieron los blanquiazules la mejor oportunidad del primer acto. Balón largo con el que Adri Castro, Lara o Borges pudieron marcar. Faltó tino y sobró floritura del sevillano. La ventaja en el marcador le pasaba por delante de la puerta. No llegaría a tener otra igual.

Lo pasó mal el Dépor en ese último cuarto de hora, antes del descanso. En su mente eran ya mayores las molestias a la sensación de oportunidad. Había más que defender que conquistar. Hubo incluso un gol anulado a los locales que lo rondaron en varias ocasiones. Le pasó factura también a los coruñeses que su presión arriba se empezase a descoordinar y, de esta manera, los jugadores de Lolo Herrera les pasaban como aviones. Olía a desgracia. Llegaba el descanso, no había cambios en el marcador, casi lo mejor que le podía ocurrir al equipo coruñés. 

El Salamanca salió al segundo acto subido en la misma ola en la que había estado montado quince minutos antes. Apretar, apretar, tirar, recuperar y probar a Carlos Abad. Una falta desde la frontal que sacó el corazón de todo deportivista por la boca y varios lanzamientos lejanos fueron sus credenciales. El Dépor, entre sus miedos y dudas, quiso aferrarse a su nuevo credo. No le ayudaban ni el campo ni él mismo. Rubén de la Barrera no paraba, se dejaba la voz, hacía kilómetros sin casi moverse del sitio. Nada estaba a su gusto. Su rival favorecía también esa incomodidad. Estaba mejor colocado y había asimilado mejor lo que requería el duelo. No se lo ponía nada fácil dentro de su modestia. Parecía más cerca el 1-0 que el 0-1, aunque en realidad era un duelo sin áreas.

Las sustituciones y el cambio de dibujo recolocaron al Dépor, aunque todo dentro de un nivel muy tenue, el que permitía el partido y sus condicionantes. El equipo coruñés seguía con miedo y dando pasos cortos para no caerse, pero al menos buscaba sacarla desde atrás para generar superioridades en ataque y, por momentos, iba a arriba a probar suerte en la presión. Un paso. Creía, le faltaban herramientas propias y un terreno de juego en condiciones. En los últimos minutos se internó dos veces en el área y fue imposible inquietar al meta local, manejarse en una superficie en sombra y bajo cero. Salamanca le ofreció una tregua y tiempo a un proyecto, el del Dépor de Rubén de la Barrera, que necesita ponerse a 100 desde ya. Gran reto para el técnico, gran reto para el grupo.  

Un punto y mucho trabajo