El nuevo Deportivo de Rubén de la Barrera no consigue arrancar y va camino de que sus buenas intenciones queden sepultadas por unos resultados tan decepcionantes como los de la etapa anterior. Ayer se llevó un repaso del Compostela en Riazor que incrementa las dudas alrededor del proyecto y erosiona un poco más la reputación de una plantilla ya de por sí bajo sospecha. El tropiezo golpea al club en su conjunto, a la directiva y a los responsables de la parcela deportiva, pero también a un De la Barrera que debía traer aire fresco y puede terminar engullido por un ambiente viciado que amenaza con arruinar la temporada al completo.

Arrancó mejor el Compostela que un Deportivo que regresaba a Riazor con poco margen ya para el error. Los había agotado después de cuatro jornadas consecutivas sin ganar que comprometieron su posición en la tabla y se llevaron por delante a Fernando Vázquez a la segunda derrota seguida, pero de entrada no hubo rastro de equipo diferente en el segundo compromiso con Rubén de la Barrera al mando. Dominaron los visitantes, que a los cuatro minutos ya avisaron con una llegada de Miki por la banda izquierda que a punto estuvo de embocar Saro. Solo tres minutos después al Compostela le anularían un gol, pero ni por esas reaccionaron los blanquiazules.

Mandaba el equipo de Yago Iglesias y corría detrás de la pelota el de Rubén de la Barrera, que varió el plan utilizado en Salamanca una semana antes. Los tres centrocampistas los cambió por dos delanteros, pero lo más llamativo fue la entrada de Derik en el lateral derecho. Chirrió el central ahí, pero no más que el modo en el que se desplegó el Deportivo sobre el césped de Riazor. En realidad casi todo chirría en el equipo blanquiazul, como la posición de Álex en el inicio de las jugadas, la de Borges caído hacia una banda o la manera en la que Rolan, mermado y fuera de forma, retrasaba su posición hasta el centro del campo con escaso éxito.

En realidad todo era consecuencia de la falta de ideas que mostraba el equipo de Rubén de la Barrera, especialmente para iniciar las jugadas. Esperaba el Compostela y eso le valía para anular a un Deportivo que mostraba poco o casi nada de todo eso que se espera de su entrenador. Ni siquiera los visitantes, también con la reputación de basar su juego en la circulación de la pelota, lo necesitaron para desactivar a los blanquiazules. Lo hicieron solos, víctimas de la ausencia de recursos que todavía evidencian.

Especialmente duro fue el primer tiempo para Álex y Borges, que volvieron a naufragar de manera alarmante, con el agravante esta vez de que fue un exdeportivista quien les sacó los colores. Bicho, perla de la cantera hace unos años, gobernó el partido a su antojo, pero lo peor estaba por llegar para los blanquiazules.

El segundo tiempo se le atragantó al Deportivo a partir de una jugada que se convertiría en la clave del partido. Alrededor del minuto 50, Guille Torres no se entendió con su portero y dejó el balón en una posición inmejorable para Claudio Beauvue dentro del área. El delantero caribeño falló en su remate ante Guillén y lo que vendría después fue el descalabro completo del conjunto de Rubén de la Barrera.

Esos minutos trágicos sirven como metáfora de todo lo que rodea al Deportivo desde que inició su decadencia deportiva e institucional, porque ayer en Riazor no solo se vivió un bochorno sobre el césped, también lo hubo en la manera en la que el club distribuyó las escasas entradas disponibles. Del posible gol del Deportivo la situación viró hacia el primero del Compostela, que se aprovechó de un error arbitral. Juampa le rebañó el balón en falta a Mujaid y puso en centro que Miki cedió en el área para que Brais Abelenda fusilase a Carlos Abad.

Por si el Deportivo no estaba lo suficientemente desorientado, ese gol terminaría de confundirlo. Aún encima Mujaid se ganaría una primera amarilla por protestar que después sería determinante. La jugada marcaría el partido porque abortaría cualquier intento de remontada blanquiazul. Por juego no parecía que pudiera haber llegado por lo poco que mostró ayer el equipo de Rubén de la Barrera, pero todavía podía recurrir al acierto individual y a la paciencia. No tuvo nada de eso, más bien prisa y decisiones equivocadas, como la que desembocó en la expulsión de Mujaid. El central llegó tarde para cortar una llegada peligrosa y se ganó una segunda amarilla que terminó de desquiciar al Deportivo.

Nada tuvo sentido hasta entonces, pero a partir de ahí menos. Lo poco que fabricó el conjunto blanquiazul fue a partir de acciones aisladas, la mayoría individuales, que no llevaban a ningún sitio. Borja Galán insistió en encarar una y otra vez en inferioridad con nulo resultado. Tampoco es que llegaran soluciones desde el banquillo.

En ese escenario, el Compostela lo tuvo fácil para sentenciar y agrandar la herida del Deportivo, tanto como un saque en largo del portero Guillén que se comieron entre Salva Ruiz y Carlos Abad. Miki marcaría el segundo de los visitantes tras regatear al meta blanquiazul y confirmaría el repaso de los santiagueses en Riazor.

Lo peor para el Deportivo, que ve marcharse a Unionistas en la cabeza de la clasificación y se complica un poco más el acceso a la fase de ascenso, es comprobar que da pasos hacia atrás en lugar de evolucionar. Lo hacía con Fernando Vázquez y la llegada de Rubén de la Barrera no ha servido para cambiar esa dinámica.

El conjunto blanquiazul empeora colectivamente y también individualmente, porque tiene poco a lo que agarrarse en cuanto al rendimiento de sus futbolistas. Carlos Abad y Borja Granero, apuestas seguras al comienzo de la temporada, son ahora un mar de dudas; Salva Ruiz apenas se atreve a ganar la línea de fondo; Borges y Álex no congenian; y en ataque ya ni a Rolan se puede agarrar el equipo.

El margen se agota para un Deportivo en los huesos que el domingo recibirá al líder Unionistas en un partido trascendental que marcará el futuro más inmediato del club y posiblemente todo el curso.