Rubén de la Barrera no quiso hablar de “revoluciones” para referirse a los cambios que introdujo ayer contra el Guijuelo con respecto a la dolorosa derrota frente al Coruxo de hace una semana. Fueron hasta cinco, empezando por la portería. Lucho García se estrenó en liga por delante del cuestionado Carlos Abad, regresó Bóveda al lateral derecho, Héctor al izquierdo y entraron los hasta hace nada fabrilistas Rayco y Diego Villares para intentar dejar atrás el papel de meritorios que se les ha asignado por la manera en la que llegaron a la primera plantilla al límite del mercado de invierno.

Todos contribuyeron a que el equipo fuera distinto al que se vio en O Vao el domingo pasado, pero especialmente los dos jóvenes promocionados desde el filial. Estrenaron titularidad y, lejos de mostrar timidez, emergieron como protagonistas de un partido en el que al Deportivo le faltó de nuevo puntería para lograr un resultado más holgado que evitara los sofocos del tramo final y aumentara la autoestima del grupo.

El conjunto de Rubén de la Barrera fabricó oportunidades suficientes como para ahorrarse el sufrimiento de los últimos minutos, pero se mostró de nuevo espeso en el área, dubitativo para materializar las más claras.

Brillaron Rayco y Villares, pero también un Héctor Hernández muy participativo en el lateral izquierdo. Por momentos le dio al equipo la profundidad necesaria para compensar otra de las principales lagunas que todavía muestra.

Además de la falta de acierto en el ataque, al Deportivo de Rubén de la Barrera todavía le pesa en exceso lo impreciso que se muestra con la pelota. Eso perjudica directamente a la propuesta del técnico. Los fallos en entregas sencillas son una constante que por momentos convierten al conjunto blanquiazul en lento y previsible para generar ventajas con el balón.