Ver a Rayco rondar la portería, a Diego Villares ubicuo y rítmico supone una alegría, también una bofetada. Es la constatación de que no es todo tan complicado, de que hay procesos que son naturales y a los que no se les ha dado cabida, no se les ha dejado brotar en el Dépor del regreso a Segunda B. Más allá de los matices que requiere aplicarles el concepto canterano, son dos futbolistas emergentes, que ya estaban en casa y a los que no se les consideró hasta que prácticamente no quedó otra opción. Planificaciones realistas, de ojos abiertos y acordes a lo que le toca vivir a este club. Justo lo que no ocurrió en verano. Dos piezas que ahora disfruta Rubén De la Barrera y que tienen ante sí los mejores años de su carrera, que no llegan a Riazor para vivir su ocaso, ponerse en forma o recuperarse de una larga lesión. Florecen, no se marchitan. Bienvenidos Rayco y Diego Villares y bienvenido el Dépor a la nueva realidad, la que nunca se debió obviar.

Son la constatación de que hay procesos naturales, a los que no se les ha dado cabida en el club

Su edad también influye. Son futbolistas que han tenido una adaptación casi instantánea, respaldada por la confianza total del técnico. Están hechos, vienen limpios de cabeza, pocos dudan ahora mismo de su presencia en el once. Su formación parece haber acabado, algo que no ha ocurrido en los últimos tiempos con otros fabrilistas que sí podían alternar al ser menores de 23 años. Son capaces de imponer su cuerpo y su fútbol, trasladar lo que hacen en Tercera de forma a holgada a los campos de Segunda B. O Vao, Riazor, ahora A Malata. Villares fue, sin duda, el mejor de los tres pivotes que alineó De la Barrera ante el Guijuelo. Y eso que tenía a su lado a Uche y a Borges, que supuestamente se encuentran una o dos categorías por debajo de su nivel. El vilalbés mezcló, ocupó metros, se ofreció constantemente, hasta trazó un pase a Lara que casi supone el primer tanto de los blanquiazules. Está siendo uno de los asideros mentales, a los que se está agarrando este proyecto en la UCI junto a Héctor Hernández, Rai y Rayco.

Alinear a Rayco en punta es el mayor grito sordo de De la Barrera ante el solar que tiene en la delantera

Al canario siempre le ha gustado llegar, moverse, no solo estar. Sus goles en los últimos tiempos, dentro de la variedad de su juego, han subido al marcador partiendo desde la segunda línea, preferentemente la izquierda. Aun así, le tocó jugar como delantero en su estreno en Riazor, hacer honor al 9 que lleva a la espalda y que se acabó quedando por casualidad. Y lo hizo a su manera, mejor que nadie este ejercicio. Falló, falló mucho, más de lo permitible para un conjunto con las urgencias del Dépor. Pero que hay que enfocar, darle contexto, ir más allá. Incomodó a la defensa, creó más opciones que ningún otro delantero en toda la temporada, supo leer lo que le ofrecía su entorno y aprovecharlo. Su titularidad y la sensación de que va a ser suya durante un buen tiempo fueron el mejor grito sin levantar la voz de Rubén de la Barrera. No le convencen sus delanteros, una queja refrendada con decisiones. Una protesta por elección. El ataque ideado en verano es ahora mismo un solar. Ya entonces parecía un castillo en el aire, lleno de viejas glorias y de futbolistas por recuperar. Y no ha tardado nada en derrumbarse hasta ser arena. Ahora solo queda la cantera, lo que había por casa, a lo que se recurre cuando ya no queda nada, cuando la paga se ha terminado en un club sin convicciones ni proyecto.

El Dépor llega relativamente vivo, pero muy frágil, a un mes caníbal en el que peleará por tres categorías

Un mes y muchos demonios

El Dépor llega relativamente vivo, pero muy frágil, a un mes caníbal en el que peleará por todo con tres categorías en juego. Puede subir, quedarse o bajar. Demoledor. Y todo con una mejoría sin cuajo ante rivales que le exigirán futbolística y psicológicamente. Vendrán tempestades y ahora mismo no se le ven piernas fuertes para seguir en pie. Su mayor tesoro es el acicate mental que supone haber ganado por primera vez en dos meses, aunque fue ante el colista y menor Guijuelo, el equipo más justo que ha pasado por Riazor esta temporada. A ojos de lupa, el Dépor juega algo mejor, demasiado poco, pero al menos es un paso a la espera de que brote algo del talento oculto que le presupone a este grupo. Mientras, esperan A Malata, el derbi de las Rías, el Racing de Tino Fernández, Joselu y Cristóbal, que acaba de llegar, pero que ya fue capaz de que se notase su mano en el trepidante Compos-Racing, un partido con dos marchas más que el de Riazor del domingo. Y el Pontevedra de Luisito, el sputnik Celta B en Barreiro... Demasiado para un equipo que sufrió ante el colista, un contexto conocido por un club que siempre ha hecho historia cuando menos se le esperaba. Que nadie le subestime. A sobrevivir.