El tren del ascenso se le escapó ayer al Deportivo en Ferrol. Alcanzarlo depende de una metamorfosis completa y de un descalabro de los rivales. Ni siquiera el derrumbe de los adversarios le garantizaría al equipo de Rubén de la Barrera pelear por el regreso a Segunda División si se observa su partido contra el Racing. El conjunto blanquiazul no posee argumentos para pensar en un milagro y se le ha complicado tanto la clasificación que ahora mismo olisquea la posibilidad de verse luchando por evitar un descenso más. Nadie se salva del fracaso, ni mucho menos un técnico recién llegado que ha sumado cinco puntos de 18 posibles. Un gol anotado en seis partidos retrata a un equipo débil, que ayer se derrumbó en cuanto recibió un golpe después de una primera parte aseada y que firmó una segunda mitad horrible para añadir un capítulo más a su ruina reciente.

La alineación de Rubén de la Barrera, la misma que la semana pasada contra el Guijuelo, escondía un mensaje más allá de confiar en el bloque con el que logró su primera victoria en el banquillo deportivista. El técnico no esconde sus preferencias, que en este caso chocan con la apuesta trazada desde el club para afrontar un objetivo que a cada paso se ha ido complicando un poco más. Rayco ya está por delante de Claudio Beauvue, referencia frustrada en el ataque, a pesar de que aterrizó en la primera plantilla hace apenas un par de semanas y como recurso de circunstancias. Lo mismo ocurre con Villares, inamovible en el centro del campo porque le permite a De la Barrera ordenar al equipo a partir de su sistema preferido.

El Deportivo volvió a partir del 4-3-3, de nuevo con Rayco como falsa referencia arriba, para medirse a un Racing con urgencias parecidas. Dominar a partir del trío de centrocampistas parecía la intención de partida del equipo, pero enseguida se demostró que le volvería a costar un mundo hacerlo por la dificultad para contrarrestar la presión adelantada de los locales. El conjunto blanquiazul no encontró la manera de escalonar a uno de sus centrocampistas para facilitar el inicio de las jugadas y dar fluidez al fútbol basado en la pelota que promueve su entrenador. Es uno de los principales debes del equipo, quizá el mayor y el que más le penaliza para desarrollar su juego.

Incómodo en el tramo inicial del partido, el Deportivo fue incapaz de desplegarse con el balón, pero logró ser igual de eficaz con la presión adelantada para contrarrestar a su rival. El primer tiempo se convirtió así en un choque lleno de imprecisiones, más comunes por parte de los blanquiazules hasta que el partido se fue equilibrando. El Racing buscaba las transiciones, pero el que las empezó a encontrar fue el Deportivo, primero en una llegada de Héctor Hernández y después con un pase filtrado hacia Rai anulado por un fuera de juego dudoso.

La incorporación del lateral izquierdo al filo de la media hora desembocó en las dos oportunidades más claras para los deportivistas antes del descanso. El disparo en el área del defensa después de un centro de Villares desde el costado derecho lo desvió con apuros Diego Rivas en la cepa del palo. El saque de esquina posterior lo remató de cabeza Uche y lo terminó repeliendo hacia el larguero el portero del Racing de nuevo con muchos apuros.

Parecía entonces más entero el Deportivo, penalizado otra vez por la ausencia de recursos para armar el juego de medio campo hacia adelante y la poca presencia que tiene en el área contraria. Apenas se asoma con peligro, una constante a lo largo de la temporada que incluso se ha agravado en los últimos partidos, paradójicamente desde la llegada de un entrenador más ambicioso en la parcela ofensiva.

Antes para rescatar los partidos se agarraba a fogonazos individuales que ahora han desaparecido. El contexto y los recursos colectivos no han compensado su ausencia porque el Deportivo no ofrece apenas nada como grupo y apenas tiene mordiente.

Quedó demostrado en el añadido de la primera parte, cuando entre Lara y Bóveda condujeron con habilidad un contragolpe prometedor. Rai esperaba en el área el centro del lateral, interceptado por un defensa. El balón, sin embargo, salió rebotado para sorpresa del brasileño, sin instinto para aprovechar un regalo así. Jeferson le robaría la cartera y ahí se esfumaría la oportunidad de marcharse en ventaja al descanso. Lo que vendría después sería el descalabro completo.

A los tres minutos se adelantaría el Racing gracias a un desajuste defensivo. Pep Caballé se encontró un rechace en el área con la opción de disparar a placer. El caramelo no lo desaprovechó y conectó un disparo cruzado al que no llegó Lucho García. Solo Rayco hizo el amago de estorbar al jugador del Racing cuando dedujo que allí había un agujero.

Al Deportivo se le presentó entonces el peor escenario posible, por debajo en el marcador y sin argumentos. Lo que vino fue una ruina colectiva que estuvo a punto de maquillar Beauvue con un remate de cabeza que repelió Rivas cuando el partido agonizaba.

El equipo había perpetrado hasta entonces un sinsentido que retrató a todos, pero especialmente un Rubén de la Barrera sin cintura en el banquillo y que solo acertó a retirar del campo a un Borges deprimente, metáfora del fracaso de un proyecto que el costarricense abanderó.