Vicente, en los años 80 en su etapa como jugador del Dépor. | // APD

En tiempos de pandemia, de caída sin suelo, de pretemporadas en casa y de estadios vacíos, Vilalba ha logrado colmar en cierta medida la añoranza que tenía del Dépor con la irrupción en el primer equipo de Diego Villares, paisano de la parroquia de Samarugo con un censo de 133 habitantes. Tierra de la peña más antigua en activo, sede histórica de los stage veraniegos ve por fin como hace cima el segundo chairego en 114 años de historia deportivista. El primero fue Vicente Celeiro.

“Yo también debuté en Segunda B”, tercia el exdeportivista, eternamente mentado por su gol al Racing, en 1988, mientras rescata olvidado en su mente el recuerdo de su estreno ante la Arandina en la 80-81 casi por obligación al tener que alinear una cuota de Sub 20. Su sustitución llegó en el minuto 23. El asalto de Villares también se ha producido por necesidad y en una secuencia un tanto inesperada y dramática con varias categorías en riesgo. “Me alegra que se haga un sitio, que pueda pelear por él. Es el momento de que los entrenadores apuesten por la cantera, porque los del primer equipo tampoco están respondiendo. A veces las oportunidades llegan así”, sentencia y respalda.

Entre 1981 y 2021, entre un estreno y otro, ha pasado de todo en el Dépor, pero hay un cordón umbilical que une ambos momentos: la familia Roca, impulsores y conservadores de la peña deportivista de Vilalba, la más antigua en funcionamiento, que roza los 70 años de vida.

“Villares ya destacaba en infantiles, jugaba con mi hijo. Se movía como extremo, tenía velocidad, clase... Casi siempre al primer toque. Era pequeño, hasta débil, pero pegó un estirón y ahí lo tenemos”, relata Paco Roca, hoy presidente e hijo del fundador de la agrupación deportivista. Ya le tenía echado el ojo, le acompañó en el proceso e incluso estuvo cerca en su llegada a A Coruña. “El primer día que fue a entrenarse con el Fabril me acerqué a Abegondo y le dije a Manuel Pablo. ‘Trátamelo bien, que es muy bueno, este va a llegar al primer equipo’. El Deportivo está como está, pero nos alegra que esté ahí”, cuenta.

Su asalto al primer equipo no se produjo de manera convencional, tampoco el camino. No fue ni mucho menos importante desde el primer día que pisó Abegondo, a pesar de haber llegado tras brillar con el Racing Villalbés en una fase de ascenso a Segunda B. Años después, regresó a casa unos meses cedidos. “Le vinieron muy bien. Pudo dirigir, coger responsabilidades. Tiene mucha visión de juego”, refuerza Roca. Ahora, cuando pocos le esperaban por su edad y muchos le reclamaban por su superioridad en Tercera, se coló en la plantilla y ya ha jugado tres partidos, dos de ellos como titular. De la Barrera confía en él.

Hace treinta años fue todo muy diferente. “Yo jugaba en el colegio, no estaba en ningún equipo”, cuenta Vicente. “El Dépor vino a verme a un campeonato sectorial gallego que disputé con mi instituto en Samil. Les gusté y también influyó que la familia Roca le insistía mucho al club que había un chaval allí que era muy bueno”, relata. Del patio a una pensión de A Coruña y a los juveniles blanquiazules: “Me fui con 15 años. Fue un cambio tremendo”, cuenta. Empezó a entrenarse con el primer equipo, tuvo ese debut aislado en la 80-81 y poco a poco comenzó a ser referencia con los mayores.

Cuando el Dépor inauguró la tradición perdida de hacer la pretemporada en Vilalba, allá en 1986 con Eusebio Ríos al mando, ya se había convertido Vicente en un peso pesado del vestuario. Aquella decisión fue una consecuencia lógica. Por las condiciones que ofrecía esta localidad para el trabajo y por prolongar aún más esa pasión de la peña, que había nacido antes de 1952 cuando unos apasionados por el Dépor iban andando hasta Baamonde para subir al tren que les llevaba a A Coruña para asistir a los duelos de Riazor. “Eran una revolución para el pueblo (los días de pretemporada), por las tardes siempre nos iban a ver al campo antiguo”, asegura quien aún recuerda el hotel Villamartín a medio hacer en su primera experiencia. Una pasión, la de Vilalba y la de su peña, mantenida en el tiempo.