El Dépor entró en 2000 en un nuevo milenio y no solo por el histórico cambio de dígito. Ese año, en el mes de julio, un joven con sus estudios de INEF bajo el brazo, cercano a las nuevas tecnologías, con cierta trayectoria en el fútbol modesto de la ciudad y que ya estaba en la estructura del club se sumó al grupo de Javier Irureta. Respondía al nombre de José Sambade, recientemente nombrado preparador de porteros de la selección. Lo que entonces parecía uno de tantos cambios acabó revolucionando el trabajo de los metas en Acea de Ama y Abegondo y, posteriormente, en todo el fútbol español al dirigir durante años el máster de la Federación. El coruñés subió peldaño a peldaño e hizo luego carrera en el extranjero hasta llegar en 2021 a Las Rozas, su cumbre.

“No había sido portero profesional, pero enseguida se ganó el respeto de todo el equipo”, cuenta Dani Mallo, uno de los porteros que se encontró en aquel vestuario y al que acababa de llegar José Molina, laureado con el Atlético y que venía de jugar la Eurocopa con España, hoy en día director deportivo de la Federación, su principal valedor en este nuevo paso. Y no solo a él, a sus 27 años también guiaba a Songo’o, a Kouba, en algunos casos mayores que él. Su principal arma, el conocimiento y la innovación. “Todo lo que hacía tenía un por qué. Hay que recordar que en la época de Arsenio toda esa labor le tocaba a Ballesta. Había muy poca cultura y le introdujo una riqueza tremenda”, asegura el portero de Cambre, que echaba muchas horas con él en el campo en su condición de “tercer meta”.

Dani Mallo: “No había sido portero profesional, pero enseguida se ganó el respeto”

Sambade siempre iba un paso por delante. Esa manera de trabajar tan personalizada y completa...”. El ahora entrenador de porteros del Bilbao Athletic Dani Aranzubía llegó años más tarde a A Coruña, ya como internacional, en el medio de la tormenta Aouate-Munúa. Pero lo que le llamó la atención fue la labor que realizaba el coruñés, a pesar de que venía de un club que cuida al máximo los detalles. Se convirtieron en cotidianos los trabajos en diferentes superficies o con distintos artilugios, con los que sorprendía día a día, labor en la que involucraba a su hermano y hasta a su padre. También se hicieron habituales las bases de datos y los análisis de los entrenamientos y partidos e incluso el refuerzo muscular con ejercicios de gimnasio y el cuidado de la dieta. “Fue el primero en introducir multitud de ejercicios que muchos replicaron”, relata. “Él siempre quería crear situaciones que se asemejasen a lo que pudiese ocurrir en un partido. La preparación era perfecta”, sentencia.

El coruñés sigue las evoluciones de Molina en Acea de Ama. | // C. P.

Todo en ese microcosmos de la preparación de los porteros, que mañana sí y mañana también pasan la mayor parte de la sesión trabajando aislados, codo con codo con sus competidores. “Parece otro deporte dentro del mismo fútbol y es necesario crear buen ambiente, sintonía y él lo conseguía”, cuenta Aranzubía. Mallo refrenda sus palabras y va más allá revelando una de las costumbres de José Sambade en A Coruña, con la que logró hacer camarilla entre sus pupilos: “Una vez al año nos íbamos de cena. Era una tradición que luego intentamos mantener, aunque no era nada fácil. Íbamos Munúa, Molina..., luego se fueron incorporando los que llegaban. No era cuestión de que fuesen tus amigos, pero era algo distendido, que creaba buen ambiente”.

Del Picadero a Las Rozas

Gestión de grupos, innovación y pasión que le colocan a la altura de los grandes en España como Llopis y que le inculcaron desde pequeño pioneros en A Coruña como Parrocho Otero. Sambade era uno de aquellos niños que iba al campo del Picadero, donde está hoy la casa del Agua, y que aprendía un oficio que acabó encandilándole y llevándolo a otro nivel. De los sacos de arena y las paradas sin guantes a una preparación del siglo XXI que llevó a Dépor, Besiktas, Fulham o Mónaco y que ahora trasladará a la Selección. Pero siempre con el mismo amor y respeto por la profesión.

El técnico, en una visita a LA OPINIÓN en 2009. | // EDUARDO VICENTE

Su labor en los equipos la completó con una vena docente. Eran habituales los campus, las charlas y fue durante mucho tiempo el impulsor y director del máster de la Federación dedicado al entrenamiento de porteros, que acogió a metas que ahora realizan esa labor en el fútbol profesional y semiprofesional. Un puesto que antes no existía y que hoy es uno más en los cuerpos técnicos. “Eran seis meses en Las Rozas, no solo llegaba con haber sido portero profesional, había que formarse”, defiende Dani Mallo. La historia de un pionero que empezó de la nada y al que ahora le llega el reconocimiento más palpable de su carrera. “En el fútbol hay muy poca memoria”, sentencia el meta, quien equipara su figura a la de Carlos Lalín, ex del Dépor y readaptador físico del equipo de trabajo José Mourinho.