A Coruña es, de momento, la última escala en el largo viaje futbolístico del joven Raí Nascimento. Lo empezó desde muy crío como millones de niños brasileños, jugando en las favelas de Río de Janeiro, primero en Antares y luego en César Maia, aunque fue en Duque de Caxías desde donde dio el salto a Europa con solo 12 añitos de la mano del representante Borja Alcazo, su tutor legal en España. El agente viajó a Brasil para buscar nuevos talentos en la Copinha de São Paulo, pero acabó pescando en Río. Allí había un chaval muy rápido y habilidoso que podía ser interesante, según le aconsejó José Edmilson, exfutbolista del Barça y del Zaragoza. Y allí se fue Alcazo, que desde el primer momento vio “un jugador diferente” en el pequeño Raí pese a competir entonces junto a chavales cinco años mayores que él. “Le vi detalles muy buenos. Por ejemplo, sacar un córner con la derecha y el siguiente con la izquierda. Era muy rápido y salía por los dos lados. Y luego, era un líder. No le gusta perder ni al parchís”, explica el intermediario.

De inmediato contactó con Raí y su familia, que autorizó un primer viaje a España. Con 12 años estuvo tres semanas a prueba con el Barça y, tras un paréntesis de regreso en Brasil, volvió a cruzar el océano con 14 para afincarse en Zaragoza, en la casa de Alcazo. “Es como un padre para mí”, explica el ahora futbolista del Dépor, que recuerda bien su odisea de niño para ir a Duque de Caxías. “Íbamos mi hermano y yo a las cuatro o cinco de la mañana en bus para entrenar como a las diez o las once, porque estábamos un pelín lejos —relata Raí—. Entrenaba y jugaba torneos con chicos cinco años mayores que yo, uno de ellos Leandro, mi hermano”.

“Vivíamos en César Maia y anteriormente en Antares, un barrio muy humilde y bastante peligroso”, relata el futbolista, muy agradecido por el apoyo permanente tanto de sus padres como luego de los Alcazo en España. “Es de una familia muy bien estructurada, humildes, trabajadores, honrados y muy religiosos”, explica el agente y tutor legal en España. “Para nosotros es uno más desde que llegó. Mi madre lo quiere como un nieto y mis hermanos, como un sobrino”, añade.

Pese a dar el salto a España muy pronto, Raí no lo tuvo nada fácil para cumplir su sueño de convertirse en futbolista profesional. La reglamentación de la FIFA sobre los menores extranjeros le impidió competir en categoría nacional hasta los 18 años, así que tuvo que foguearse en clubes modestos como el Casablanca, el Venecia o el Alfindén de Primera Regional: “Me ficha el Zaragoza pero por los papeles hasta los 18 estuve jugando en ligas regionales, hasta que llegó Luis Milla, me dio la oportunidad y me subió al primer equipo”.

Tras un paréntesis de año y medio cedido en Ibiza, el pasado verano regresó a La Romareda pero, ante la falta de oportunidades, en enero volvió a hacer las maletas rumbo a A Coruña. Desde su llegada es uno de los fijos en los planes de Rubén de la Barrera. Además de por su fútbol, Raí también llamó la atención de Alcazo por la cicatriz en su cara a raíz de un accidente doméstico que sufrió cuando tenía tres años. “Estaban los platos secando encima de una mesa, me subí y me caí encima de un vaso roto”, recuerda el atacante de 22 años. Un jugador singular, con cualidades para triunfar en Europa, las que ahora intenta mostrar en un Deportivo en horas bajas, pero al que quiere ayudar a remontar el vuelo.