Si alguien anhelaba un mes tranquilo, que se apriete el cinturón. No mereció el Dépor caer ante un Langreo que dimitió en la segunda parte, pero esta es su realidad, la de bajar al barro, la de pelear hasta la extenuación por un puesto en la tercera categoría nacional. Triste escenario que debe asumir. La derrota muestra la entereza de un equipo que hizo acto de presencia desde el minuto cero, de un grupo que esta vez no estuvo en modo siesta. También esconde cierta impotencia en el remate, ante la falta de recursos propios en la creación cuando el Langreo le abrió la puerta para ganar, cuando se vio en los minutos finales ante una hipotética remontada. El colegiado, casero con finura. Miró para otro lado con las continuas faltas locales y con una mano en el área asturiana. Nada salió bien en una tarde para analizar a fondo, para detenerse en sus grises.

Las pinceladas de De la Barrera para la batalla se centraron en el músculo de Uche, el vigor de Héctor y la facilidad para crear a campo abierto y buscar la espalda de Rayco. Parece poco, es mucho para un técnico que desde que comenzó a liderar la racha ha tocado lo mínimo. Se afanó durante la semana, en público y en privado, en insistir en que los perjuicios del césped artificial estaban más en la cabeza de sus jugadores que en el propio tapete, en que si el grupo se veía fuera del duelo iba a ser el primer paso para que le pasasen por encima. Y esa primera escaramuza la ganó. No fue un Dépor de quedarse en el autobús, un Dépor sobrepasado, un Dépor que sobreviviese como gato panza a arriba a la espera de que no lo ejecutasen. Ni mucho menos. Podrán gustar más o menos, pero las señas de identidad están claras. Presión coordinada y asfixiante arriba y complicaciones las justas en la salida de balón. Si había que recurrir a Miku y a sus prolongaciones, era un camino tan digno como otro cualquiera.

Y así el equipo fue poniendo el pecho para aguantar las primeras embestidas de un intenso y desafiante Langreo, un relámpago. Pulgada a pulgada, el Dépor lo redujo en el primer cuarto de hora. Subía y subía la línea hasta hacerle la vida imposible, defendía en campo rival. No le dejaba respirar. En ese tramo, llegó la primera gran ocasión. Jugada por banda de Keko que desembocó en un centro al área al que llegó Villares. Entre que se presentó con el tiempo justo, que el césped artificial tiene botes con vida propia y que le faltó pericia, la mandó fuera del campo. El Dépor suspiraba. Por el error y por la duda de si iba a disponer de otra tan clara.

El Langreo, equipo con hechuras en el primer acto, fue ajustándose hasta empezar a echar atrás a su rival. Ya antes había avisado en una contra que Granero cortó en un despeje con pirueta. No le sobró, en ese tramo, profundidad al conjunto local. Empujaba y empujaba. El equipo coruñés llegó a pasarlo mal. A pesar de ello, la mejor oportunidad asturiana fue por un fallo de Álex que obligó a Lucho a parar y a la defensa a multiplicarse en despejes.

Diego Villares busca filtrar un balón ante el acoso de los defensores locales. | // IRMA COLLÍN

Pasada la media hora, el Dépor se rehizo. A medias. Presionaba bien, no lograba recuperar la pelota en posición ventajosa. Y cuando lo hacía, le faltaba claridad en las contras o el árbitro hacía la vista gorda con algunas faltas, sobre todo a Rayco, incomodísimo. El terreno de juego artificial es desagradable para estos jugadores y, desde el punto de vista práctico, pocos peros se le pueden poner al plan de De la Barrera. Aun así, al equipo le faltó tener algo más la pelota hasta el descanso. Para vivir mejor, para madurar el partido, para contener al Langreo. 0-0. Todo en el aire en un duelo de intensidad extrema.

La segunda parte amaneció igualada. Fue un espejismo. El Langreo pronto dimitió. El esfuerzo de los primeros 45 minutos le pasó factura y se convirtió en un equipo errático y largo, que dependía de la contada inspiración de Allyson y Ketu.

Se le abrió entonces el duelo, no fue capaz de meterle mano. Tenía la pelota, transitaba, a veces se encontraba a campo abierto. Pero en cuanto se acercaba al área, se le apagaba la luz. Errores, malos pases. Hasta parecía sorprenderle el escenario. A contrapelo. Merecía ganar, sin duda se hizo acreedor de los tres puntos por incomparecencia de su contrincante. Nadie lo duda. No es óbice para señalar lo justo que se le vio en los últimos metros y más con las miras y el desembolso de este proyecto.

Rayco pugna por un balón con un jugador del equipo asturiano. | // IRMA COLLÍN

Aun así, la afición tuvo la oportunidad de lamentar una gran ocasión de Miku. Balón trastabillado, genialidad improvisada de Bóveda y el venezolano hizo un aprovechamiento máximo de sus condiciones actuales en carrera para mandar la pelota fuera en el instante final. Por milímetros. Otro indulto. Solo las bajas prestaciones de los asturianos reducían el temor a esa máxima que dice que “el que perdona, paga”. Craso error.

Entre unos y otros acabaron por resucitar al Langreo. Un balón al área, una peinada y una mala defensa de Granero le regalaron un gol con el que no contaba. 1-0. La acción vuelve a afear al central.

Los últimos minutos desnudaron al Dépor. Limitado. Salió la segunda unidad con integrantes que costaron buenos cuartos en verano y la diferencia que lograron hacer sobre el césped fue mínima. Otra más en la muesca de la dirección deportiva. Ni llegaron centros al área ni se gestó juego interior. Impotencia es lo peor que le puede pasar a un equipo que tendrá que bajar ahora al barro.