Llegaba el deportivismo al duelo ante el Numancia acompañado de esa nube negra que le persigue en los últimos tiempos, se presentaba en las puertas de Riazor de la mano de ese inevitable tembleque de piernas que produce recordar la lista de equipos que le han pasado por encima. Es humano, son muchos y cíclicos golpes. Pero el grupo ha vuelto a levantarse. Digno, fuerte, con piernas de hierro. Justo cuando la competición y las circunstancias le torcían el gesto, se pone otra vez en pie. No con una victoria desde las tripas, las casualidades o el desequilibrio individual. No. Alcanza la vertical, con sus imperfecciones y momentos, pero siendo fiel a su nuevo yo, creyendo en cada paso, en cada acción que repite, siendo una roca emocional ante la última derrota y las trampas del Numancia. Porque tiene fútbol, porque sabe a lo que juega. Ni bonito ni feo. Efectivo, un plan. Son cinco triunfos seguidos en casa, son 18 de los últimos 24 puntos. Pero es mucho más. Es no tirar los dados cada vez que pisa un terreno de juego, es competir, es partir cada domingo muy cerca de la victoria. Es pensar en el camino, no en la meta como única justificación. Ese es el verdadero triunfo de este nuevo Dépor. El resto es una consecuencia.

El Dépor compite, ya no echa los dados cada vez que pisa un terreno de juego. Los puntos son una consecuencia

Y cuando el equipo tiene piernas para hacer lo que pretende, cuando se afana en seguir una chuleta hecha al milímetro, cuando empieza a meter granito en su estructura mental, todo empieza a encajar. Reaparece esa estrategia olvidada en un baúl y las nuevas piezas se insertan en el engranaje con mucha más facilidad. Lara y Borges suman en un grupo con velocidad de crucero. No desentonan. El tico hasta marca un gol. Llega en el tiempo de descuento a la temporada. Bienvenido sea.

Nadie oculta tampoco que al Dépor se le abrió el cielo con el penalti y la roja y que el escenario de una igualada tampoco hubiese sido descabellado. Los accidentes como el de Langreo y los partidos que se resisten como el del domingo están la orden del día. El equipo sigue teniendo fallos con la pelota y con los centros laterales que le pueden acabar causando más de un disgusto. Y hay contextos de partido con los que sufre. Todo es cierto, todo forma parte de una misma realidad con múltiples aristas. Lo bueno y lo malo. Pero hace un par de meses que el Dépor siempre se coloca en la pole position de las victorias. Y eso, que parece poco, es una barbaridad. De cero a infinito si se atiende al punto de partida.

La mejoría del grupo lleva también a conocer sus límites. ¿Podría haber ascendido reaccionando antes?

Elevar el nivel, apurar al máximo los recursos propios lleva también a conocer los límites, a constatar que tampoco hay mucho más allá. Se ha convertido el Dépor en un conjunto meritorio, en un contrincante peligroso, de los que no deseas encontrarte cuando es capaz de transitar, golpear y presionar. Aun así, sigue lejos de la excelencia que exigía su presupuesto, su historia, sus urgencias. No se puede obviar tampoco que las condiciones de sus jugadores le ponen cuesta arriba los duelos con equipos atrincherados que cierren cualquier pasillo. Sin mediapunta, juego interior y delantero que se genere sus propias ocasiones, por momentos se le apaga la luz. Cualidades y defectos, como todos. Pero está lejos de levitar por la categoría, de ascender en febrero, de haber confeccionado el mejor equipo de la historia de Segunda B. ¿Tiene nivel este Dépor para ascender a Segunda si hubiese reaccionado antes? Andaría justo. Nunca se sabrá. Fútbol ficción.

El joven Miku

Son muchos los rostros de la resurrección del Dépor, que está brillando como un todo. Uno de los que en los últimos encuentros está levantando la mano es Miku. El venezolano muestra cada partido un abanico de maniobras y de gestos de espaldas y con balón que le sientan de maravilla al Dépor. Especialmente fino se le vio ante el Numancia, elevado por esa mejoría física que luce cada semana, ahora que está pudiendo regatear con tiento y esfuerzo las lesiones. Desahoga, reordena al equipo, le da continuidad. Son más que terapéuticas gran parte de sus acciones, que encima empieza a acompañar de goles. Algunos de penalti, tampoco es que se le caigan de los bolsillos. No dejan de ser valiosos.

Es una pena no haber disfrutado de un Miku dos años más joven y debidamente alimentado desde las bandas

Todos esos movimientos, alguno no exento de plasticidad, enseñan un poco del delantero esplendoroso que fue. Es probable que si el Dépor lo hubiese fichado hace dos años y estuviese debidamente alimentado desde las bandas, ahora mismo se estaría comiendo la categoría. Pero Miku es el que es, camino de los 36 años, con una carrera larga y con las llamadas de atención de su cuerpo. No haber disfrutado de una versión algo más joven de él es más una pena que un reproche. Bastante está ofreciendo últimamente a un equipo que desde hace tiempo gritaba a los cuatro vientos que necesitaba una referencia en ataque. Más sangrante es la falta de alternativas que se aprecian a su alrededor.