Marisol Arias (Neuchâtel, Suiza, 1990) acudió ayer por la mañana a la ciudad deportiva de Abegondo para decir “hasta luego” a la que ha sido su casa durante los casi últimos diez años. Psicóloga de las categorías inferiores del club desde el 2012, se incorporará en breve a la Academia Rafa Nadal para trabajar en el desarrollo de jóvenes talentos del tenis en Manacor. Testigo de la evolución de la cantera del Deportivo en la etapa más reciente, Arias confía en que el proyecto dará sus frutos y defiende la educación integral dentro de los clubes para formar mejores jugadores.

¿Qué pesa más estos días, la ilusión por un nuevo proyecto o la pena por la despedida?

Ahora siento todavía más pena que esa ilusión por un nuevo reto, quizá porque aún no he empezado con la rutina allí. Al final son muchos años y toda mi vida profesional la he desarrollado aquí hasta ahora. Hay chicos a los que conozco desde que eran benjamines y que siguen aquí; esa vinculación emocional está ahí porque los he visto crecer en todos los aspectos.

¿Cómo es seguir la evolución de los jugadores desde tan pequeños, sabiendo que unos llegarán a ser profesionales y otros no?

Pues están las dos vertientes, pero es súper satisfactorio en cualquier caso, lleguen a la meta que lleguen. Siempre les he intentado inculcar que no es solo llegar, aunque nuestro objetivo es el primer equipo, porque como cantera los educamos para eso. Lo que queremos evitar, tanto yo como el club, es esa sensación de fracaso si eso no llega. El objetivo es Primera o Segunda, pero la estadística nos dice que a eso llegan muy pocos, por lo que lo importante es no generar una sensación de fracaso ni tampoco una presión excesiva de que eso es lo que tienen que conseguir sí o sí. Cuando vienen equipos de Tercera aquí y hay chicos que han estado en el club, me hace una ilusión tremenda.

¿Cómo se les traslada que el porcentaje de éxito es tan pequeño, que muy pocos llegarán al fútbol profesional?

Nosotros lo hacemos desde el primer día. El mensaje es: “Llegan muy pocos, ojalá alguno de los que estáis en este vestuario lo consigáis”. Lo importante, especialmente en los más pequeños, es disfrutar de la experiencia. Este año no ha sido posible por la pandemia, pero si no los más pequeños viajan a Alemania, a Francia, a Portugal... Es decir, poner el acento en disfrutar, aunque más arriba podemos insistir en algo más. Las frustraciones, sin embargo, llegan igual porque a veces hay muchas expectativas del entorno. Pero nosotros intentamos ponerles el foco en el proceso y no en el resultado final.

¿Añade presión estar en el Deportivo para un niño? ¿Desaparece esa parte lúdica del juego que puede haber en otros equipos de categorías inferiores?

Al fin y al cabo el Deportivo es una selección de jugadores y hay un trabajo brutal de los entrenadores en la creación de grupo y en inculcar una competitividad sana, pero sí que puedes llegar a notar que hay un periodo de adaptación para ellos. Son chicos que vienen de ser los mejores en sus equipos y aquí eso se iguala. Aquí, aparte de venir a pasarlo bien, de primeras no vienen a jugar con sus amigos de toda la vida. Tienen que pasar ese primer año y a partir del segundo están mucho más cómodos. En el primero estás en tensión, quieres demostrar y estás acostumbrado a jugar con tus amigos.

¿A medida que se sube de categoría aumenta también la exigencia psicológica?

Exacto. Aumenta esa auto presión, el querer demostrar y jugar todos los minutos. A partir de infantiles empieza a notarse un poco y el embudo arranca en los cadetes. Ahí es cuando ya tienes problemas de tolerancia a la presión, de ansiedad antes de competir... No es lo más frecuente, pero se empieza a ver.

¿Está superada la barrera del psicólogo en un club? ¿Acuden a ustedes con normalidad?

Está superada, afortunadamente. Yo aquí me he sentido muy afortunada porque antes de que llegara ya había estado Milagros Ezquerro con Joaquín Caparrós y había llegado Macario Bravo, que estuvo hasta hace poco. Aquí la figura del psicólogo estaba súper instaurada. He tenido la suerte de llegar y que no fuera algo raro. A nadie le sorprende que esté en el campo o que de camino al vestuario hablen conmigo. Nadie dice: “Fulanito está hablando con Marisol. ¿Qué habrá hecho? ¿Le pasará algo?”. Es lo más normal del mundo e incluso cuando son más mayores ya te buscan ellos.

¿Qué les suelen trasladar?

Lo más frecuente son los nervios malos antes de competir y, sobre todo, la confianza cuando juegan un poco menos. Donde más he notado que he podido ayudar es cuando tenemos algún lesionado, porque generalmente siempre hay alguno de larga duración. Ahí hay que estar todos los días pendiente, porque ellos pierden su identidad. Se quedan sin fútbol y para ellos es súper importante.

¿Se nota desde pequeños ese tópico del jugador profesional que reúne las condiciones pero que falla a nivel emocional?

Se nota y se puede trabajar. Se ve en chicos que no gestionan bien una suplencia o que los sustituyen en un minuto en el que consideran que tienen que seguir. Eso no es solo en los profesionales, lo puedes empezar a ver en cadetes. Ahí se trabaja a nivel individual con muchas conversaciones, pero influye mucho la madurez. De todos modos, cuanto antes le demos las pautas para afrontar la situación, antes aprenderá a gestionarlo. En muchos casos hay chicos que no son suplentes nunca y la primera vez les escuece, no saben afrontarlo. Es también una de las partes más importantes a trabajar, la tolerancia a la frustración. La clave, y siempre se lo digo, es la cabeza en muchos casos. El que llega o el que no es el que es capaz de gestionar una suplencia o muchas otras cosas. Siempre les digo que me da rabia que trabajen lo difícil, que son el talento y las habilidades técnicas y tácticas, y que lo que depende de ellos y pueden mejorar no lo hagan.

¿Trabajar la cabeza y la inteligencia emocional hace mejores futbolistas?

Sin duda. A corto y largo plazo es fundamental, porque a lo largo de sus carreras se van a encontrar con muchísimas situaciones. Si nos ponemos en el mejor escenario y llegan al fútbol profesional y a Primera División, habrá temporadas en las que un entrenador te dará toda la confianza del mundo, pero al año siguiente puede no ocurrir. El foco lo tienen que poner en lo que depende de ellos, evitar compararse y no culpar a otros.

¿Ha visto casos que por condiciones podrían llegar y no lo hicieron por esa parte de la personalidad?

Siempre hay, pero luego nunca lo vas a saber, porque esto son muchos factores. Se dan muchas circunstancias, pero aquí siempre hemos intentado darles todos los recursos.

Se trabaja para asimilar la frustración o una suplencia, ¿ese trabajo también sirve para lo que ocurre en el campo?

Lo que aplicamos aquí, y es algo que hacemos con los entrenadores, es aproximar lo máximo posible el entrenamiento al juego. A nivel individual se les pueden dar estrategias sobre cómo comportarse cuando se comete un error. Para cada uno es diferente, pero la clave es trabajarlo a través del entrenamiento.

¿Cómo ha sido este último año para ellos por la pandemia?

Muy duro y de muchos altibajos. Por momentos fue triste, porque en Abegondo había mucho silencio. Cuando en febrero nos dijeron que solo se competiría a nivel estatal fue un bajón, pero ahora que ya están jugando todo parece normal. Fueron unos valientes, porque entrenar sin tener la competición cerca es difícil. Todo el mérito fue de los entrenadores.

El club camina hacia un proyecto de cantera, ¿cómo ve el futuro?

Se avecinan cosas buenas de cantera, estoy segura. Lo que pasa es que es un trabajo a largo plazo y se tardan en ver los frutos. Yo estoy súper orgullosa, porque también he formado parte de ello, de todos los profesionales que hay aquí, del trabajo que se hace y de la calidad de los jugadores. Lo que nos une es el amor al club y la apuesta es real. La estructura que hay es brutal.

¿El trabajo que hará en la Academia Rafael Nadal será parecido al que desarrollaba aquí en el Deportivo?

Es un perfil parecido. Yo aquí estaba muy centrada en los jugadores de la residencia, allí esa parte no la voy a tener porque ellos tienen sus monitores y exclusivamente estaré con el grupo de edad de 14 a 11 años, haciendo trabajo psicológico individual. Es parecido y a la vez diferente, porque es un deporte completamente distinto.