Hace exactamente 30 años que el Deportivo quemó el meigallo y clausuró a una de las etapas más oscuras de su historia. Aquel 9 de junio de 1991 el club regresó a Primera División tras un paréntesis prolongado. Algunas generaciones no sabían lo que era ver al equipo en la élite, en lo que se bautizó popularmente como la “longa noite de pedra”. Fueron 18 años que se cerraron con la victoria frente al Murcia y que supuso el punto de partida para todo lo que vendría después. La Copa del 95, la Liga y el Centenariazo no se entenderían sin aquel ascenso tan deseado.

Para el recuerdo quedaron los goles de Stojadinovic, el incendio de la grada de Preferencia y un puñado de frases que ya forman parte del imaginario colectivo deportivista. “Hasta se quemó el meigallo”, proclamó eufórico Augusto César Lendoiro una vez consumado el ascenso. Después lanzaría una advertencia que pudo sonar a “fantasmada”, según sus propias palabras, pero que se tornó profética. “Barça, Madrid, ya estamos aquí”, proclamaría el presidente.

30 años del fin del ‘meigallo’ Marcos Otero

Aquella frase se convertiría casi en un aforismo deportivista, como algunas de las que pronunciaría Arsenio Iglesias, arquitecto desde el banquillo de aquel equipo que firmó el regreso a Primera División y empezó a escribir sus páginas doradas.

“Pasamos de estar con un pie en la Segunda B a en cinco años estar jugando en Europa”, resume Lendoiro sobre aquella metamorfosis que se inicia un 9 de junio de 1991. Era domingo y el Deportivo necesitaba una victoria contra el Murcia en la última jornada para sellar el ascenso.

El club se lo jugaba todo de nuevo a una carta sin haberse recuperado del todo de sus traumas más recientes. Los chascos contra Rayo Vallecano y Tenerife estaban todavía frescos, pero en la ciudad se respiraba un ambiente de optimismo. “La temporada había sido buena, pero con bastantes altibajos. La terminamos de forma espectacular, que es como hay que terminar”, recuerda Lendoiro. “La gente estaba muy ilusionada con ese momento, y sobre todo con el final de temporada que hicimos y que hizo posible que en el último partido nos jugásemos el ser o no ser de Primera División”, añade.

El partido contra el Murcia, sin embargo, no arrancó bien. Eran los visitantes los que dominaban y buscaban con insistencia un gol que les acercase a la victoria, porque también estaban obligados a ganar para ascender.

El incendio de Preferencia, la celebración de uno de los goles, y Lendoiro y Arsenio festejan el ascenso. | // L. O. / ARCOS Marcos Otero

Llegó entonces uno de los sucesos más recordados en la historia reciente del club. El incendio de Preferencia pudo ser una tragedia, pero se ha transformado en un episodio de aquel día que todavía alimenta teorías conspirativas. “Hoy es el día que en Albacete y Murcia siguen pensando que el incendio fue provocado. El susto que me llevé fue muy grande. Menos mal que todo el mundo reaccionó de maravilla. Aquello fue un temor impresionante”, rememora Lendoiro. “Nos asustamos muchísimo todos”, insiste; “pero queimouse o meigallo y a raíz de ese momento todo fue una maravilla”. “El partido había empezado fatal, estaba dominando el Murcia, había tenido varias ocasiones, y después en cambio fue todo lo contrario. Aquello terminó en una fiesta enorme. Quizá una de las más importantes que han disfrutado los coruñeses”, reflexiona.

El por entonces presidente deportivista tiene grabada la explosión de júbilo que se vivió entonces en la ciudad. Para él no existen mayores celebraciones que las que surgieron a partir de los éxitos del Deportivo. “Es muy difícil encontrar una fiesta así, porque después están las tradicionales, pero son actos a los que va la gente va porque a lo mejor son un buen espectáculo. Pero hay que ser realista, disfrutar como en los triunfos del Deportivo yo creo que no hay nada”, asegura.

Lendoiro fue incluso llevado en volandas hasta su casa desde el Obelisco cuando los aficionados lo reconocieron de regreso de las celebraciones en María Pita. No era para menos porque algunos no sabían lo que era ver al Deportivo en Primera. “Fue una fiesta inenarrable”, insiste Lendoiro; “porque en aquel momento los chavales de 30 años no habían visto jugar al Deportivo en Primera. Después en cambio no lo habían visto jugar en Segunda”.

El peligro de la desafección aparece ahora en el horizonte para esas generaciones que vivieron la etapa gloriosa. Lendoiro recomienda cuidarlos para enganchar también a las nuevas en tiempos de dificultad. “Esos 20.000 socios es lo que nos queda del Dépor campeón”, subraya 30 años después de quemar el meigallo.