Pol Calvet (Sant Cugat del Vallés, 1994) se crio en La Masía y quiso asaltar la élite desde A Coruña, pero ante un futuro incierto se fue a una universidad de Estados Unidos, fue drafteado en Los Ángeles y colgó las botas con 24 años. Hoy es responsable de patrocinios de la empresa que gestiona el fútbol playa a nivel mundial y, antes de la pandemia, vivía entre aeropuertos. Su caso muestra al futbolista que busca un plan B y que no aparca todo en la vida por el fútbol 

Mucha gente se detiene en el cuento de hadas y en las historias de sacrificio tras un futbolista profesional, pero usted es el paradigma del plan b. ¿Por qué lo deja con 24 años?

Lo principal fue esa lesión de la que nunca me recuperé bien, aunque llevaba un tiempo pensando en una alternativa por si ese día llegaba, algo que le ocurre a cualquiera. Me dije: “Si no puedo volver a mi tope, vamos a buscar otras vías”.

¿Valiente o realista?

No fue nada fácil, tampoco una decisión a la brava, ni de un día para otro. Más que tranquilidad o estabilidad, quería un plan a medio o largo plazo, porque en el fútbol no me veía muchos años por lesiones, trayectoria y oportunidades que se me presentaban. Es una vida corta y había que cambiar de rumbo. Y estoy en algo relacionado con la industria.

No ser futbolista a toda costa.

Pues no. Sigo disfrutando viéndolo y jugando con mis amigos y me lo paso bien. Una cosa es esto y otra es ser profesional, que es una cosa totalmente diferente. El sacrificio, la exigencia, la competitividad... Lo que decidí es que perseguir esa carrera ya no me compensaba más.

Más de un amigo le habrá dicho que estaba loco por no persistir...

Ya, pero opinar es muy fácil y más en el fútbol. Hay 45 millones de seleccionadores en España, pero muy poca gente sabe lo que es ser futbolista profesional. Te hacen proyecciones de casos que no son representativos. Existen los cracks, los Messi o Cristiano, pero es la gran minoría. Un ejemplo es Borja Iglesias, que es un pedazo de jugador y que le ha salido muy bien, pero hasta los 25... Y si le preguntas a sus compañeros del Celta B, a ver dónde están. Y tiene mucho peaje. Sé lo que es, lo he vivido. Si puedes conseguirlo es extraordinario, pero es extremadamente difícil y los costes asociados poca gente los sabe, solo el que los ha vivido.

¿Cómo ve al padre que solo enfoca al niño a esa carrera?

Muy peligroso. Tuve la suerte de contar unos padres que me dijeron que había que tener carrera. Que si te salía lo de ser profesional, bien y que si no, había que estar preparado.

Después de los seis meses en el Dépor, ¿lo empezó a dejar?

Sabía que ir al Dépor tenía sentido si iba para arriba, al primer equipo. Fue un poco raro. Acabé la temporada con el filial y me dijeron que le gustaba a Garitano y que iba a hacer la pretemporada con el primer equipo, pero las palabras y los hechos no se alinearon. Firmé medio año en el Fabril y tres en el primer equipo y me quisieron renegociar solo filial y dije que no me compensaba, que me iba. Pensaban que no tomaría esa decisión, tenía las ideas claras. Si no iba a tener ni media oportunidad, me buscaba la vida.

¿Ya le revoloteaba la idea de irse a EEUU? ¿Lo recomienda?

Depende de lo que quieras en la vida. Si tienes intereses más allá del campo, si quieres tener una vida profesional paralela, adelante. Si estás a tiro de piedra de debutar en Primera y quedarte, no hay que ser iluso, yo también lo perseguí. Cuando vi que el porcentaje era remoto, busqué otra. Son decisiones que hay que tomar joven, luego puede ser tarde.

Acabó en Pittsburgh y lo draftearon. ¿Pudo quedarse?

Hasta hice una pretemporada con Los Ángeles FC de Carlos Vela. Estuve a gusto, pero ocupaba plaza de extranjero y, al final, me ofrecían quedarme en la segunda división de allí y no lo vi. En esa liga hay muchos traspasos y de un día para otro te sacan y te mandan fuera, como en la NBA. No hay miramientos.

¿Aún se siente futbolista?

Siempre hay un punto de jugador que llevas dentro, pero lo importante es que reemplaces eso que dejas de ser con otra cosa que te llene y que estés a gusto con esa nueva identidad. No hay que vivir de la nostalgia por lo feliz que eras antes, por lo que podías haber sido.

“Cuando estaba en el Dépor, Róber tenía que haber sido central del primer equipo, demostró nivel”

Usted no es un canterano del Dépor, pero casos como el suyo u otros en su época hablan de una política fallida. ¿Cómo lo ve?

Las políticas si no te las crees, mejor no tenerlas. No pueden subir todos y hay que dar nivel y adaptarse, pero si no das oportunidades, es imposible. Creo que eso ha penalizado al Dépor. Va más allá del hecho romántico de subir a alguien de casa. Dan un punto de identidad y compromiso al equipo. El Álex de turno, tener ese tipo de jugadores siempre beneficia porque saben cómo funciona el club.

Y coincidió con futbolistas de potencial en su época en el Fabril...

Estaban Edu, Óscar Pinchi y Róber Pier. Lo que no puede ser es que jugadores como Róber, que se ha consolidado en Primera, se vaya al Levante porque el Dépor no le daba oportunidades. Debía haber sido ya en aquel momento el tercer central del equipo en Primera División porque demostró que tiene ese nivel. Es política de club. Hay quien cree más, quien cree menos. Yo, como me crié en La Masía, lo tengo muy interiorizado. Por ejemplo, para fichar al suplente de Jordi Alba en el Barcelona, yo creo que mejor tirar de gente de abajo y el dinero de verdad te lo gastas en uno diferencial, ese es mi punto de vista. El jugador 16, 17 o 18 de cualquier plantilla en cualquier equipo debería ser alguien de la casa.