Lo que le esperaba al Deportivo en Tudela iba a tener poco que ver con el partido inaugural de la temporada disputado en Riazor frente al Celta B. Todo fue de color de rosa hace una semana, incluida la goleada en un escenario entregado y que no posee réplica en la categoría. Ayer contra el Tudelano fue diferente y el conjunto blanquiazul se dio de bruces de nuevo con lo que es la Segunda B, por más que se le haya dado una vuelta y ahora se llame Primera RFEF.

Quien primero lo anticipó fue el técnico deportivista, Borja Jiménez, que en la previa advirtió de que los suyos necesitarían adaptarse para competir con garantías. El gol tempranero de Lapeña tras una falta lateral le allanó el camino al equipo, que sin embargo iría siempre a contrapié en un partido incomodísimo.

Los blanquiazules no conseguirían en ningún momento cogerle el aire al duelo, primero por la agresividad que mostraba el Tudelano y después cuando los locales fueron más verticales y amenazaron la portería de Ian Mackay en la segunda mitad.

Al Deportivo le tocaba resistir, pero lo hizo de una manera un tanto desorganizada, caótica por momentos ante el empuje que mostró el rival. Álex y Villares no consiguieron darle pausa al juego y al conjunto de Borja Jiménez se le hizo imposible desembarazarse de la presión adelantada que ejercieron los locales.

Faltaron recursos también para amenazar en una tarde en la que desaparecieron Juergen, William o Quiles. Ni siquiera el refresco de Doncel y Víctor García sirvió para que el Deportivo lograrara acercarse con más peligro a la portería del Tudelano.

Mackay terminó siendo decisivo con una intervención salvadora en los minutos finales que le permitió al equipo sobrevivir a uno de esos partidos incómodos de la categoría. En Calahorra la semana que viene le espera otro.