Ver lo que otros no supieron ver, acertar en el detalle casi imperceptible y nimio que marca la diferencia. Ríos de tinta y horas y horas de análisis, debate y big data se generan cada año en las horas posteriores a cada noche del draft de la NBA. Muchos avezados expertos se lanzan a averiguar cuál es el robo de la presente edición, quién será la promesa, ignorada en los primeros picks, que acabará formando parte de las pesadillas de algunas franquicias y de la gloria de otras. Encontrar una ganga en un montón, ser más listo que nadie. Muchos atractivos, quizás de los más básicos, pero una pregunta por encima de todas: ¿Qué hace este jugador aquí? ¿Cuál es el truco? ¿Cómo no pudieron ver otros lo supuestamente evidente?

Las preguntas de cada semana son qué hace en Primera RFEF, cuál es el truco, cómo no lo vieron otros

Con Alberto Quiles ocurre algo parecido desde que pisó A Coruña, desde que el deportivismo le vio hacer el primer control y desplegar su planta y su fútbol. A cada partido que pasa todos se miran y remiran de nuevo y se vuelven a cuestionar: ¿Qué hace en Primera Federación? ¿Cómo es posible que ejércitos de ojeadores del fútbol profesional no fuesen capaces de apostar por un jugador que estaba libre y que salta a la vista? ¿Por qué en la plaza de Pontevedra lo vieron tan nítido y en otros sitios predominaron los claroscuros, las dudas? Son todas cuestiones sin respuesta y, de momento, una única certeza, su fútbol.

En contadas ocasiones ha sido posible en los últimos tiempos encontrarse en Riazor con futbolistas por encima de la categoría, del equipo. Quizás los casos más cercanos son Ryan Babel, Filipe Luis, Fabricio Coloccini y Lucas Pérez en su primera etapa. Siempre en diferentes registros, contextos y dependiendo de lo que tuviesen alrededor y de las aspiraciones del Dépor, eran cuatro futbolistas que estaban para cotas mayores, que se notaba que o el equipo crecía con ellos o que pronto se marcharían. No pasaba lo mismo en la época dorada del Eurodépor porque todo se situaba al máximo nivel y era más homogéneo en la excelencia. Con Quiles, siempre salvando las evidentes distancias, se reproduce la situación. El onubense es un cohete que va para arriba. El Dépor lo disfruta y hace bien, pero para retenerlo lo único que debe hacer es intentar seguirle el ritmo y eso pasa, de entrada, por meterse la próxima temporada en el fútbol profesional. Más allá de lo que ocurra con él y con el equipo, da gusto ver que el Dépor vuelve a fichar con ambición, que se mueve en el mercado siendo capaz de atar a futbolistas en crecimiento, no a jugadores que ya vivieron su mejor momento. Es un signo de club vivo, que compite, proactivo, no pasivo en su destino.

Miku, su mejor socio, es otro. Por lo que ofrece, por cómo se le ve y por lo acompañado y aconsejado que está

Ahora solo queda que Alberto Quiles mantenga el nivel, que esta explosión no contenga gato encerrado y que a A Coruña, simplemente, haya llegado en el punto de madurez justo para hacerse grande, para encontrar su sitio y sobredimensionarse. A sus 26 años, es el momento ideal para romper. Es joven, no un niño. Su cuerpo y su fútbol están maduros. Aún partiendo de una banda y lejos de su mejor zona de influencia, está siendo capaz de ser decisivo, de hacer mejor todo lo que le llega, todo con lo que conecta. Lleva dos goles, es casi lo de menos en toda su producción.

La conexión más evidente es la que ha establecido con Miku. El venezolano es, junto a Héctor y Granero, el único futbolista que se quedó de los fichados la pasada temporada. Todo igual, todo diferente para él. Más fino, mejor aconsejado y acompañado. Hace unos meses la sensación predominante era que Miku y el Dépor se habían encontrado tarde, hoy solo hay que disfrutarlo. Sintió esa química con la grada y con la ciudad, quiso quedarse para marcharse a lo grande y en la plaza de Pontevedra le ofrecieron una segunda oportunidad que estaba muy cara para los repetidores, dado el fracaso del proyecto anterior. Él juega, disfruta con Quiles como si llevasen años juntos. Se complementan, se mejoran. Rinden para redondear al equipo, para no tener que forzar la irrupción de Noel.

En Calahorra el Dépor ganó como quiso, no como pudo. Es un paso más para un equipo en crecimiento

Una victoria que curte

El triunfo por goleada para recuperar el idilio, la victoria de la resistencia y los tres puntos del crecimiento, el dominio y el paso al frente. El Dépor no para de ganar, es el único que no ha dejado de hacerlo en toda la Primera Federación. Y ha elegido para cada ocasión una forma diferente. Del carrete a su fútbol en el derbi al cuajo de Calahorra pasando por el máster de adaptación al medio de Tudela. Todos cuenta, todos son necesario si se quiere ver en unos meses en Segunda, de donde, al menos, nunca debía haber bajado. El equipo de Borja logró esta vez lo que quizás se echó de menos hace una semana: que fuese dominador, que llevase el partido a su terreno, más allá de los goles. No siempre podrá, pero es una fase más del crecimiento al que se enfrenta. Ahora le espera el Badajoz, el primer rival por subir con el que se topa a la espera de que se abra el melón del filial celeste. Ninguno de los dos equipos ha encajado, los pacenses rozaron el ascenso a Segunda hace unos meses y Riazor estará en torno a los 20.000 espectadores. A crecer, a disfrutar el camino y a ganar.