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Lo que pierde, lo que gana. El Dépor aún calibra un empate sin goles en El Sardinero, del que sale con la imagen de un equipo serio, potente, sin titubeos y capaz de competir en cualquier escenario, pero también como un grupo al que le faltó profundidad, mordiente y malicia para poner en verdaderos apuros a uno de sus grandes rivales por el ascenso. Fue una gran puesta de largo sin guinda final, impedida en gran parte por la tela de araña cántabra, que se empeñó en permitir lo mínimo a los coruñeses. Acabó el partido, se repartieron los puntos y se mantiene el pulso en lo alto de la tabla y para la segunda vuelta.

Parecía una decisión rutinaria, una más de cada semana, pero el once de Borja mostró sus intenciones no solo para la matinal de El Sardinero. Álex siempre estará ahí, de guardia, y tendrá sus momentos, pero el técnico abulense quiere probar algo nuevo en su media, en torno a la salida de balón. Ante el Sanse le dio la batuta a Diego Villares y dejó al capitán de escudero, hoy ya fue Rafa de Vicente el que entró en el once. A juicio de su entrenador, el equipo dio muestras de suficiente equilibrio hace siete días en Riazor para no dejar al de La Sagrada en el banquillo y entregarse a tres pivotes con mayor facilidad en la creación.

Así, el Dépor se plantó en el campo más difícil del grupo fiel a sus señas de identidad. Quería la pelota, adelantar líneas, masticar con paciencia la jugada, a la espera de encontrar las fisuras montañesas. En su plan de partido le favorecían también instrucciones del técnico rival. Romo no mandaba a sus discípulos a atosigar arriba, se replegaba en cierta medida para resguardarse mejor, para no dar facilidades, para buscar los espacios y la agitación tras recuperación, lo que realmente le gusta a su equipo. Dos minutos de juego y ya se veía de lo que iba, qué pretendía cada uno.

¿Quién fue el mejor del Dépor ante el Racing de Santander?

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La hoja de ruta era clara en el juego corrido, pero el balón parado pidió la palabra casi de salida. Un saque de esquina del Racing estuvo a punto de colarse en la portería de Mackay. Bobadilla lamentaba la ocasión que se le escurría entre los dedos. Fue la más clara para los cántabros junto a otra resolución de Cedric, despejada por el meta coruñés, que acabó siendo invalidada por fuera de juego. El Racing, entre los ánimos de su grada, las sombras del área deportivistas y la propia velocidad de su juego, parecía inquietar más. No era así. Estaba todo bastante igualado.

Mientras tanto, el Dépor a lo suyo, pero no del todo como le hubiera gustado. Meticuloso, pero poco incisivo. Tocaba y tocaba, le resultaba impenetrable la maraña local. Víctor lo intentaba, Miku no olía balón, Héctor y William no conectaban. La pelota se movía por zonas intrascendentes. Curiosamente y a pesar de sus intenciones y las de su contrincante, sus dos avisos a la meta de Parera fueron en transición. WDC llevó mal una contra tras una presión del Racing arriba y el propio brasileño marraba la oportunidad más clara ante el meta después de una magnífica maniobra entre Quiles y Miku. El remate no es su fuerte. Lamentaba el deportivismo. ¿Volvería a tener otra tan clara?

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El Racing salió dispuesto a que el choque fuese diferente tras el descanso, a que pasasen más cosas. Dejó algunas de sus precauciones en la caseta y adelantó líneas en la presión, con lo que el envite ganó en vistosidad. Más que un equipo volcado buscando las fisuras de una defensa, se veía ahora y en mayor medida un encuentro de ida y vuelta. Los de Romo habían cansado a su rival y pensaban que era el momento de ir más allá, del juego revuelto. En ese arranque se produjo el mayor susto para la cobertura deportivista. Tras encontrarse un balón mal despejado, el remate de Álvaro Bustos, ex del Pontevedra, olía a gol, se proyectaba hacia la red, pero de repente apareció una pierna visitante para no empezar la segunda parte de la peor manera posible. El Dépor se había salvado.

Ese nuevo escenario hizo que el partido tuviese un ligero color verdiblanco en esos primeros minutos, aunque el Dépor tampoco sufría en exceso. Controlado. Por primera vez en todo el partido era capaz de atacar a campo abierto, algo que agradecía y que, de paso, hacía que brillasen futbolistas como el omipresente Víctor García. De vez en cuando el grupo de Borja enseñaba los dientes y al Racing no le gustaba en exceso lo que veía. Miku, muy desasistido durante la mañana, lo intentó en el área. Se dio la media vuelta y disparo, inofensivo. Fue una escaramuza esporádica. El Dépor estaba cómodo, se sentía dominador y con capacidad para competir, pero se le percibía sin la profundidad y el volumen ofensivo como para acabar doblegando a su contrincante.

Esa sensación de competir pasó a ser de dominio y de crecimiento tras la entrada de Álex y Mario Soriano. Borja volvió a plagar el equipo de pivote y, lógicamente, recuperó el control del encuentro y tuvo algún acercamiento, pero el equipo echaba también de menos algo más de mordiente en zona ofensiva. El venezolano y un inocuo Doncel, que también había entrado de refresco, estaban muy solos en las acometidas coruñesas.

Los últimos minutos fueron deportivistas, aunque de nuevo sin pegarle muchos sustos a un Racing que hasta agradecía el empate. Al Dépor tampoco le sobraba. Le reforzaba en esa capacidad competitiva que exhibe, solo le faltó que le fuese la vida en ello o acertar la ocasión de William.  

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