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Se pudo ir y se quedó ahí, a la vista del desordenado pelotón que le persigue. Le faltaron piernas, pero sobre todo fútbol al Dépor para pegarle el hachazo al Bilbao Athletic y a esta Primera Federación. Los múltiples empates y las derrotas de los que le acechan le dejaron en bandeja el demarraje y le faltó colmillo al equipo de la paciencia. Frío, contagiado por el ambiente, se quedó a medias y el Bilbao Athletic, voluntarioso a la par que tierno, acabó adelantándose y sacando un empate que habla peor del equipo coruñés que bien de él mismo. La igualada es amarga por la ocasión desperdiciada y por la impotencia de los últimos minutos, donde al conjunto de Borja Jiménez le faltó plan o, al menos, pericia para ejecutarlo. Su fútbol por dentro fue inexistente. Le queda seguir pedaleando con la ventaja justa. Ve a todos cerca en el retrovisor.  

El Dépor jugaba más que nunca contra sí mismo en una tarde desapacible en Riazor. Lluvia, aunque el calor en las gradas se mantuvo por encima de la media en la categoría y en la comunidad. Por higiene de vestuario, por nivel, si la semana pasada le toca coger el relevo a Diego Aguirre, esta vez era la ocasión de Menudo. El sevillano ha sido uno de los reclamados para dar alternativas a ese juego interior del Dépor por detrás del punta. Al ex del Numancia le tocaba salir a escena. Eso sí, no jugaba del todo por el centro. Partía desde la izquierda con libertad para irse a su zona y con permiso para dejarle el carril a la otra novedad: Héctor. Matices al plan de siempre, el que funciona.

El equipo coruñés, a pesar de estas novedades, tuvo que empezar el duelo con cierta contrariedad. En el juego y con las decisiones arbitrales porque hubo un penalti a Álex no señalado en el minuto 12. El Bilbao Athletic llegaba al coliseo herculino con la idea de presionar arriba y de robarle la pelota al líder. El vigor y las buenas intenciones se notaban en el filial. Diarra al mando en la sala de máquinas y Nico Serrano, otro del 2003, abanderando el ataque. Frescura, juventud, incluso algo de inocencia. El grupo de Borja tuvo, de esta manera, unos minutos de cierta incomodidad, pero cada vez que sobrepasaba esa línea alta de presión, asomaba dañino. Sus acometidas comenzaron con un par de conexiones de Menudo y Quiles al galope. No llegaba el remate para los blanquiazules en esas acciones, justo lo que le faltó en gran parte del primer acto.

Deportivo-Bilbao Athletic Pardellas

Aún así, su insistencia, su decidida apuesta por quedarse la pelota acabó inclinando el campo. La lesión de Luis Bilbao y los incomprensibles minutos que estuvo el Bilbao Athletic con diez terminaron de empujarle. Se llenaba de balón, las ocasiones caían a cuentagotas, mientras se le veía un tanto anodino en su juego. Elitim era perseguido, incomodado, no había apenas desequilibrio con la pelota por banda. Plano. Aún así, pudo marcar Miku en un cabezazo, Víctor en dos llegadas y Menudo en una genialidad en la línea de fondo. Nada. Tampoco en la infinidad de saques de esquina que dispuso el combinado local, todas muy bien defendidas. Incluso el filial se animó en un par de acciones. Lo justo en el Dépor esta vez no llegaba. Al menos, al descanso.

Golpe y plan sin tiempo

Los primeros minutos del segundo tiempo mostraron unas intenciones parecidas a las del inicio en el filial vasco. Líneas más arriba, vocación de tener la pelota, de no ser un sujeto pasivo en el encuentro. Ya no era un monólogo blanquiazul, había quien pedía la palabra. Borja vio pronto que alguna tecla tenía que tocar y recurrió a un viejo remedio, ese que le había rescatado ante el Zamora. Salía Menudo, que sigue sin encontrar su sitio. Entraba William de Camargo para revolucionar el duelo con la pelota en los pies y en la grada con la expectativa de que algo va a pasar cuando coge la pelota. Avisó en su primera jugada, pero su rival no le dio tiempo al Deportivo de comprobar la fiabilidad de su renovada apuesta. Golpeó pronto, en un abrir y cerrar de ojos. 0-1, minuto 59.

Dépor-Bilbao Athletic Pardellas

Esa jugada larga en la que Artola cabeceaba a placer, ayudado por el resbalón de Lapeña, enfrentó al Dépor y a su grada a una situación inédita. Era la primera vez que estaba por debajo del marcador en casa en toda la liga. Pronto el técnico agitó aún más el árbol. Sentaba a Álex y a Quiles y entraban Noel y Doncel. Pero más allá de los nombres que tenían la oportunidad de jugar, el verdadero efecto era el de Riazor, que olía la remontada, y el de las prisas, el de que el Dépor jugaba por fin sin red, algo que necesita experimentar para crecer como equipo. Fueron unos minutos en los que olvidó la paciencia que preside su ADN y no miró atrás. Desde la banda, más que por dentro, buscó con insistencia su suerte. Una y otra vez, más por empuje que por juego. Y en una de las múltiples llegadas de Víctor al segundo palo, acabó forzando el error de los cachorros y el empate. 1-1, minuto 65. Quedaba un mundo, la duda era si el equipo coruñés tenía el fútbol suficiente para poder aprovecharlo.

Y volvió la pausa

La igualada volvió a templarlo. Bajó una marcha de nuevo buscando una paciencia y una claridad que nunca terminó de encontrar. Solo atacaba por los costados y la única manera de hacer daño era con la pareja William-Héctor y los centros largos que cazaba Víctor. Ni el balón parado ni las caídas del brasileño en el área, que ninguna fue merecedora de penalti para el colegiado, supusieron un salvavidas. Solo un desmarque de ruptura de dentro a afuera de Noel como jugada diferente en ese tramo, un síntoma más. Muy previsible y parsimonioso el Dépor en esos minutos. Casi nada se movía sobre el césped y nada se movió en el marcador. Frustrante. Un empate que le amargaba el cierre del fin de semana a los coruñeses. A seguir pedaleando.