Hasta la extenuación se repite en el vestuario del Dépor el mantra de que “no se asciende en febrero”. Una verdad a medias, psicológicamente necesaria. Su ventaja subió esta semana a los seis puntos y, mientras él no falla y hay que echar atrás muchas hojas del calendario para encontrar el último día que hincó la rodilla, sus rivales van pidiendo la vez para alternarse en los pinchazos. Un día el Racing, otro Unionistas, al siguiente el Rayo Majadahonda. Uno se impulsa, los otros se trastabillan. Queda una vuelta entera y el Dépor ha empezado una lucha contra sí mismo más que contra sus rivales. Tiene que proteger más que nunca ese frágil ecosistema que conforma siempre un equipo. Todo está en él, solo hay que no romperlo, mimarlo y potenciarlo. Exigirse, no bajar la guardia, no relajarse, evolucionar, plantearse retos más allá de los tres puntos. Sentir que está en un camino, no esperando a que llegue mayo.

Esa facilidad casi patológica que ha mostrado esta temporada para ganar y volver a ganar. Da igual el rival, las circunstancias, los protagonistas, el escenario en esas tardes de fútbol ajustadas, pero siempre con final feliz. El domingo cayó el Talavera. Fue un partido con titubeos iniciales y con un rato de fútbol de los mejores de todo el ejercicio. Vendaval. Fue hasta sonrojante esa capacidad de combinación que tuvo el Deportivo en torno al área de su rival en la primera parte con las conexiones entre William y Mario Soriano y esa facilidad de Trilli para punzar y ensanchar por el costado contrario. Sinfonía, aunque muy corta. Llegó el gol, alguien tiró del cable y el Deportivo se fue.

Su desconexión tras el gol no fue solo mental. El equipo perdió la pelota y le costó sostenerse defensivamente

Debe luchar el equipo ante esos contagios, ante esas desapariciones mentales y futbolísticas. Aun así, la sensación con el paso de los minutos es que ese bajón que amenazó sobremanera la victoria tenía que ver también con su nueva apuesta. Borja, que siempre busca, estrenaba una nueva arquitectura. Ni dos delanteros ni tres mediocentros. La tercera vía se abrió paso con la entrada de Soriano, pero sobre todo con el matiz del relevo de Villares por Álex en la manija, en la intendencia. Y durante muchos minutos dio la sensación de que con él y con Juergen no fue capaz de sostener el entramado defensivo, aunque también es cierto que desde la primera línea de presión tampoco le ayudaban. El equipo se hizo largo, frágil. El inofensivo Talavera tocaba fácil, mientras creía y crecía. Casi era una invitación de los coruñeses a que le buscasen las cosquillas. Lo hizo su rival, estuvo a nada de llevarse algo. Un aviso. Tampoco hubiera sido injusto un empate, aunque el Dépor fue capaz de resistir, como muchas otras veces.

Reinar en una categoría no es solo ir de goleada en goleada, es también imponer un ritmo inalcanzable

Más de un aficionado salió de Riazor aliviado y hasta con una sonrisa, también dándole vueltas a la cabeza ante esa incapacidad de su equipo para ofrecerle un partido tranquilo, holgado. Gana siempre, por la mínima. Funciona como un reloj, pero parece que siempre se guarda algo, que tiene potencial escondido, por lucir y explotar. Son lícitas las dudas, la exigencia, pero lo que está haciendo el Dépor en esta recién estrenada Primera Federación es arrasar. No siempre se reina en una categoría yendo de goleada en goleada, también se puede hacer siendo un martillo pilón, poniendo un ritmo inaguantable, siendo imperturbable a las circunstancias, a los días malos, a los rivales de colmillo retorcido. El Deportivo, de momento, siempre vence. Sus competidores van de duda en duda y él acude cada semana fiel a cobrar los tres puntos. Y eso es pasearse por la categoría, aunque no tenga nada asegurado a final de temporada. Toda cautela es poca y las experiencias pasadas así lo exigen, pero la falsa modestia es la peor de las cualidades. Hay que valorar lo que está consiguiendo este equipo y lo que cuesta. Así se sabrá que no es fácil y que hay que seguir en el camino. Aún queda.

Un dúo por sorpresa

Más allá de una tarde mala, uno de los mejores síntomas de que un equipo está vivo y se autoexige es que cada semana aparecen protagonistas inesperados. Trilli volvió a lucir. La irrupción de Víctor García había ensombrecido aquel debut ante el Celta B. El lateral de Ortigueira, más allá de lo bueno que es, volvió a revelar lo influyente que puede ser en el juego desde una posición teóricamente menor. Combina, corre al espacio, ensancha el campo, sirve balones, llega al remate en banda contraria, aparece por dentro y por fuera. Un abanico infinito de soluciones que el equipo aprovechó, sobre todo, antes del descanso. Todo en Primera RFEF, pero con 18 años. Su techo es imposible de adivinar ahora mismo.

Mario Soriano sumó claridad en sus decisiones a su dinamismo. Nadie ha creído más en él que Borja Jiménez

Más inesperado fue el paso al frente de Mario Soriano. Nadie le ha tenido más fe que Borja en todos estos meses. Llegó casi a hurtadillas, cuando nadie lo esperaba y Yago Gandoy iba camino de O Vao. Parecía un perfil de futbolista con el que ya contaba el equipo, ya que Menudo estaba en la recámara y tenía la plantilla plagada de pivotes y jugadores de banda. Pronto lo alineó, le dio minutos desde el banquillo. Perseveró, aunque con 19 años y un año gris previo, le seguía costando tomar buenas decisiones en el campo. Fue otro futbolista frente al Talavera. A su dinamismo sumó claridad, lo que tanto añoraba su juego. Hay un pase en profundidad a William que es platino puro. Ahora le queda ser regular, lo más difícil y más a su edad. Borja siempre lo esperará y le dará su sitio.