Con un Riazor dando la vida por los suyos y con unos jugadores dejándose el último aliento por su grada. Así se despide el Dépor de la Youth League. Con dolor y a la vez con un honor y un agradecimiento infinitivo de esos aficionados que se han visto representados por un grupo de jóvenes que hizo historia en Marbella y que estaba dispuesto a seguir por el mismo camino en Europa. Les frenó una roja justa a Rubén López, una genialidad de Yatsyk y una fatídica tanda de penaltis que dan el pase a un Dinamo de Kiev que no fue superior, pese a jugar una hora con uno más. Aquí se acaba la travesía y se inaugura un idilio que debe llevar a esta generación a certificar el cambio de modelo del Dépor hacia un club de cantera.

Se cortaba la electricidad en Riazor casi desde el inicio. A Coruña olía a noche grande y se entregó a tumba abierta a sus niños. Esos que le habían deparado ya dos veladas inolvidables y que arrancaron el duelo con el acelerador pisado a fondo. Rubén presionaba, Mella corría, Jairo mandaba, Noel y Yeremay inventaban y Nájera goleaba. Así llegaba el primer tanto casi por empuje, como si por ganas fuesen capaces de inclinar el campo hasta embocar la pelota. El riojano inauguraba el marcador. Minuto 4.

La grada ardía, se las prometía felices. Estaba dispuesta a remar con su equipo. Poco le duró el primer subidón. En otra jugada a balón parado y con mil desvíos, Tsarenko hacía el empate. 1-1, minuto 6. Era imposible seguir el ritmo al partido, las jugadas se sucedían, los protagonistas jugaban con el corazón en la boca.

Emoción y también inteligencia porque se vio desde el primer momento que Juan Rodríguez había decidido fajarse ante Diallo y Popov y que Manuel Pablo había dado orden de correr y aprovechar a Mella y a un revolucionado Yeremay. Era cuestión de tiempo que llegase el 2-1, aunque los ucranianos también se asomaban por la meta de Brais. Eso sí, la ventaja llegó de la manera más inesperada. Para deleite de Riazor.

Fue Rubén a una presión imposible ante Ihnatenko. Y en una jugada que casi siempre parece para cumplir expediente saltó el jackpot. Rebañaba el balón en un control largo del meta y a la red. Casi media hora y el Dépor se volvía a adelantar. La grada se caía.

David Mella dispara a puerta en un lance del duelo. | // CARLOS PARDELLAS Carlos Miranda

El Dépor no desistió en su búsqueda del tercero en los minutos siguientes. Lo rozó hasta que llegó la segunda amarilla al goleador e impetuoso Rubén. Merecida. Al equipo le tocaba remar. Manuel Pablo no tocaba nada antes del descanso con un esforzado Noel y con un inteligente Jairo con la pelota. A sufrir.

El técnico, en cambio, sí que metió músculo tras el descanso. Víctor y Seydiba a tapar agujeros y dar aliento y recorrido. Tuvo fases de excesivo repliegue, pero gran parte de ese periodo dio la sensación de dominar la escena. Para entonces ya estaba Noel fuera y, al rato, Yeremay siguió su camino tras encandilar a Riazor. Las arrancadas sin cadena de Mella, que generaron más de una oportunidad, eran la única vía real de ataque.

Sudaba, apretaba, cerraba líneas. La resistencia era esforzada. Tocar la orilla se antojaba como posible. Pero llegó el mazazo. Un recorte hacia adentro de Yatsyk en el que Seydiba y Víctor le flotaron le permitió al ucraniano inventarse una genialidad desde la frontal al estilo Oyarzun. 2-2, minuto 75. Poco más quedaba que encomendarse a los penaltis.

Y el Dépor aguantó. Para entonces ya todos soñaban con un Brais, de los mejores, saliendo a hombros. No fue así. Los fallos de Víctor, Barcia y Juan Rodríguez condenaron al Dépor de manera cruel. Fue tan grande el golpe como enorme es el orgullo de una grada que se siente eternamente unida a estos jóvenes.