La Opinión de A Coruña

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LA PELOTA NO SE MANCHA

El Dépor contra sí mismo, ahora más que nunca

Adrián Lapeña se lamenta el pasado sábado sobre el césped del Nuevo Vivero de Badajoz. LOF

Lleva el Dépor meses repitiéndose hacia dentro y hacia fuera que el ascenso era, en gran medida, una lucha contra sí mismo. Hasta en los mejores momentos, ahora borrosos y dolorosamente lejanos, cuando el Racing le oteaba a distancia, el equipo buscaba reinventarse dentro de la supuesta excelencia, mantener su nivel fijándose pequeñas mejoras puntuales, automotivándose. Escenificado o real, era una manera de cuidar hasta el extremo esa salud mental y futbolística, que en aquel momento semejaba férrea, pero que leves alarmas que emitía y recientes experiencias pasadas ponían en duda. Entonces cobraba cierto sentido generar ese motor dentro, no fuera, ni en la comparación; ahora mucho más si cabe. El Dépor no está para luchar en este momento con los que tiene a su alrededor. Tan duro como real, ese es su verdadero drama, más allá de los seis puntos de distancia con la cabeza o los cuatro de ventaja con la grupeta de perseguidores. Su único objetivo posible es, sin dejar de seguir sumando, llegar a ser un equipo competitivo en mayo o junio, ya sea para adelantarse a los cántabros en la foto finish o para agotar la bala hace meses improbable del play off. Dos partidos, toda una temporada. Todo está en él, nada fuera. Ni en los goles de Cedric en el descuento ni en los pinchazos del Celta B, en él. Y, de momento, la debacle de Badajoz le coloca hoy lejos de ser un candidato a subir, solo tiene tiempo y el recuerdo de lo que fue.

El peor drama no son los seis puntos de distancia, es que el equipo no está para competir con los de su alrededor

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Hasta los equipos más triunfadores de la historia reciente del Dépor han tenido su alcorconazo. El del Dépor de Oltra fue real, ni siquiera supuso un traslado de aquella noche aciaga del Madrid. Laure y Colotto con roja y 4-0 en el marcador madrileño. Naufragio, el proyecto se tambaleaba. Dos años después a Riazor le entró un sudor frío cuando el Ponferradina de Yuri (0-3) ponía en cuarentena en la jornada 36 un ascenso con Fernando Vázquez que parecía predestinado. Uno y otro equipo se levantaron, llegaron a la meta, aunque fuese arrastrándose, por sus propias debilidades o por las extenuantes exigencias de sus perseguidores. Hay diferencias evidentes con lo que le ocurrió al Dépor de Borja en Badajoz, que como cualquier equipo no estaba ni está libre de una tarde negra, a pesar de su demostrada fiabilidad y del puño de hierro de los primeros meses de la temporada. En 2011 el revolcón en Madrid fue en los primeros compases de la temporada y aquel equipo tenía el suficiente nivel y cuajo para dejarlo en anécdota. En 2014 fue más extrema la situación, pero aquel grupo fue capaz de dar el golpe de riñón necesario para no descarrilar. Ahora ni va en cabeza ni es tan pronto. Una derrota atravesada. En el peor momento, con las peores señales, casi sin red. Fue mirarse al espejo tras una noche sin punto de retorno. No presagiaba nada bueno. La realidad es evidente y palpable, lo único. No hay paños calientes o, al menos, Borja ya no debería ponerlos.

Es el Dépor de los últimos años un especialista en caídas y resurrecciones, en extremarse, en mostrarse nocivamente vivo, adictivo a las emociones fuertes, casi nunca para bien. Hace tiempo que el deportivismo solo quiere tranquilidad. Misión imposible. Hay quien dimite, exhausto. Comprensible. ¿Quién tiene fuerzas para cuestionarles? Es que ni siquiera es una prueba de debilidad en el amor, en la fidelidad. No se van, se apartan. Es simple humanidad, superior a sus fuerzas. Crudo.

Volverá a ganar y hasta jugará play off, pero ¿será capaz de recomponerse para subir, para afrontar encuentros llave?

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Pero, aun así, el panorama es inmutable para el Dépor, es el que es a día de hoy. Otra de las claves es si el equipo, como jarrón roto, será capaz de recomponerse a un nivel aceptable. Sí, ganará, puntuará, tendrá su oportunidad de subir a Segunda División, nadie lo pone en cuestión. ¿Pero serán las cicatrices lo suficientemente profundas como para bloquearlo o inhabilitarlo para los momentos llave de la temporada? ¿Borja aún cala y es capaz de ser guía en la tempestad? ¿Han hecho mella en el grupo sus decisiones o su falta de mano para que el equipo no se le escurriese entre las manos?

Si la vida es cíclica en el Deportivo, el punto al que siempre vuelve es al de recurrir a su capitán en las malas

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Muchas preguntas, pocas respuestas clarividentes y las pocas que hay, duele leerlas o escucharlas. No es sencillo poner luz en las tinieblas, pero desde luego que no le ayuda al técnico la poca influencia que ha tenido hasta ahora en esa crisis eterna y tendida que dilapida al Dépor desde que arrancó 2022. Nadie le pidió que se apartase de su credo, parece darse croques cada semana en él. Pum, pum. Insiste e insiste. Sin cintura, sin apenas matiz. De tanto conducir a su equipo en un solo sentido y con los nombres contados ha contribuido a empequeñecerlo. Ya hasta sonroja lo individual, no solo lo grupal. ¿Alguien podría imaginar que un equipo que se cansó de acumular porterías a cero regalase un gol como el primero ante el Badajoz? Si Borja es el entrenador de los ascensos, si este verano lucir ese currículum le sirvió para ganarle la carrera a Yago Iglesias por un cuerpo, es el momento de que los méritos salten del papel al día a día de Abegondo, de Riazor, de la propia competición.

Álex, al rescate

Más allá de redoblar trabajo y hacer terapia de grupo y de vídeo, hay pocas certezas sobre el Dépor que se medirá a la Cultural. Álex Bergantiños y diez más. Eso parece, aunque es verdad que el equipo llevaba tiempo requiriendo más toque en la salida. Si la vida es cíclica en Riazor, el punto al que siempre vuelve es al de recurrir en las malas a su capitán. Hay cosas que nunca cambian. Demasiadas.

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