Hasta con uno más y con Riazor alentando, una inofensiva Cultural Leonesa puso en apuros a un Dépor débil, sin rumbo ni timonel, pero ya por fin ganador. Lo que tanto deseaba, lo que tanto le puede confundir. Un botín para seguir huyendo hacia adelante, un bien escaso si se mira al futuro y a sus prestaciones. Un doblete de Alberto Quiles y un penalti al límite cuando le iba a engullir la ola de sus propias debilidades e inseguridades le acaban rescatando frente a uno de los equipos de menor nivel entre los que visitaron Riazor esta temporada. No parece haber surtido efecto esa semana de picar en el orgullo que se acaba de vivir en Abegondo. Está lejos este Dépor sin alma de ser el equipo que era, de ser el conjunto que necesita ser para meterse en play off, para luchar por la hoy quimera de subir a Segunda División.

El último gesto de una semana de gestos en Abegondo y en Riazor fue la elección del once. Fue casi la última palabra de Borja, más allá de las indicaciones sobre la marcha y los cambios, siempre poco incisivos últimamente. Los ensayos vaticinaban seis modificaciones, fueron cinco. Solo Borja Granero debía seguir esperando, la confianza en Jaime seguía intacta. Regresaban habituales como Álex, Héctor o William, alguno extrañamente aparcado como Quiles y otro muy olvidado como Rafa de Vicente. Villares tapaba agujeros en el lateral.

Deportivo - Cultural Leonesa Arcay | Roller Agencia

Más allá de los nombres, el Dépor escenificó una primera parte de un equipo grande que se sabe débil. No le sobraba la intención ni el fútbol, sí las dudas, el miedo a equivocarse. El equipo de mínimos que se vio en ese periodo estuvo en muchos momentos por debajo de una Cultural voluntariosa a la par que ingenua. Una vez más un rival del Dépor se mostraba más cómodo con balón, aunque el recuento de sus ocasiones claras era casi inexistente y eso que el grupo de Borja se mostraba endeble, sobre todo, en las bandas, sin ayudas. Ni así.

Poco a poco, con alguna arrancada y sin miedo a tirar del repliegue, el equipo coruñés se fue asomando. Su flanco de ataque preferido fue el izquierdo, como casi siempre. Le gustaba recuperar arriba, rara vez lo hacía, más con Rafa de Vicente por Villares. Diferentes cualidades. El malacitano filtró algún pase que es parte de lo que necesita el equipo en ese doble pivote, aunque debido al ostracismo está lejos de lo que puede ofrecer.

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En una de las escasas escaramuzas blanquiazules Quiles cazó una pelota en el área se revolvió y acabó ajusticiando a Sotres. Minuto 34, 1-0. Más de lo que merecía el equipo coruñés, seguro, no era un escenario tan extraño. Como tampoco lo era que el goleador fuese el onubense. Décimo primer gol en liga sin jugar casi en punta y pasando sus buenos ratos en el banquillo. Su intermitencia le penaliza, pero el Dépor no está como para prescindir en exceso de él.

Defender con la pelota es algo que siempre le ha gustado a este Dépor, más en las buenas épocas. Tras los titubeos previos al gol y el repliegue de seguridad hasta el descanso, el equipo coruñés se dispuso a subir líneas tras el paso por vestuarios, no para atacar, sí para defender más lejos de su portería y así evitarse problemas. El tiempo pasaba sin que el grupo de Borja quisiese que ocurriese gran cosa y con la Cultural un tanto impotente. 

Todo parecía, a pesar del ajustado marcador, cuestión de lo que tardase en caer la arena del reloj. Transcurría lento, no pasaba nada. Riazor coqueteaba con el malestar. Y, de repente, sobrevino la desgracia. Cuando el destino no le tiene reservada una emboscada es el propio Dépor el que se la busca. Nahuel peleó una pelota casi imposible en banda, forzó el fallo sonrojante de un casi siempre seguro Lapeña y Obolskii solo tuvo que empujar. 1-1, minuto 61. Todos los fantasmas del Dépor estaban automáticamente convocados.

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Ni cinco minutos tardó el fatalismo disiparse. Lo que tanto deseó el equipo coruñés en tantos partidos de su caída llegó en esta tarde de marzo en Riazor. Una genialidad, un fogonazo y una decisión arbitral, en este caso, le rescataban. William se colaba hasta la cocina y Fran Cruz le empujaba lo justo para que llegase el penalti, para irse a la calle. Esta vez Quiles no fallaba. 2-1, minuto 65. El panorama era otro.

Las facilidades no eran pocas para la media hora que quedaba, pero el Dépor no estuvo cómodo en ningún momento. Entre sus propias inseguridades y las infinitas invitaciones a su rival para que saliese dando la vuelta al ruedo a Riazor, los sobresaltos no cesaron hasta el pitido final. El equipo coruñés también pudo sentenciar en dos ocasiones muy claras de Miku y Quiles, no dejaba, aún así, de ser un equipo inestable, débil. Más preocupantes que nunca las sensaciones que destilaba. El partido murió con la deseaba victoriosa en el luminoso, pero ni esos leves destellos pueden cegar. Los pelotazos achicando, los nervios, la incapacidad para domar el partido, a sí mismo y a un rival menor son la mejor radiografía de un Dépor muy enfermo. Cuestión de tiempo o de un milagro.

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