Emboscadas en cada esquina, las que se pone él mismo. Esa cita semanal que tiene el Dépor para buscarse problemas, incluso en las situaciones aparentemente más plácidas, vivió un nuevo episodio que a punto estuvo de causarle un disgusto severo y que emborronó un destacable primer tiempo ante el Rayo Majadahonda (2-1). Toda esa alegría y alivio de los primeros minutos se convirtió en nervios y debilidad perenne en un último tramo que le volvió a desnudar. Sobrevivió, finalmente, a sus propias inseguridades y al juego directo de un Rayo Majadahonda muy liviano. Ahora que el ascenso directo es irreal y que empieza a acariciar el play off, el objetivo de fondo es llegar a ser un equipo de verdad en ese tramo decisivo que se jugará en Galicia en junio. De momento, parece estar muy lejos de serlo.

El Dépor, aún así, quiso ser otro desde el inicio. Como si el sol que caía sobre un Riazor espléndido, le animase a ser optimista, a lanzarse, a perseverar, a pesar de los golpes. El trío dinámico formado por Mario, Noel y William se puso al mando de las operaciones ofensivas, sobre todo el brasileño. Al minuto ya se había aproximado el equipo coruñés en un par de ocasiones. Riazor se entonaba y cogía temperatura con un equipo que volvía sobre lo conocido: a la defensa de cuatro, aunque sin Jaime Sánchez y con Borja Granero y Josep Calavera. Y, después de cierto intercambio leve, llegó el primer derechazo. El Rayo Majadahonda, a la lona. A la primera.

Fue, curiosamente, el balón parado el que le abrió el camino de la victoria al Dépor. Lapeña, en una sorprendente soledad, cabeceaba a la red en el área pequeña tras un centro servido por Juergen. 1-0, minuto 6. El laboratorio, tantas veces una condena, premiaba. Se le abría el cielo al grupo de Borja. Aún más.

Deportivo - Rayo RCD

Aliviado y sin colmillo

No dejó de ser también una manera de aliviar la presión de esa tetera que lleva dentro el Dépor desde hace tiempo. Ya, tras el tanto, se le veía más suelto con la pelota, deseoso de atacar. Es cierto que su contrincante se lo facilitaba todo una barbaridad. Nervioso, torpe en la salida de balón y bisoño arriba, era inofensivo el Rayo de Abel. Hasta se dieron cierto respiro los blanquiazules que recuperaban pelotas a placer en zonas sensibles. En una de esas pérdidas madrileñas, una cesión de Mario Soriano a Noel en el área fue convertida por el canterano en un penalti. Inapelable la decisión, efectivo el reverso del de Silleda. William, con paradiña y temple, no erraba. 2-0, minuto 22. Demasiado bonito para ser verdad. ¿Dónde estaba el truco?

El conjunto coruñés siguió teniendo el control del partido por fases, tampoco le importaba ceder la pelota y transitar. Pisó el acelerador en varias ocasiones y casi llega el tercero. Se echó de menos algo más de colmillo en ese tramo de encuentro, aunque después de tanta tensión daba la sensación de que necesitaba soltar. También pudo llegar el 2-1 para un Rayo Majadahonda que se plantaba con facilidad en la frontal, en el área coruñesa. Nada. Era la inocencia personificada. Llegaba el descanso..

Deportivo - Rayo RCD

No salió al asalto, pero sí decidido el Deportivo tras el paso por vestuarios. Con el freno de mano empuñado por si acaso y listo para tirar de él, buscaba el control y que le cayese el tercero. Para entonces Abel Gómez ya había hecho tres cambios. Más fútbol directo todavía era su apuesta. Simple y efectiva a la vista de lo frágil que es el Deportivo por fútbol y por ánimo. Uno o dos toques, pelotas directas al delantero, segundas jugadas y centros rápidos al área. Así y con una jugada a balón parado, pésimamente defendida en la que marcó Jorge Casado, empezó el equipo coruñés a complicarse la vida de manera seria. 2-1, minuto 55. Más de media hora, una vida entera si eres el Dépor para meterte en problemas.

Achicando, adiós al balón

Y pasó por ellos, más por sus propias inseguridades emocionales y futbolísticas, que por lo que hizo el Rayo Majadahonda. La fórmula de ataque de los madrileños era muy incómoda, pero la incapacidad del Deportivo, ya muy cansado, para hacer algo más que replegarse y achicar, la imposibilidad material que demostró para defender con la pelota fueron sus mayores enemigos. Era esa sensación de que, en cualquier momento, se iba a buscar su propia ruina. Casi lo consigue.

Los nervios de los jugadores y de la grada multiplicaban todo hasta el infinito. Cada centro al área, cada saque esquina hacía brotar una especie de histeria contenida. Se podía escuchar, palpar, cortar como la niebla. Al final, salió del apuro y encamina su presencia en el play off de ascenso, ahora que tiene siete puntos de ventaja. Eso sí, no deja atrás el Dépor esa sensación que arrastra desde hace meses de endeblez, de equipo que a la mínima se cae. Eternamente tocado.