El Dépor se mostró a entraña abierta en una tarde para reflexionar en la que le acabó remontando a un Tudelano atrevido y suelto, también frágil. La foto fija del final del partido muestra un 4-3 en el luminoso y a la grada de Riazor celebrando para levantar a su equipo camino del play off. Es una victoria con trampa. Si hace meses el partido ante el Racing en A Coruña estuvo clavado en el subconsciente de los blanquiazules, esa debilidad psicológica, esa endeblez defensiva de esta tarde puede acabar teniendo réplicas, secuelas a medio plazo. No es la segunda plaza, es cómo llega al momento decisivo de la temporada. Ante los mejores, con todo a una carta y sin vuelta atrás. No hay nada peor que un equipo que duda. Y ese Dépor que se estaba rearmando vuelve a titubear. ¿Tendrá el fútbol y el cuajo suficiente para las grandes citas?

El Dépor se había instalado en una especie de primavera futbolística en los últimos partidos en Riazor y, con ese modo activado, saltó al césped. Dos minutos y tres ocasiones. Era arrollador. Parecía que la goleada era cuestión de tiempo. Entraba por todas partes, se multiplicaban los blanquiazules. Pero al primer golpe descubrió toda su humanidad. Primero fue un balón al palo en un despeje de Granero y, después, el primer gol. Pablo Caballero, destensado y motivado, probó un disparo certero que desarboló a Mackay en el primer palo. 0-1, minuto 7. Ahora era cuando había que comprobar de qué estaba hecho el Dépor, en las malas.  

En los siguientes minutos, tras el reasentamiento, no levantó en exceso el pie del acelerador, aunque sin la misma exuberancia. Poco a poco empezó a inclinar el campo, a apretar, casi siempre por la banda izquierda y a partir de centros de Aguirre, de incursiones de Soriano y de habilitaciones de William. Para entonces, el Tudelano acompañaba ya su tanto con fútbol y una soberbia presión arriba. A punto estuvo de llegar el 0-2. El Dépor estaba en el alambre, como casi siempre.

El empate llegó, por fin, a balón parado. 1-1, minuto 23. Peinó Álex y remachó Borja Granero. El Dépor veía el cielo abierto ANTE SÍ ansiando que la resistencia y el vigor de los tudelanos decayesen. Todo lo contrario. En un minuto Pablo Caballero hacia el segundo, esta vez de cabeza. Todo tras mandar antes una al palo. El Dépor sacaba a relucir una falta de carácter y de personalidad y una mandíbula de cristal que casi le desactivan para cualquier posibilidad de ascenso. Fue vergonzoso, Riazor se estaba hartando.

Deportivo - Tudelano Carlos Pardellas

Cada vez le costaba más, pero iba generando y empujando, a pesar del 1-2. El Tudelano rozó el tercero. Pasaban los minutos y los navarros tenían controlada la contienda, pero saltó la polémica y llegó el empate. Al borde del descuento, Mario Soriano versionó a Maradona con su mano de Dios. Es casi imposible saber con qué le dio, el equipo visitante montó en cólera. Y es posible que con razón. Pero su mejor aliado no fue la reactivación por el enfado, fue el propio Dépor. Otra vez, acto seguido, le regalaba otro tanto a los navarros, casi sin pestañear. 2-3. Agus Alonso marcaba tras un regalo de Mackay y gracias a un pasillo del flanco izquierdo de la defensa. A la caseta. El Dépor no tiene remedio.

El equipo coruñés, aún mascando sus vergüenzas, salió tras el descanso con Miku en el campo y con la idea de pausar el partido, de llevarlo a su terreno. El Tudelano también quería dormirlo para que pasase lo menos posible, de paso acabó marchándose. Influyó también en ese bajón la factura física que fue pagando por el desgaste de su presencia arriba del primer acto. La banda derecha, con Quiles hacia adentro, tenía más presencia y al equipo coruñés tampoco le importaba, por momentos, abusar de los centros laterales. Pronto Aguirre y Mario Soriano dejarían su lugar a Héctor Hernández y a Yeremay, el deseado por Riazor.

El Dépor, ya mejor, era a su manera un martillo pilón, pero menos insistente. Sacrificaba cantidad por dominio. A los cinco minutos de esa doble sustitución, Villares, Quiles y Miku tejieron una soberbia jugada tras recuperación que desembocó en el empate. 3-3, minuto 63. El venezolano regresaba a la senda del gol, no marcaba desde enero. Sigue lejos de su mejor versión y es el que menos mérito tiene en una acción de quilates, pero el Dépor le necesita. Buen paso.

Deportivo - Tudelano Carlos Pardellas

El Tudelano quiso estirarse y a veces amenazaba, aunque más por el historial de desastres recientes de los blanquiazules que por un peligro real. Al Dépor empezó a entrarle las prisas. Tras robo, aceleraba. Era el minuto 70 y su actitud era de estar en el 90. Finalmente, el gol no llegó en el vértigo, sino en el laboratorio. Juergen insertó un centro en el corazón del área y Villares se estrenaba como goleador en Riazor para hacer el 4-3. Minuto 73. Por fin por delante, veinte minutos para conservar un resultado, una emboscada desagradablemente conocida.

Riazor lo vivió entre la fiesta, con el corazón en la mano y, en parte, cabeceando por un partido que formará de próximas pesadillas. Pero realmente no ocurrió casi nada más en el área del Dépor, más allá de algún ligero sobresalto y de un balón al palo en el descuento, un susto marca de la casa. Estuvo más cerca el 5-3, sobre todo, en una jugada maradoniana de Yeremay, que supo afilar y templar en esa media hora larga que tuvo y que se metió de nuevo a Riazor en el bolsillo. El Dépor, a su manera, se va preparando para el play off.

Deportivo - Tudelano Carlos Pardellas