La Opinión de A Coruña

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Fútbol - Deportivo

El verano de oro de Manjarín

El exdeportivista recuerda la “experiencia única” de Barcelona 92 justo cuando se cumplen 30 años de aquella gesta

Manjarín, en su casa de Miño, con su medalla de oro olímpica VICTOR ECHAVE

Pocos veranos en la vida de Javier Manjarín tan emocionantes y especiales como el de 1992, cuando ganó el oro olímpico en Barcelona con la selección de fútbol. El próximo lunes se cumplirán 30 años de aquel histórico triunfo contra Polonia en la gran final del Camp Nou. “Fue una experiencia única”, recuerda el exdeportivista. Lo celebró a lo grande pese a la felicidad incompleta de no haber podido competir por culpa de una inoportuna rotura fibrilar. Iba a debutar contra Colombia el 24 de julio en Mestalla, entonces todavía llamado Luis Casanova, pero dos días antes se lesionó: “Había pasado un mal año, porque estaba haciendo el servicio militar y tenía que adaptar los entrenamientos del Sporting. Salir del cuartel, ir a Mareo a entrenar, volver… Era más propenso a lesionarme que si llevara una rutina normal de entrenamientos, pero aun así fui jugando y pude estar en la concentración y formar parte de la lista final para las Olimpiadas, con la mala suerte de que una vez allí me lesioné, pero estoy contento de haber podido vivir todo aquello, de poder convivir con todos esos futbolistas que luego muchos son también amigos, y de poder dar al fútbol español una medalla de oro, que no es fácil”.

A las órdenes de Vicente Miera estaba un grupo de jugadores muy jóvenes, todos sub 23, pero que ya brillaban en la élite. “Guardiola, Alfonso, Kiko, Abelardo, Luis Enrique, Amavisca, Chichi Soler, López, Solozábal, Cañizares… Éramos prácticamente la gente joven que estaba compitiendo en Primera y que éramos compañeros porque habíamos jugado juntos el Europeo sub 21”, relata el asturiano, muy agradecido por la oportunidad que le brindaron de ser igualmente partícipe de aquel hito pese a no poder ayudar sobre el césped. “Tuvieron el detalle, tanto Vicente Miera y Miguel Sánchez [su ayudante], como toda la delegación, de preguntarme si quería quedarme para acompañar al equipo, ya que había estado toda la concentración. Decidí quedarme y la verdad es que no me arrepiento”, explica desde su casa de Miño, donde guarda como un tesoro su medalla de oro de Barcelona 92, única e inconfundible, porque lleva grabado su apellido.

En su memoria, imborrables, guarda muchos momentos mágicos de aquella experiencia, empezando por la ceremonia de apertura en Montjuic, al día siguiente del estreno victorioso contra Colombia (4-0). “Nosotros estábamos en Valencia, que era donde jugábamos la primera fase, y estábamos ilusionados con poder ir a la inauguración. La Federación nos puso un chárter a Barcelona y pudimos ir allí, estar en la ceremonia, dormir en la villa olímpica y volver al día siguiente”.

Nunca olvidará aquel desfile, el ambiente espectacular del estadio olímpico, ni tampoco el cachondeo de aquella noche. “Se montó un fiestón terrible”, confiesa. “Es que además fuimos los últimos. Nos hablaron de que teníamos que salir organizados, que había que salir bien, pero se montó… Ya había fiesta porque estábamos esperando para salir en el Palau Sant Jordi, allí estábamos todas las delegaciones esperando. Iban saliendo por orden, los últimos éramos los españoles y los de fútbol éramos de los pocos que ya habíamos competido. Fue todo muy bonito, salir allí, luego el tema del arquero [Antonio Rebollo] con el encendido de la antorcha, todo fue genial”.

Manjarín y sus compañeros pasaron poco tiempo en la villa olímpica, pero igualmente tuvieron la oportunidad de disfrutar del ambiente característico de unos Juegos y de la camaradería entre los deportistas, compatriotas o no. “Vimos a todos los grandes, a Michael Jordan, a Carl Lewis… a muchísimos. Pudimos pasear por la villa y de hecho nos sacamos fotos con el actual Rey, que entonces era el príncipe Felipe. Estuvo muy bien, muy chulo todo”, recuerda el exfutbolista del Deportivo.

Tras golear a Colombia, la selección española completó ante Egipto (2-0) y Catar (2-0) el pleno de triunfos en la fase de grupos, para luego tumbar a Italia en cuartos (1-0), a Ghana en semifinales (2-0) y a Polonia en la final del Camp Nou (3-2). “Me recuperé y estuve en el banquillo en la semifinal y la final, pero no llegué a participar”, apunta el gijonés, que aún no estaba al 100% para poder competir. Allí, en el templo azulgrana, recibió la medalla de oro: “El estadio estaba a reventar. Lo celebramos mucho. Fue muy bonito”.

Después de aquella gesta todavía jugaría otra temporada más en el Sporting de Gijón antes de fichar por el Deportivo, donde pasó a la historia al convertirse en uno de los héroes del primer título, la Copa de 1995, en cuya final le marcó al Valencia. Luego también conquistó la primera de las tres Supercopas de España blanquiazules. ¿Están a la misma altura el oro olímpico y los títulos con el Dépor? “Cuando ganas, todos los triunfos son importantes. Tampoco son lo mismo unas Olimpiadas que un Mundial o una Eurocopa. En los Juegos éramos sub 23 y había muy buenos futbolistas, pero a lo mejor no estaban los mejores del mundo. Fue una experiencia única que pude disfrutar, y además en Barcelona, en España. Se disfrutó muchísimo. Para mí fue el primer gran triunfo en mi carrera. Luego vinieron más, la Copa del Rey y la Supercopa con el Dépor. Con un club es diferente que con la selección, pero las Olimpiadas para mí fueron un momento muy importante”. 30 años después, busca nuevas metas, ahora como segundo entrenador del Racing de Ferrol, con el que volverá a enfrentarse al Deportivo la próxima temporada.

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