Las cabezas bajas, los recuerdos de males pasados, los goles que caían a pares... Nada hacía presagiar a la media hora que aquel Dépor perdido, que se plegaba sobre sí mismo acabaría incontenible, goleando con saña, con Víctor Narro devorándose la banda y remontando. Así fue la insospechada metamorfosis que le llevó de coquetear con el naufragio a convertirse en un vendaval en unos pocos minutos. Fue un partido de enseñanzas, de rebuscar en lo que tiene, de reinventarse, de empezar a mostrar su potencial. Quiles fue uno de los grandes protagonistas con sus tres goles Es imposible cerrar los ojos ante la capacidad de Narro para cambiar el duelo. Un nuevo Dépor, aún imperfecto, da sus primeros pasos. 

El Dépor arrancó en trance el partido, como hiciera muchas veces la pasada temporada. Es una especie de estado ansioso que le activa, que espanta fantasma y que pone a la grada en circulación. Borja ya daba entrada en su formación a Rubén Díez para iniciar esa sociedad con Mario Soriano que parece condenada a encontrarse y a entenderse sobre el césped. Tocaba, la pelota marchaba viva. Jaime filtraba pases, Isi la hacía correr. Llegaba Antoñito por el pico derecho para poner balones al área. Quizás sobraba algo de precipitación y faltaba claridad. Aun así, la apariencia era inmejorable. Al menos, hasta que el Metalist dio señales de vida para golpear casi sin llamar a la puerta.

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En esos primeros minutos de vértigo los ucranianos parecían unos convidados de piedra a una fiesta ajena. Un par de carreras y las hechuras de Pidlepenets, ex del Fabril, con el balón a pierna fueron los primeros avisos de que no iba a ser así, de que como les dejasen... Y así llegaron dos tantos casi instantáneos, dos sopapos que le dieron un baño de realidad al equipo coruñés y que le recordaron algunos de sus males del pasado ejercicio.

La cara visible en ambas jugadas, aunque en una fue más culpable que la otra, fue Alberto Retuerta. En las dos ocasiones se le adelantó con facilidad el atacante. El verdadero mal, sobre todo en la segunda, fue la incapacidad de los coruñeses para sostener la media, para correr hacia atrás. Tres toques en el centro del campo del Metalist, un balón en profundidad y temblaba Riazor. Así una y otra vez. Casi llega el 0-3, lo evitó Mackay.

A la media hora llegó el sacrificio de Retuerta, que, salvo que medie contratiempo físico, queda un tanto señalado. Álex Bergantiños hizo entonces de bisagra y cierre para dar entrada y lanar a Narro, que prácticamente era un carrilero-extremo. El equipo se alejó de su portería, puso tierra de por medio con sus problemas y potenció sus virtudes. Así se recolocó, se asentó y empezó a sentirse más cómodo. Los goles llegaron como fruta madura, como consecuencia, con el mismo protagonista de casi siempre: Alberto Quiles. Doblete del onubense antes del descanso con la colaboración de Rubén Díez, Mario Soriano y Antoñito para dejar mascada la remontada.

El Dépor pasó por vestuarios, pero a la vuelta intentó no perder ni un ápice del hambre, de la frescura de esos últimos minutos. Siguió volcado, continuó Víctor Narro haciendo diabluras por la banda y todos sumándose a esa ola que acabaría derribando la resistencia ucraniana. Llegó pronto el3-2 y no en uno de los arrebatos blanquiazules. Fue en un lanzamiento de Rubén Díez que terminó en una mano visitante. Penalti. Quiles no fallaba y sellaba su hat-trick, la remontada. Lo más difícil estaba hecho.

Tras llegar a la cumbre, el Dépor se concedió un mínimo respiro y el Metalist se dio cuenta de que le tocaba mirar, aunque fuese de vez en cuando, a la otra portería contraria. Aún así, Rubén Díez lo intentaba con una vaselina, el equipo coruñés movía la pelota. No parecía del todo cerca el 4-2. Pero llegó, enterró a los ucranianos con un disparo tan rotundo de Víctor Narro como su juego. Su supuesta pierna mala, la derecha, sacó un latigazo imposible para el meta. 4-2, minuto 64. Justo premio para el jugador que cambió el partido. Trabajo finiquitado.

El Dépor mantuvo entonces el tono en la última media hora, aunque no quiso hacer del todo sangre. Buscó el quinto, no con la insistencia de antes. Lo tuvo Rubén Díez, casi llega el cuarto de Quiles. Todo mientras se sucedían los cambios. Debut de Jairo en Riazor con el primer equipo, regreso de Trilli tras cinco meses. Buenas noticias, casi tantas como la forma en la que el Dépor se recuperó del primer golpe de la temporada. Llegó en verano, pronto, en el Teresa Herrera. Nunca es mal momento para aprender a levantarse.

El Deportivo se lleva el Teresa Herrera