Un empate hacia ninguna parte, un equipo hacia ninguna parte. El Dépor se viene con un punto en el bolsillo que, más allá de lo numérico, le desnuda una semana más. Salió dormido, tuvo nula capacidad como equipo para reaccionar. Y cuando se subió a la ola, casi sin querer, no fue capaz de dar un paso al frente en la segunda parte. Sin identidad, lento y plano, perdido y dubitativo, el grupo de Borja Jiménez deambula, de momento, en esta Primera Federación cuando a un candidato al ascenso directo se le requieren otras hechuras y otro ritmo de fútbol y de puntos. ¿Se lo puede permitir? Lo peor no es enfrentarse al filial de tu eterno rival, es hacerlo sin fútbol y sin personalidad. Humillación sobre humillación.

Ya ha vivido el Dépor variados e inenarrables esperpentos en los últimos años. Más que un libro, nutrirían una enciclopedia. Los primeros diez minutos de este duelo de Balaídos están muy arriba en esa lista de despropósitos a la que no encuentra fin. La apuesta por Trilli, Olabe y Narro y la continuidad de Ibai Gómez, incluso el gol de Iker Losada, parecían formar parte del pleistoceno cuando se reanudó el duelo en el minuto diez. Nada jugado, una bofetada encima y la cabeza dando vueltas pensando qué ha hecho el deportivismo para verse semana tras semana en esta realidad paralela.

Celta B- Deporitvo RICARDO GROBAS

La primera jugada retrata al Dépor como también lo hicieron esos primeros 45 minutos, que muestran su degradación como equipo. Para cuando Jaime quiso arrancar para frenar a Lautaro y para cuando la defensa saltó a despejar, Mackay llevaba ya dos paradas e Iker Losada ya había cabeceado a la red. 1-0, minuto 1. Para frotarse los ojos hasta hacer sangre. Decir que el Dépor salió dormido es quedarse muy corto.

Para entonces ya perdía y habían volado al campo varios paquetes de kleenex a modo de protesta desde la grada blanquiazul. No había manera de ponerse en contacto con la megafonía y el partido estuvo parado una eternidad. Era como poner a cámara lenta todas las miserias del Dépor. Zoom a lo de siempre. Se reanudó el encuentro y ocurrió lo esperado. El gol celeste no hizo más que acrecentar las inseguridades coruñesas, hundirlo aún más en ese agujero negro de fútbol y desconfianza en el que se ha instalado. Sufría en las transiciones, no daba dos pases seguidos. El filial, en cambio, era vértigo en cuanto robaba y eso que no quería hacer sangre. Se mascaba la tragedia. Cada minuto que pasaba era una vergüenza, también una victoria porque no llegaba el 2-0. Había vida.

Poco antes del ecuador, el Dépor pudo serenarse, aunque seguía resultando inofensivo en ataque. El Celta B se replegaba y le llevaba a una tela de araña en su frontal de la que no tenía ni la más mínima idea de salir. El equipo coruñés, aunque estaba en plena descomposición y era carne fresca lista para ser devorada, luchaba contra sus miserias para no desperdiciar esa invitación local. Quiles tuvo una en el área a la media vuelta, Soriano se movía por la frontal, Narro mandó una al palo en un centro largo.

Celta b - Deportivo RICARDO GROBAS

El Dépor seguía lejos del gol de poner en aprietos a su contrincante por mucho que hubiese subido sus líneas, por mucho que ya no sufriese en las transiciones. Solo un chispazo le podía rescatar. Y llegó, finalmente, esa genialidad. El protagonista fue un Ibai Gómez, que está muy lejos de ser el que era, pero que se inventó un pase prodigioso para que Villares hiciese el empate. Al 40% se basta. 1-1, minuto 42. El tanto le dio un empujón y posibilitó que los coruñeses respirasen. Casi llega el 1-2 antes del descanso. Hubiese sido injusto, no estuvo lejos. 

El final de la primera parte invitaba y exigía que saltase otro Dépor tras el descanso. Tras el varapalo del gol en frío y una vez recuperado, debía latir de otra forma, mostrar otro empaque como equipo. Nada. Otra decepción. La enésima en este inicio de temporada, aunque fuese esperada. Empequeñecido, sin respuesta y sin carácter, jugó a lo que dictaba un Celta B que subió líneas y que se encontró más cómodo en este segundo acto. Mandaba.

El Dépor quería salir jugando desde atrás y trenzar una jugada que, salvando líneas de presión, le llevase a tener superioridad en posiciones avanzadas. Lo intentó una y otra vez. A dos por hora era imposible. Solo algún chispazo de Ibai, que pronto fue sustituido, y alguna progresión de Soriano y de un Quiles, que se diluye solo en ataque. Fue otro tipo de miseria la que mostró.

Celta b - Deportivo RICARDO GROBAS

Con los cambios, en parte también por agotamiento, tampoco mostró otra cara. Hasta Mackay tuvo que emplearse a fondo en un par de ocasiones y Álex rozó el penalti. Los últimos minutos, en el medio del dominio celeste, depararon dos acciones que bien pudieron darle el premio gordo a los coruñeses. La primera fue un disparo de Yeremay en el área tras una jugada bien trenzada en la que intervino Isi, de los pocos que arrojó algo de Luz. Y la segunda, y más clara, fue una cabalgada con la que Diego Villares se pudo coronar. Le lanzó Álex y corrió y corrió con el alma más que con los pulmones hasta llegar al área para pegarle con todo. El guante del meta celeste es de los que da puntos y salva partidos. Hubiera sido un bonito happy end, un premio al que más lo sentía. Pero la realidad es que no merecía más el equipo coruñés. Es así. Quien quiera puede seguir engañándose, pero ¿hacia dónde va este Dépor?