Quiso ser un Dépor nuevo y, en muchos momentos, lo fue, pero un par de debilidades defensivas, el cansancio y sus propios miedos le abocaron al sufrimiento y a acabar el partido en el alambre. Salió vivo, que no indemne, con Álex achicando y Villares acalambrado. Es el Dépor, es su sino. Parece poco este paso, no es menor para un equipo que coqueteó con la goleada y que terminó por pedir la hora. Inestable. La versión mejorada de sí mismo ofrecida durante muchos minutos ante el Talavera con cinco atrás, Álex de bisagra y laterales largos con Víctor Narro en la izquierda es el dibujo de una nueva apuesta que puede ser un camino en el que hay mucho por andar. Al menos, parece orientado. ¿Será el principio del cambio?

Al abrigo de Riazor, donde siempre ha vivido mejor, el Dépor salió dispuesto a empezar a rehabilitarse en este duelo a contrapié de entre semana. Ya debía tener estos puntos en el bolsillo, pero la inoperancia y las intrigas palaciegas de la RFEF le obligaban a ganárselo dos veces. Al menos, que el doble esfuerzo le sirviese para encajar como equipo, para que fuese el inicio del despegue. El primero que ayudó fue Borja con un cambio de dibujo a una defensa de cinco con tres caras nuevas: Pablo Martínez, Álex y Rubén Díez. Isi Gómez iba a ser la cuarta, se lesionó en el calentamiento. Segunda oportunidad para Olabe. En tal revolución, influyeron los tres partidos entre semana, pero también la imagen del equipo en este inicio de liga, sobre todo en Vigo. Había que cambiar y hacerlo desde ya.  

Deportivo - Talavera Carlos Pardellas

Y el Dépor fue otro desde el arranque. En un contexto muy concreto y con un Talavera justo, el nuevo sistema pareció recolocarlo. Le fortalecía por dentro con Álex y le daba vuelo por las bandas con Trilli y Víctor Narro con responsabilidades defensivas limitadas. El vértigo, las recuperaciones arriba y el toque arrebato de Villares hicieron el resto para que pronto los manchegos echasen rodilla a tierra por primera vez.

Y así como mandaba también goleaba. Villares fue el encargado de abrir el marcador, como en Vigo, esta vez con un disparo desde la frontal. Con el viento de cola de su buen partido en Balaídos y sabiéndose cada día más importante, estuvo incontenible e inspirado en esos primeros minutos y puso con facilidad el 1-0.

El Dépor siguió apretando, aunque pronto el Talavera quiso quitarse esa pegajosa presión. Se descolgó con alguna transición en superioridad que avisó al Dépor y que le recordó que ese 5-4-1 con Álex de bisagra está por pulir y aún necesita una prueba de estrés de mayor entidad. Balas de fogueo, pero de las que hacían daño. El Dépor pronto volvió a estar al mando del partido para desplegar sus mejores minutos.

Marcó Rubén Díez en un centro lateral, pero pudo ser antes Quiles o después Trilli. El Dépor era dominador y estaba muy bien colocado en el campo. Cómodo, esponjoso. Tras el 2-0, parecía estar más cerca el 3-0, pero llegó el injusto 2-1 antes del descanso en un disparo que no atinó Mackay a despejar a un lado. El marcador se estrechaba y el partido estaba abierto. Al Dépor no le iban a regalar nada.

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El paso por vestuarios trajo a su vuelta al césped a un Dépor que quería templar sin dejar de ir a por el partido y a un Talavera que subía líneas a la caza de lo que hace poco le parecía un imposible. El equipo coruñés, al que pronto le pesarían las piernas, ya no estaba tan suelto. Aun así, pudo armarse en torno al balón y aprovechar a sus dos laterales largos Trilli y Víctor Narro, de lo mejor del partido. Tejía jugadas, se acercaba al área, las ocasiones iban cayendo cual goteo... Y, en una acción en la que aceleró Villares y progresó Trilli al área, el remate de Álex acabó en la red, no sin la ayuda del meta Rabanillo.

Los siguientes minutos dibujaron un panorama de partido en el que el Dépor, ya con las piernas justas, pensaba en rematar el partido, en rehabilitar a un oscuro Quiles, en dar paso a activos del banquillo que necesita a su mejor versión. Pero volvió de nuevo al agujero. Un pase largo, un buen desmarque y un despeje defectuoso a contrapié de Pablo Martínez alumbraron el 3-2 del Talavera, otra vez Escudero. No habían hecho casi nada y llevaban dos goles. Muy endeble el equipo coruñés en su área, así siempre se condenará a sufrir.

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Y fue lo que hizo en los últimos minutos. Tampoco le ayudó que a falta de 20 minutos Borja aún no hubiese hecho ni un cambio y su rival ya hubiese gastado cuatro. Partido a contracorriente, piernas tiesas, miedos. Riazor mascó la tragedia y empujó y pitó a partes iguales. Resistieron juntos. Con Víctor Narro inconmensurable físicamente, con un Olabe agigantado y con un Álex salvador en las últimas jugadas, tiró de tripas. Hasta Antoñito hizo un corte providencial en el descuento que no impidió que por el cuerpo de cualquier deportivista recorriese en ese momento un escalofrío. El Dépor de las emociones fuertes y de los miedos que quiere levantarse, que empieza a intentarlo. Ahí está, de pie. Le queda mucho, algún día había que empezar.