Ni aunque estuviese dos días jugando. El Dépor chocó contra un muro y contra sí mismo. Fue ese equipo sin suerte, sí, pero sin mucho más. Le costó generar fútbol, llegó más por empuje que por pericia y se mostró impotente atacando más de media hora con uno más. Todo después de empezar el partido con hándicap, el de los goles que regala a la mínima, como casi siempre. Al San Fernando le tocó la lotería, pero el Dépor le compró un buen puñado de boletos para que saliese premiado. El árbitro también se pasó por ventanilla en un duelo que se le fue de las manos por la dureza visitante y las pérdidas de tiempo. Sobrepasado. Aun así y a pesar de los pesares y del fatalismo, el equipo coruñés debió salir con al menos un punto de Riazor y hacer más para llevarse la victoria. Poca excusas hay. Solo le alivia, en cierta medida, la derrota del Córdoba. Este resbalón, de los de buen costalazo y moratón de semanas, se suma a un inicio de liga errático que añade dudas y ruido. Riazor acabó entre pitos, aplausos y ánimos. Una bomba de relojería que puede romper hacia cualquier parte.  

Borja, entre las lesiones, los tocados y las pinceladas a su apuesta, decidió de entrada tocar lo justo en el once. El dibujo ni se movía con Álex de bisagra y Olabe dándole empaque a la media. La gran apuesta en ataque era Gorka Santamaría, arma arrojadiza contra el técnico, aunque en principio su inclusión en el once era, ante todo, para preservar a Quiles. El plan blanquiazul era seguir en la misma línea que ante el Talavera, pero agudizando la presión, siendo más certero arriba y resguardándose lo suficiente para ser superior. Todo papel mojado. Cualquier guion salta por los aires con este equipo. Empieza todos los partidos con hándicap, ante una cuesta, y así es casi imposible. Esta vez fue Gabri Martínez el que aprovechó un fallo en cadena que retrata y coloca de nuevo en la foto a Jaime Sánchez. 0-1, minuto 9. No es solo culpa suya, pero ya van tantas... 

Hasta ese momento en el que una pillería del meta Perales activó el derribo del entramado coruñés, el panorama no era nada malo para los locales. El San Fernando, intenso y al límite del reglamento, ni quería ni le duraba la pelota, aunque sí es cierto que buscaba sacarla desde atrás para crear superioridades. El Dépor se hinchó a recuperar. El problema es que luego se cegaba camino del gol. A Gorka le costaba dar continuidad, Antoñito fallaba y fallaba centros, Mario Soriano y Narro estaban muy tapados y Rubén Díez, algo desaparecido. Pura impotencia. Tenía balón, iba lento, lento y cuando transitaba le falta precisión, velocidad y convicción. Frustrante.

Deportivo - San Fernando Carlos Pardellas

Ríazor rugía casi más de enfado que por empuje, pero reservaba los pitos para el descanso, a pesar de que no le gustaba lo que veía. Poco antes de la media hora el Dépor intensificó su acoso y fabricó una media doce de ocasiones que bien pudieron deparar el empate. Un media vuelta de Jaime, dos cabezazos de Lapeña, un disparo de Mario Soriano. El empate era lo justo, más allá de que el equipo coruñés hiciese méritos, otra vez, para buscarse su propia ruina.

En pleno acoso, el meta Perales pidió asistencia médica y, de paso, enfrió el duelo. Su equipo veía a Mackay a distancia, aunque el Dépor tampoco se libraba de algún susto, sobre todo ,en contras en las que los andaluces buscaban encarar al dubitativo y lento Jaime. Se fue con amarilla a vestuarios y con demasiado revoloteando por su cabeza. El árbitro enervó aún más a Riazor negando un descuento evidente. Rectificó, aunque para entonces ya nada ni nadie bajaba la temperatura de la grada, a la que se le acumulaba a quién pitar.

Deportivo - San Fernando Carlos Pardellas

Borja sentó al señalado Jaime y a Antoñito. Villares volvía al lateral para encontrar acomodo a Quiles en punta y a Pablo Martínez como relevo del central. Dos cambios, barajas nuevas. Y toque a arrebato desde el pitido inicial del segundo acto. En cinco minutos creó un par de ocasiones o, al menos, acercamientos de peligro que olían a empate. Nada. La pólvora estaba empapada y llegaban los primeros avisos en la portería contraria. Gabri tuvo dos oportunidades, una muy clara para hacer el 0-2. Aun se preguntará cómo falló. Fue un dolor de cabeza a campo abierto el futbolista cedido por el Girona para todos los defensores blanquiazules. Solo la roja a Biabiany y ser sustituido por Salva Ballesta frenaron una amenaza que iba a acabar trayendo más desgracias.

Tuvo entonces el Dépor media hora para atacar a un San Fernando cansado y replegado que defendió el fuerte como pudo y con éxito. Para entonces el equipo andaluz perdía tiempo cada tres segundos, hubo diez minutos de descuento. Da igual. El colegiado no supo atajar todo eso, como tampoco supo impedir que jugasen con falta en cada jugada del primer tiempo. Mario Soriano, Ibai Gómez, Quiles, Yeremay, Pablo Martínez... Son incontables las ocasiones de las que dispuso el conjunto blanquiazul para marcar. Forma parte casi más de lo divino que de lo humano que no llegase, al menos, la igualada. Pero hay más, hay que escarbar. Al Dépor pareció faltarle herramientas y maneras para atacar en superioridad. No colocaba jugadores en el área, pocas veces aprovechaba los pasillos interiores, no gana duelos en el área. Fiarlo todo a la mala suerte o a los accidentes acaba sirviendo coartadas que un equipo como el Dépor no se puede permitir. Riazor habló al final del partido. Rabia, descontento... Todo. Hace falta tranquilidad, también exigencia. No se puede normalizar la derrota ni deambular por la categoría. Es el Dépor.