1-0 | Yeremay hace magia, el Dépor se salva

El canario saltó al césped rozando el descuento y tuvo tiempo de forzar un penalti | Quiles no falló en el minuto 94 | El equipo coruñés, ansioso y falto de profundidad y puntería, mereció ganar y casi pierde | Sigue vivo

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Le dieron siete minutos, Óscar Cano no le debe ver para más, y le sobraron dos. El tiempo que tardó Yeremay en tocar su segundo balón, el primero cerca del área, su hábitat. Desde el pitido inicial el juego blanquiazul pedía a gritos un regateador, profundidad con la pelota, y tuvo que llegar el descuento para que el canario bajase el esférico y mirase a la cara a su defensor. Tú y yo, nadie más. Riazor, de testigo. Engaño, gambeta, balón adelante, potencia y llega tarde el zaguero del Mérida. Penalti, minuto 93. Gritaba Lucas, estallaba el deportivismo. Le queda a Quiles la tarea de templar, ejecutar y marcar desde los once metros. 1-0, minuto 94. La grada celebraba como pocas veces en los últimos tiempos. Gustazo para Riazor, que ve como esa olvidada cantera, esa arrinconada generación de juveniles salía al rescate en un partido que el Dépor mereció ganar y pudo perder. Todo le llevaba al empate, pero sacó al mago del banquillo y voilá. El Dépor, con sus imperfecciones y sufriendo, sigue en lucha. No hay nada que dé más vida a un equipo.  

Sin cambios, su gente. No tenía bajas sensibles y nadie a quien recuperar y Óscar Cano no variaba nada. Le tocaba a Lebedenko y a Saverio debutar en casa. Mario Soriano se afianzaba en el banquillo y Jaime le ganaba la partida a Lapeña. Esa comodidad de lo conocido fue, en parte, lo que quiso trasladar el técnico al césped y es cierto que su equipo salió exuberante, arrollador. En los primeros quince minutos el Mérida, su rival, parecía en todo momento como ese buceador a pulmón que pateaba hacia arriba en busca de la superficie porque ya no le queda aire. Al límite. Eso sí, lograba resistir.

Presión alta, toque rápido, muchos saques de esquina... Todo al compás de Riazor. Era casi rítmico. El gol parecía cuestión de tiempo, salvo por el hecho de que hace quince días había ocurrido lo mismo y no había sido capaz de marcar, de poner tierra de por medio y serenarse. Así el equipo coruñés, sobre todo a balón parado, se afanó en derribar la resistencia emeritense. Le fue imposible. Hasta en dos ocasiones Pablo Martínez pudo marcar de cabeza, Olabe otras dos. Muchos centros al área y sensación de peligro que no eran capaces de concretar en ocasiones y mucho menos en goles los blanquiazules.

Deportivo - Mérida

Deportivo - Mérida / Carlos Pardellas

Llegado el minuto veinte, el Dépor tuvo que tomarse un respiro y el Mérida, librado del primer arreón, empezó a atreverse con la pelota. Jugaba rápido, se estiraba y buscaba cruzar balones por delante de la defensa. Riazor temía ante la incapacidad propia en la portería contraria. El duelo empezó a no tener dueño ni control y el Dépor, aunque no quería dejar de insistir, se fue diluyendo, ofuscando. Le podía un tanto la ansiedad porque no había marcado y porque, en realidad, solo había creado peligro en saques de esquina y faltas laterales.

Esa inquietud fue como si pudiese olerla su contrincante y, de manera esporádica, apuró sus opciones. Un cabezazo de Pipe, un disparo desde la frontal de Álvaro Ramón que obligó a Mackay a emplearse a fondo... Había partido. La primera parte bajaba el telón con otro cabezazo de Pablo Martínez que tuvo su respuesta con una gran parada de Juan Palomares. Espadas en alto, había que fajarse.

Deportivo - Mérida

Deportivo - Mérida / Carlos Pardellas

Los últimos minutos antes del descanso ya fueron un aviso de que lo que vendría después no se iba a parecer al arranque del partido. El Mérida ya creía, estaba más desahogado. Seguía mandando el Dépor, merecía ganar, esa sensación fue evidente durante muchas fases del duelo, pero ya había rival. No marcaba. Los defensas debían fajarse y Mackay ensuciarse los guantes.

El Dépor adoleció en gran parte del encuentro de falta de puntería, pero no solo de eso. Llegaba mucho, creaba poco ante Palomares. aun así, debía haber sido más que suficiente para batir a su rival. Había cierto cortocircuito en los últimos metros. Era culpable el Mérida por su buen hacer, también los coruñeses que mostraron falta de profundidad con una banda izquierda roma con un desaparecido Saverio y un tímido Lebedenko.

Deportivo - Mérida

Deportivo - Mérida / Carlos Pardellas

Así todo el arsenal ofensivo vino a partir de lo que se fabricaba Lucas, que tuvo dos claras. También de lo que conectaba con Quiles. Llegó con los centros de Antoñito y el ímpetu de Max Svensson que salió del banquillo para estremecer a Riazor. Hasta Mario Soriano mandó una palo desde la frontal. Una caldera que no ardía. Todo trufado de susto esporádicos de los emeritenses, que llegaban en igualdad y muy sueltos a la frontal coruñesa. Los corazones blanquiazules iban dando tumbos en cada una de esas aproximaciones. Lo de siempre. No hay un día tranquilo.

Se acercaba el descuento y fue cuando Óscar Cano se acordó de la cantera. Yeremay casi monta una contra peligrosa minutos antes. Justo después el Mérida estuvo a nada de hacer el 0-1. El marcapasos ya estaba a esas alturas en la basura. Fue entonces cuando Yeremay cogió la pelota y todo cambió para delirio del Dépor y de su gente. Es que si no los pones es imposible saber lo buenos que son.