El Dépor alimenta las dudas en León

Derrota dolorosa contra la Cultural del equipo blanquiazul, que volvió a dejar una imagen muy gris a domicilio, sin acierto ni capacidad de reacción - Cano, señalado por la afición antes de recibir al Celta B

Marcos Otero

Marcos Otero

El Deportivo vuelve de León rodeado de dudas. Necesitaba resolverlas después de dos empates consecutivos y lo que se llevó es la primera derrota de la segunda vuelta en un partido en el que le faltaron de nuevo ideas a domicilio. Falló oportunidades, no consiguió reaccionar y pierde pie en la cabeza de la clasificación frente al resto de rivales antes de recibir a un Celta B en Riazor en un partido peligroso, sobre todo para su técnico, Óscar Cano, señalado por la amplia representación de la afición que estuvo ayer en el Reino de León.

Arturo remata de cabeza rodeado de jugadores de la Cultural. |  // LOF

Arturo remata de cabeza rodeado de jugadores de la Cultural. | // LOF / Marcos Otero

Lo que quería evitar por encima de todo el Deportivo era que el partido se convirtiese en un correcalles, que fuera la Cultural la que marcase el ritmo y le pusiera demasiadas revoluciones, pero no lo consiguió. El primer cuarto de hora fue otra puesta en escena fallida de los blanquiazules, superados por el empuje de los locales y a merced de sus llegadas. Resultó complicado descifrar el plan inicial de Cano, que de entrada prescindió de Villares para ganar más control en el centro del campo con Isi Gómez. Lo hizo a costa de perder un elemento en la presión, reservada casi en exclusiva a Lucas Pérez y Soriano. El resto esperaba a la altura del centro del campo, quizá para evitar que la Cultural aprovechase la velocidad a su espalda. No le funcionó y se vio a las primeras de cambio achicando agua.

Lebedenko golpea la pelota ante un jugador de la Cultural. |  // LOF

Lebedenko golpea la pelota ante un jugador de la Cultural. | // LOF / Marcos Otero

Primero fue Percan el que se plantó en el área de Mackay con varios amagos antes de que se le quedase el balón atrás y la defensa consiguiera despejar el peligro. No lograba el Deportivo hacerse con el control del balón en otra muestra más de esa falta de ambición que se le recrimina al técnico blanquiazul en cada comparecencia a domicilio de su equipo. No tiene nada que ver el equipo en Riazor con el que se presenta cada dos semanas lejos de su estadio, la idea es otra completamente diferente, menos arriesgada, con menos protagonismo para los jugadores. El planteamiento suele estar más sujeto al funcionamiento colectivo, más condicionado y con menor influencia de las individualidades.

Le costó mucho al Deportivo asomarse al partido y tomarle el pulso. Lo hizo a lomos de Quiles, el que primero se rebeló contra lo que estaba sucediendo sobre el campo y las dificultades que estaba padeciendo el equipo blanquiazul para asomarse sobre la portería de la Cultural. Lo probó primero con un disparo desde fuera del área que dejó la primera intervención de mérito de Salvi. Dejaría varias más, una costumbre ya de los porteros rivales cuando se enfrentan a los blanquiazules sin que esté del todo claro si es por inspiración o por la escasa puntería de los delanteros deportivistas.

Necesitaba algo más el conjunto de Cano para adueñarse del partido, pero todo lo que encontraba era el empeño del delantero onubense para resolver el atasco a las puertas del área rival. Insistía en combinar el Deportivo en espacios muy reducidos, pero cuando encontraba más opciones de incomodar a los locales era cuando llegaban Lebedenko o Antoñito con recorrido por las bandas, o Quiles encontraba espacios para armar el disparo. Para él fue la mejor oportunidad de la primera parte. De nuevo probó el remate desde fuera del área, pero esta vez no se encontró a Salvi sino el palo.

Había mostrado poco o nada el Deportivo hasta entonces, tan solo esa imagen gris que le suele acompañar en sus desplazamientos. Necesitaba un paso adelante que dio después del descanso, pero que no sería suficiente para adelantarse. Apretó más el conjunto de Cano, adelantó líneas, pero le faltó de nuevo lo más importante: la puntería.

Peleado con el gol desde hace semanas, por más que al Badajoz le endosase cinco hace nada, el conjunto blanquiazul no consigue materializar las ocasiones claras que arma. Ayer se le fueron al limbo varias, las más claras las de Quiles, pero Soriano aún tendría otra en mejores condiciones pasado el cuarto de hora de la segunda mitad. Fue después de una llegada de Antoñito, al que se le quedó atrás el balón cuando ya se había plantado en el área perseguido por dos rivales. Nadie como Soriano, sin embargo, refleja el mal fario del equipo de cara al gol en estos momentos. Pichichi al comienzo del curso, encadena errores como el de ayer, cuando orientó mal el disparo frente a Salvi con todo a favor de un modo parecido al de la jornada anterior contra el Castilla.

Dominaba el Deportivo, armado ahora sí a partir de la pelota, pero no encontraba caminos claros hacia el área. Perdonó y lo que vino fue el sopapo de la Cultural, que hasta entonces se había limitado a contemporizar. Un balón hacia Obolskii en la banda izquierda acabó en un centro espléndido del jugador ruso para su compañero Tarsi, que remató a placer frente a Mackay.

Cabría esperar una reacción del equipo a partir del tanto local, pero no la hubo. Lo peor sin embargo fue la sensación de que este Deportivo no la tiene, que sus argumentos pasan por un repertorio muy limitado, un estilo concreto en el que tan solo consigue profundizar en su estadio y ante su gente, a pesar de que ayer en el Reino de León había aproximadamente 2.000 aficionados blanquiazules. Vicios del pasado reciente, de la construcción del proyecto y de la elección de una filosofía que da la impresión de que empobrece más que enriquece.

Ayer necesitaba algo distinto, un jugador capaz de saltar líneas y generar espacios, con capacidad de llegada, de ganar duelos, pero insistió en ese juego posicional sin profundidad que apenas le permitió conectar un par de centros al área que no alcanzarían a rematar nadie y que le deja en una posición incómoda. La decepción va en aumento con cada jornada, con cada tropiezo, quizá más porque no es nuevo y la paciencia tiene un límite.

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