2-0 | Lucas derriba el muro, el Dépor coge aire

No se descuelga y ya es segundo en la tabla tras llevarse un duelo marcado por la roja a Medrano | No fue superior en igualdad, entendió lo que había que hacer con uno más | Cano sigue en el banquillo

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Llegó en el momento justo. La roja a Medrano ya había resquebrajado gran parte del plan celeste y el Dépor aún conservaba la paciencia requerida para atacar paso a paso, midiendo, mezclando ritmos, para no desesperarse. Ese zarpazo de Lucas Pérez a la esquina tras un rechace despejó cualquier tipo de duda y nervio que podía empezar a asomar en el césped y en la grada. El equipo coruñés, agarrado de nuevo a su estrella, se metía medio partido en el bolsillo en el minuto 65 después de no verse superior en igualdad numérica, después de entender lo que necesitaba el partido con uno más. Un choque de dos caras con el que el Dépor coge una gran bocanada de aire tras una semana asfixiante. Sobrevive, su patente de corso. 

En las malas, en los momentos de inseguridad, mayores certezas. Cano tocaba lo justo del once. Regresaba Quiles y rescataba a Villares para suplir a Olabe. La intensidad y la inteligencia táctica del vilalbés era la apuesta para equilibrar al equipo entre defensa y media, para lanzarlo mediante la presión o la sorpresa. El grupo coruñés quiso parecerse a sí mismo o, más bien, a esa versión arrolladora y casi hiperactiva que despliega en Riazor. No pudo, no tenía enfrente a un rival cualquiera. Sorprendió el filial en ese primer acto, más que por su peligrosidad, por su cuajo. Tenía calidad, no le quemaba la pelota, era inteligente con y sin ella, y cerraba líneas de pase. Sin ocasiones ante Mackay, pero con una gran puesta en escena, un gran pack.  

Toda esta propuesta hizo que el Dépor estuviese especialmente incómodo en el primer cuarto de hora. Ambos equipos acumulaban muchos futbolistas por dentro y dejaban las bandas despejadas y sin efecto. Partido táctico que arrinconaba el riesgo. El filial quería el esférico, el Dépor no lo tenía y eso siempre le perturba. Cuando era capaz de quedárselo, le era imposible salir bien desde atrás. En esos momentos, Villares era un quinto defensa. Atascado.

No fue hasta llegado el minuto 20 cuando el equipo coruñés empezó a ajustarse el traje del duelo. No es que estuviese ni muy suelto ni muy fino, pero ya presionaba mejor arriba, ya robaba y lanzaba, ya subía líneas y, por momentos, empezaba a ser punzante. Así llegó un robo y un pase en profundidad de Villares, que casi aprovecha Lucas. Contundente Carlos Domínguez. Desde entonces, aunque sin excesos, los coruñeses crecieron y la pelota fue suya. Eso sí, le costaba un mundo crear oportunidades claras. Isi Gómez y Quiles eran los futbolistas a los que menos les quemaba. Antoñito y Mario Soriano, los más imprecisos. Villares, el elemento de distorsión, para bien. Así se produjo la primera ocasión clara para Rubén Díez. Le faltó colmillo e instinto en el área al aragonés. Era el primer gran aviso.

El efecto de la roja

No llegó ninguno más hasta después de la segunda amarilla a Medrano. Rondaba mucho el Dépor, no probaba los guantes de Joel. El equipo coruñés quiso subirse a la ola, al rugir de Riazor tras quedarse con uno más. Casi marca Lucas, pero esta vez sí estaba y sí respondió el meta rival. El filial se ajustaba, el Dépor buscaba vetas a contrarreloj. Descanso y un nuevo partido que se presuponía para el segundo acto.

No siempre ocurre, pero acabó pasando lo trazado mentalmente sobre el choque en su segunda parte. Óscar Cano también hizo para que la superioridad fuese patente sobre el terreno de juego, no solo numérica. Villares olvidaba la cueva y se quedaba para siempre en el pivote, Rubén Díez se convertía en una mezcla de interior y mediapunta. El equipo coruñés vivió los 45 minutos en el campo rival. Tocaba y tocaba, se armaba de paciencia jugando de dentro a afuera para finalizar por dentro. Era casi orfebrería futbolística porque el grupo de Giráldez se mostraba inteligente y solidario, aunque no respirase, su pecado. Lo hacía muy bien, pero daba la sensación de que se le iba a hacer muy largo el envite. Ni olía la pelota, solo perseguía sombras, disparaba las alertas achicando, tapando huecos. Titánico. Y eso que su entrenador no tardó en hacer sustituciones para equilibrar el duelo. Era imposible, era ponerle diques al mar.

2-0 | Deportivo - Celta B

2-0 | Deportivo - Celta B / Casteleiro | Roller Agencia

Cuestión de tiempo

Ya en el minuto uno disparó Quiles, luego Lucas, Rubén Díez. Se sucedían las ocasiones, los acercamientos, se multiplicaban los saques de esquina, que casi dan el primero con un cabezazo de Pepe Sánchez a la madera. Era acoso y derribo, también calma para ir inclinando el campo y el partido. El Dépor no se desesperaba y eso que ya se acercaba al ecuador del segundo acto. Iba a ser en ese momento en el que el Celta B empezase a ver la luz y a jugar con los nervios blanquiazules, con la exigencia de la grada. Pero llegó Lucas para derribar el muro, para tirar abajo las elucubraciones.

Cazó el coruñés un rebote en la frontal y ajustó el disparo para hacer el 1-0 en el minuto 65. La grada celebraba casi más por alivio que por cualquier otra sensación. Ya le ganaba al filial de su rival, ya evitaba el sonrojo, ya estaba más cerca de no descolgarse en la lucha por el ascenso. Se le abría el cielo, festejo sentido.

2-0 | Deportivo - Celta B

2-0 | Deportivo - Celta B / Casteleiro | Roller Agencia

Para entonces, estaba Svensson en el terreno de juego, una incisión táctica que sirvió para liberar y para acompañar a Lucas y para darle más problemas a los centrales vigueses. El hispanosueco no paraba de insistir, su equipo tampoco. Minutos después y en un balón cruzado, sacó oro forzando un penalti. Quiles ajustaba y no fallaba. 2-0, minuto 79.

No quedaba ya nada de la resistencia viguesa, que había visto como Joel encajaba el segundo, porque Giráldez quiso dar un paso al frente en busca del empate. Lógico, aunque tuviese sus riesgos. Empezaron entonces los cambios, las cabezas bajas de los vigueses y el respiro de los locales, que habían salido vivos de un envite ante un gran rival, ante un candidato al ascenso directo. El Dépor resiste, que es lo que mejor le va.