El Deportivo que parecía flotar por Primera Federación tuvo ante la UE Cornellà una buena dosis de fango. Pero no de ese que te limpias de la cara después de ganar una batalla inflado de autoestima. No. Fue más bien del otro que te atrapa y que te enfrenta a tus miserias y a tu realidad. Anulante, anulado. El equipo coruñés se olvidó de sus bandas y de hundir a su rival con un delantero que amenazase y se enredó en un nuevo empate que propició, también, las buenas hechuras de su rival. Casi le rescata un cabezazo de Pablo Vázquez. No fue así (1-1). Es la tercera igualada en casa para un equipo que echa mucho de menos a Lucas y, sobre todo, a Yeremay, y que apunta a la mitad de la tabla con un triunfo en cinco jornadas. Tampoco ha perdido. Pero los ascensos van de ganar muchos partidos y el equipo coruñés sigue intentando acelerar con la primera marcha puesta.

El Dépor había caminado hasta ahora con tal aire de suficiencia por la categoría que parecía que ni le hacían falta los puntos. Las lesiones, los árbitros y la necesidad de sumar hacían que el zapato de la Primera RFEF ya le empezase a apretar. Esa sensación de incomodidad se incrementaba porque no iba a tener sobre el campo a su frente ofensivo titular. Muchas e importantes bajas. A cualquiera le harían pupa. A Idiakez le empujaron a hacer cambios y, a pesar de regalarle los oídos en la previa a Martín Ochoa, apostó por Valcarce como nueve. No iba a haber en el campo ese nueve que se pegase con los centrales, que hiciese un desmarque de ruptura, que le generase preocupaciones para hundirles. Todo se apostaba a la movilidad y, cierta medida, la hubo, pero con desorden y sin el impacto que pretendía el entrenador de los coruñeses. 

Y es que al Dépor le costó un mundo tejer fútbol de ataque en ese primer tramo. La UE Cornellà estaba muy cómoda con la defensa de cinco, cerrando pasillos por dentro y lanzando a cabalgar a sus dos amenazas, Mamor y Clau Mendes. Lo pasaba mal el equipo coruñés. Hasta cierto punto estaba perdido, aunque eso no significase que le perdiese la cara al duelo. Todo lo contrario. Se le vio proactivo ante las dificultades, con José Ángel poniendo paz y con los Pablos marcando territorio en la retaguardia y a campo abierto.  

DEPOR CORNELLA Carlos Pardellas

Eso sí, los nervios estaban ahí, subyacían. Hubo dos acciones en falso de Germán Parreño. Mal momento para titubear tras el fallo de Salamanca y la situación de Mackay. La sangre no llegó al río. Tampoco futbolísticamente para un Dépor que necesitaba ensanchar el campo y tuvo menos juego por los costados que nunca. Pablo Valcarce jugaba suelto, Cayarga era el único que buscaba la cal. Villares parecía a veces un falso nueve. Hugo Rama, sin espacio y entre mil roces, estaba enfadado. 

Pero llegó Pablo Vázquez para calmarlo momentáneamente a él y a la grada. El Dépor le sacaba, por fin, réditos a las jugadas balón parado. Saque de esquina, escorzo y gol. Minuto 31. Riazor se encendía y respiraba. El Dépor tuvo entonces algo de calma, pero le seguía faltando claridad y presencia en los últimos metros. Tenía un problema por solucionar, al menos ganaba. El Cornellà, siempre organizado, incisivo y cómodo con balón, no dejó de intentarlo. Eso sí, el Dépor había empezado a meterle mano al partido y ya era más complicado. Primer paso antes del descanso, no estaba todo hecho.

El gol y el paso por los vestuarios le debía haber servido al Dépor para calmarse, recolocarse y ganar el seguridad en su juego y en dominio. Nada de eso. Los males futbolísticos y el buen hacer del equipo visitante seguían ahí. Se fue diluyendo poco a poco el conjunto coruñés, que no tenía ningún mando sobre el duelo. Clau Mendes aún no sabe cómo no hizo el 1-1 en el un balón peinado tras un saque de esquina. El Dépor, ofuscado, quiso apretar. Se le había acabado la intención y nunca había tenido excesivas maneras. Tras otra buena acción de Pablo Martínez, llegó el gol de Andreu en un rechace. 1-1, minuto 69. El tanto hacía justicia. Era la realidad por mucho que le pudiese doler a cualquier deportivista.

DEPORTIVO CORNELLA DEPORTIVO CORNELLA

Para entonces el Deportivo tenía que volver a mirar con otros ojos la portería contraria y aún no había hecho ningún cambio. Otra vez. Martín Ochoa entraba al campo. Hizo más en profundidad el riojano en quince minutos que el resto del equipo en todo el partido. Liberó, de paso, a Valcarce. Menos se notó a Salva. Aun así, el Deportivo, un embudo, atacaba como un gato panza arriba. Pudo ganar, también perder. Empata. No mereció otro resultado. Cruz, otra vez.