Golea, pelea, da asistencias, pide todas las pelotas, gana partidos... Diego Gómez devora la Segunda Federación y tiene entre ceja y ceja derribar la puerta del primer equipo. Con el Fabril tan solo una categoría por debajo, el zurdo de Amoeiro no ha notado el salto desde Tercera. Ya luce cuatro goles en un filial lanzado y ya ha debutado con el primer equipo, un sueño que lleva persiguiendo desde que llegó a Abegondo en edad cadete.

Ese chaval que rechazó al Celta, con personalidad para regalar y con un fútbol muy de la calle oposita a seguir el camino de Yeremay Hernández y David Mella ahora que al Dépor le falta mordiente en los últimos metros tras un inicio irregular. Desde que llamó la atención del departamento de captación en el Pabellón y en la selección gallega sub 16 ha ido quemando etapas a un ritmo vertiginoso. Eso sí, sus cualidades son prácticamente las mismas. “No le quema la pelota, no se cansa nunca”, relata y ríe Hugo Baldomar, ahora en el Bergantiños, también de 2004, quien compartió hasta hace unos meses su formación con Diego Gómez en Abegondo. “Es un dolor de cabeza para los laterales. Es un gustazo jugar con él porque es diferencial y porque puede sacarte un pase o un gol de donde no hay espacio”, cuenta quien cree que su excompañero ha identificado perfectamente en los últimos tiempos donde debía dar un paso al frente. “Ahora trabaja más que antes, sabe que hay que morder porque si no lo hace, no va a conseguir nada”.

Por sus condiciones y su momento, Baldomar entiende que más de un aficionado piense en Diego como una solución a corto plazo ante lo que vive el conjunto de Idiakez. “La gente lo pide bastante y es normal porque está en un gran momento que no hay que desaprovechar ahora que al primer equipo no le están saliendo las cosas. Es un futbolista que puede cambiar un partido y eso no lo tiene cualquiera. Todo lo que le pase se lo merece. Creo que es un jugador que, si sigue así, va a llegar seguro al fútbol profesional. Yo creo en él”, asiente.

Es el nivel que da el Diego Gómez futbolista en su primer año sénior, pero es tan bien el joven que llegó a Abegondo en edad cadete, el niño que dejó su casa y la persona que se hace querer en un vestuario. “Es muy cercano y cariñoso en el trato, siempre se preocupaba por mí, por cómo estaba. Eso sí, también es bastante despistado. Hay que quererlo como es”, ríe y prosigue constatando una evolución. “Al principio cuando llegó (a la residencia del Deportivo) era más callado y reservado. Es normal porque dejas tu casa... Pero pronto cambió y se adaptó con facilidad”, asegura.

“¡Vaya trío!”, acierta a decir Hugo Baldomar de ese tercero que forman Diego Gómez, Martín Ochoa y Rubén López, que llegaron juntos a A Coruña y que han sido inseparables fuera y dentro del campo durante muchos años. Ahora el delantero espera su oportunidad en el banquillo del primer equipo y el extremo y el pivote golean con el conjunto de Óscar Gilsanz en un arranque de menos a más del Fabril. Todo para seguir persiguiendo el sueño de jugar en el primer equipo del Deportivo y de reproducir en Riazor esa celebración de capitanes de barco que ya ensayaron en la cantera.