Fútbol - Deportivo
El día que Las Gaunas fue Riazor
Hace 30 años 8.000 deportivistas viajaron a Logroño con la ilusión de ver a su equipo ganar una Liga | “La calle Laurel estaba a reventar y todo el mundo era del Dépor”

Rodolfo Doldán posa con su abuela en 1994 en la calle Laurel. // cedida

“No teníamos otra opción porque jugábamos en Riazor”. Con el deber y el sentido común incrustados en su ADN, el empuje de 8.000 gargantas deportivistas en Las Gaunas y una liga en juego, Arsenio sabía que solo había un camino aquel 8 de mayo de 1994. “Nos veíamos obligados a jugar hacia arriba por la táctica y porque teníamos a Riazor en las gradas y estábamos obligados a todo”. El Dépor no defraudó. Con el corazón en la boca, ganó 0-2 al ya extinto CD Logroñés de Aimar, Poyatos y Salenko e hizo vibrar a un estadio en el que ganaba el blanquiazul. Por número, ruido e ilusión. Casi 700 kilómetros había recorrido la marea coruñesa para hacer suyo Logroño y llevar a su equipo hacia la Liga. No fue posible. El Barça del Dream Team, que siempre perdía en el Bernabéu, había ganado el día anterior 0-1 con un gol de Amor cuando la segunda parte ya lucía madura. Si hoy el Dépor no está solo en ningún estadio y más en Primera RFEF es porque aquel día prendió una llama que hoy luce más viva que nunca.

entrada de aquel Logroñés-Deportivo de 1994 / CEDIDA
“Fue increíble”, se arranca aún sorprendido Rodolfo Doldán, hoy con 32 años de socio a sus espaldas. “Entonces tenía 10 años. La calle Laurel (zona de vinos y tapas de Logroño) estaba a reventar y todo el mundo era del Dépor. Me impactó muchísimo, es que era un niño”, cuenta de unas imágenes grabadas en su mente de manera indeleble. Doldán había viajado aquel día a Logroño desde A Coruña, como la mayoría. Él, con sus “padres, abuelos, primos”, se había desplazado en coche particular. Ataviados con bufandas, nada le faltaba ni a él ni a su familia ni a los deportivistas que formaron parte de una expedición histórica. No fue la única manera de llegar a La Rioja. Hubo quien se subió a uno de los muchos autobuses que cruzaron el norte peninsular, incluso 700 deportivistas se montaron en los 13 vagones fletados por RENFE para la ocasión.
“Yo creo que es el primer desplazamiento masivo de la historia en la época moderna”, tercia Javier Dopico, dirigente peñista y presidente de la Federación entre 1998 y 2002. “Me acuerdo que unos cuantos bares de la calle Laurel abrieron temprano, antes de tiempo, porque muchos seguidores viajaron en el día y no tenían dónde meterse”, relata quien se desplazó un par de días antes y tuvo que “cambiar de alojamiento” dentro de la misma ciudad ante la presión hotelera que se produjo por tal desembarco.
“No se podía pasar por la calle Laurel de la cantidad de gente que había”, reafirma Dopico. “Me recordaba a La Estrella en sus buenos tiempos, en los años 80. Ese volumen de gente, de deportivismo...”, rememora quien, como todos y tal y como ahora se ha institucionalizado, disfrutaba tanto de la previa como del partido en sí.
El escenario de la ilusión blanquiazul pasó de la zona de vinos al propio estadio de Las Gaunas. El Dépor había pasado del gusanillo por ganar una liga a la necesidad de vencer el partido para depender de sí mismo una semana después en Riazor ante el Valencia. Doldán rescata las sensaciones que le produjo aquel estadio vetusto a un niño. “Era muy viejo y el césped tampoco estaba muy allá...”, relata de un terreno de juego tan cargado como el ambiente. “La grada era toda del Dépor. Es que no solo eran las zonas en las que estaba nuestra afición, estábamos en todas partes. De hecho, nosotros nos sentamos en una que compartimos con seguidores locales, estábamos mezclados”, narra para describir el buen ambiente que se vivió toda la jornada.
“La primera parte sufrimos, ese día había una tensión...”, mastica Doldán de una situación límite que también estaba padeciendo en otra zona del campo Javier Dopico. Era tanta que decidieron acercarse a uno de los ambigús en el descanso y se llevaron uno de esas sorpresas clásicas en la diáspora. “Llegamos al bar y nos encontramos un banderín del Dépor con una imagen de fondo de uno esos trolebuses antiguos de dos pisos de A Coruña. Le preguntamos y nos dijo que se lo había traído de unas vacaciones”, relata Dopico, quien se amarraba a las casualidades y a los guiños del destino para calmarse en una situación adversa.
Llegó la segunda parte y también los goles. Donato hizo un tanto de falta y aquella masa ingente de deportivistas empezó de nuevo a respirar en el minuto 57. Puño firme y al aire de Arsenio, piscinazo del brasileño para celebrar en el césped y un rugido en la grada que ni en Riazor. Diez después, Manjarín y Bebeto cocinaron el 0-2 que remachó de cabeza el asturiano. Brazos abiertos del goleador, volaba el chupachup gigante en honor a Cruyff que se hizo habitual ese año en la grada, hasta asomaban plátanos de plástico entre la afición deportivista. La alegría se desbordaba como preludio a 25 minutos de sufrimiento.
“Nosotros estábamos en uno de los fondos”, rememora Dopico. “En los últimos diez minutos, Liaño no paraba de acercarse a preguntar cuánto quedaba y siempre le decíamos dos minutos”, ríe y continúa el relato de unos instantes finales que se hicieron interminables. “Vino varias veces, lo estábamos mareando. Cuando pitó el final, se acercó a abrazarse con nosotros”, detalla de un gesto de cercanía del meta. No fue el único, porque los jugadores fueron a saludar a una grada eufórica. “Aún queda mucho. El Dépor jugó bien y mostró que es un grande”, se desahogaba Bebeto sobre el césped tras el choque. Arsenio, precavido y siempre un paso por delante, se marchó disparado al vestuario ante “una semana (la siguiente, la del Valencia) que iba a ser muy difícil”.
Acabó el partido y muchos emprendieron el viaje de vuelta con una sonrisa. A otros aún les quedaba un hueco para el tercer tiempo y volvían a la zona cero, a la calle Laurel, aunque no con el resultado esperado. “Fuimos al lugar de los champiñones (bar Ángel) a ver si comíamos y nos dijeron que no había, que los de A Coruña habíamos acabado con todos”, rememora Dopico en el medio de una carcajada: “Aún fui hace dos años por Logroño y la gente se acordaba de aquel partido, estaban agradecidos. Había sido una locura”.
Esa tolemia es la que ahora se ha convertido en costumbre y sin la que muchos seguidores no entienden su deportivismo. “Fue desde entonces y ahora más, es que antes viajaban cuatro gatos”, asegura Rodolfo Doldán, quien no perdona nunca “uno o dos” al año. Dopico tampoco quiere desprenderse de ese placer. Él, que ha vivido y organizado desplazamiento de toda clase y condición, no deja de sorprenderse por la fidelidad. “Este año fuimos a Barcelona y el doble de gente en el estadio era del Dépor. En los más lejanos hay 100 o 200 y en los cercanos 1.000 o 2.000. Allí (en el estadio Johan Cruyff) oías a gente en la grada: ‘estos tíos no pueden seguir en Segunda B, tienen que volver a Primera”. Hoy, como hace 30 años, Logroño y Las Gaunas volverán a teñirse de blanquiazul.
- El restaurante de A Coruña en el que puedes comer hasta reventar por 13 euros: 2 platos, postre y bebida incluída
- Una discusión de tráfico termina a golpes sobre el asfalto en la rotonda de Cuatro Caminos de A Coruña
- Los conciertos que vienen a A Coruña este 2025
- Los cruceristas inundan las calles de A Coruña: 'La ciudad nos ha parecido muy bonita
- Nuevas reglas de Bicicoruña: prohibido utilizar auriculares o sentarse en bicis en las paradas
- Alba Carrillo, sobre González Rivas: «É cabezón, por iso chegou a onde chegou»
- Hurto y estafa, entre los seis supuestos delitos del maderista
- Borja Fernández: «Este ascenso tiene similitud con el que viví en el Dépor»