Fútbol | Deportivo

Imanol, el «psicólogo» que entendió a un vestuario que se queda tocado

Idiakez se abraza a Lucas Pérez el día del ascenso a Segunda. |  Carlos Pardellas

Idiakez se abraza a Lucas Pérez el día del ascenso a Segunda. | Carlos Pardellas

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Más de una lágrima se escapó en el vestuario de Abegondo cuando Imanol Idiakez (San Sebastián, 1972) se dirigía a sus pupilos en la que iba a ser su última charla en un lugar en el que habían vivido tanto juntos. Pesaba haberse visto en el infierno y haberse echado una mano en las malas, haber tocado el cielo juntos en una tarde de mayo y, sobre todo, esa franqueza, esa falta de dobleces y esa lealtad que los jugadores siempre han sentido de un técnico que llevó al club de vuelta a Segunda. Parecía seco de entrada, pero en las distancias cortas acababa derrochando alegría, se prodigaba en bromas y hasta le gustaba cantar.

El vasco posa en Abegondo. |  Iago López

El vasco posa en Abegondo. | Iago López

Aquel 12 de mayo tocó celebrar y sacar a relucir parte de esas dotes artísticas que ya lucía en privado. Pero el éxito había cristalizado meses antes, incluso en ese mes de diciembre que lo cambió todo en muchos sentidos en el Deportivo. Entonces la caseta sintió que aquel antiguo mediocentro al que le retiraron las lesiones, amante del fútbol de Lillo, era uno de los suyos, que estaba en su misma trinchera. Surtían efecto esos estudios inconclusos de Psicología que tiene y todas esas lecturas de neurociencia que siempre le han llamado al entrenador vasco. Descubrir las interioridades de la mente humana ha sido una de sus obsesiones, también una de sus bazas en la gestión del vestuario, su gran apoyo en este tiempo.

El día de la presentación. |  Carlos Pardellas

El día de la presentación. | Carlos Pardellas

Porque Imanol no lo tuvo fácil en A Coruña. Cuando llegó era muy alargada la sombra de Rubén de la Barrera y su abrupta salida. Estaban también abiertas en canal las heridas de la noche de Castellón y esa situación inestable que se vivía con Ian Mackay. El Dépor estaba en plena refundación a todos los niveles y él fue el elegido por Fernando Soriano, quien llevaba tan solo unos días en el club. Sus experiencias en Leganés y Zaragoza no le granjeaban excesivas simpatías en una grada de Riazorsiempre exigente a la par que exquisita. Calló y trabajó. El principio fue para olvidar, no daba con la tecla, las lesiones tampoco ayudaron. Pero él calló y trabajó.

Idiakez pasaba casi todo el día en Abegondo. Eran jornadas maratonianas preparando el trabajo, también viendo partidos. Lo hacía en la ciudad deportiva y también en casa. Estaba volcado su tarea, lo que le privó de disfrutar más de una ciudad como A Coruña, de la que le gustaba sobre todo el paseo y esos trayectos en bici que emprendía en vez en cuando. Su familia se había quedado en Donosti, aunque le visitaba como frecuencia y él también se escapaba cuando podía.

El ascenso no será lo único que quede en su hoja de méritos de su paso por A Coruña. A Idiakez le costó encontrar la fórmula para que su equipo funcionase, para que todo el caudal ofensivo acabase desembocando en la portería contraria, pero lo acabó logrando con alguna reinvención como la de David Mella en la banda derecha. El blindaje de José Ángel y Villares y los cuatro magníficos en ataque fueron los ejes de su equipo, los que le llevaron a la gloria. Por el medio probó con tres pivotes, dio vueltas y vueltas con Lucas de delantero hasta que supo comprender lo que necesitaba el equipo.

En algún momento Riazor no compartió algunas decisiones tácticas, su vacilación con los cambios y la cantera. Finalmente, Idiakez acabó entregándose a Mella y a Yeremay, tiró con fuerza de Rubén López la temporada pasada y terminó por darle la alternativa en Segunda a un Barcia que ahora parece asentado en la titularidad.

Entendió a un vestuario, entendió al equipo e incluso, por momentos, a una afición que quería estabilidad en su banquillo, normalidad en su jefe táctico y una apuesta sin ambages por gente de la casa, sin olvidarse de que Riazor merece un fútbol con unos mínimos acordes a la historia de su club.

Este verano volvió a la casilla de salida con un proyecto que ya no disfrutaba de la holgura de Primera RFEF y el vasco aún buscaba el encaje táctico y la solidez en ambas áreas que requieren una categoría como la Segunda. Él creía que estaba en el camino, que solo era cuestión de perseverar, como hace meses. En la plaza de Pontevedra no pensaban igual, no querían arriesgarse a lo mismo. El futuro ya no unirá al Dépor y a Idiakez. No podrá comandar una segunda gran resurrección el entrenador y psicólogo que llevó al club de vuelta al fútbol profesional tras su peor caída a los infiernos.

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