0-1 | El Deportivo danza en la zona prohibida y asalta El Plantío
Una incursión de Ximo por la banda helada le dejó el gol en bandeja a Mario Soriano | Ejercicio de paciencia que le aleja a siete puntos del descenso

Mario Soriano / LOF
Como si de un pionero se tratase, Ximo Navarro se adentró por donde nadie se había atrevido, por esa zona en la que todo el mundo patinaba, pero en la que él se puso a jugar al fútbol. Mario Soriano se encontró una pelota casi en el punto de penalti y hundió en la red un balón empujado por todo el deportivismo. El tanto resonó en El Plantío e hizo la diferencia en una mañana gris, áspera, de las que no van a entrar en ningún olimpo futbolistico, pero en la que el Dépor se va con la sensación de que hizo lo que debía hacer en cada momento ante un Burgos adicto a las emboscadas. Ejercicio de profunda paciencia el coruñés. Y en el juego de mínimos, salió vencedor. El triunfo le permite entrar en otra dimensión porque deja el descenso a siete puntos ya, con un partido menos, el que debe disputar en breve en Tenerife. El play off de ascenso sigue estando a diez puntos, esa es otra historia.
Tener la pelota no significa pasárselo bien jugando al fútbol. Parecía una verdad universal. Que se lo digan al Dépor en la primera parte de Burgos. Era la incomodidad personificada. Un equipo acostumbrado a correr, que disfruta galopando y asociándose sobre tapetes se encontró con todo lo contrario, con una estepa. En todos los sentidos. Futbolística y real en esa banda izquierda en la que Obrador estaba a la sombra, en un calabozo.
El Burgos le cedió la inciativa, tapó todos los pasillos interiores y practicó un repliegue intensivo a la espera de lanzarse en estampida ante la meta de Helton Leite. El Dépor quería atraerlo a su portería y el Burgos a la suya, pero no demasiado. Era un juego de espacios y de alturas que podría ser muy interesante en la pizarra de cualquier técnico, pero que acabó deparando una primera con contadas ocasiones. Un bizcocho seco que no pasaba de la nuez.

Burgos - Deportivo / LOF
Gilsanz sentó a Lucas porque, según sus palabras, aún no estaba del todo listo tras ese virus que le ha tumbado. Influyó también en su decisión que le gustó casi todo lo que vio en Málaga, menos el resultado. El encaje de Mfulu, José Ángel y Mario Soriano es la nueva piedra filosofal a la que se encomienda el Dépor, aunque de entrada dijo más en Málaga que en la primera parte de El Plantío.
El equipo coruñés no rehuía jugar en estático y hacerlo alto, pero no encontraba espacios por dentro ni podía contar con su banda izquierda (Yeremay la abandonó totalmente), tampoco quería dar vuelo a sus laterales para no quedarse a la intemperie tras una posible pérdida. Era el embudo del embudo que deparó una primera parte con muy buenas maneras, buen pie y mucha pelota y sin ocasiones ni verticalidad. Se podía haber llevado la pelota para su casa. Eso sí, veía a Ander Cantero con prismáticos. Nada de nada.
Dado la panorama, el partido estaba en los parámetros que deseaba el Burgos, que había previsto Ramis. De hecho, las pocas ocasiones que hubo en el primer tiempo llevaron el sello del equipo local. Pelotas largas en las que Espiau se imponía a los centrales blanquiazules o transiciones en las que Curro Sánchez o Íñigo Córdoba amenazaban. Nada se movía, era lo lógico, pero el Deportivo necesitaba un plan de verdad, una manera de ser más dañiño, de poder ganar, más allá de aprovechar un fallo en un centro lateral o en una acción impropia de un defensa de Segunda.
El paso por vestuarios trajo a un Deportivo que dio la impresión de ser algo más atrevido. Fue una brisa leve, pero le llegó para alumbrar las dos o tres ocasiones más claras de los blanquiazules hasta ese momento. Y curiosamente vinieron por atreverse en el caos, por intentarlo en la tierra inhóspita que era la banda helada del Plantío. Primero fue Barbero el que cuerpeó con el central para sacarle la cadena y ganarse una ocasión ante Ander Cantero. El meta vasco, en un principio, detuvo la pelota, pero se envenenó el bote y tuvo que rehacerse para reafirmar la parada sobre la línea. Primer susto. No sería el único. En la siguiente acción, en una saque de esquina, Yeremay volvió a exigirle en el primer palo. Algo había cambiado, aunque a veces esas modificaciones tardan en cuajar.
El Burgos tampoco quiso rehuir ese intercambio, aunque hubiese demostrado antes que es un boxeador que se encuentra más cómodo con la guardia cerrada y bien alta. El duelo empeazaba a tener movimiento, se soltaba el corsé y el Dépor, temeroso hasta entonces, quería probar, deseaba intentarlo.
Y ese atrevimiento, ese querer sin excesos le acabó dando premio al equipo coruñés. El susto que se llevó Cantero en el bote de una pelota que le quedó a Yeremay a puerta vacía fue el aperitivo. Un minuto después y ya con los primeros cambios en el terreno de juego, Ximo Navarro se encontró con un buen pase en profundidad y, aunque no era el mejor terreno, quiso apurar la línea de fondo de esa tierra helada y mandó un pase de la muerte. Lucas, ya en el campo, arrastró al defensa y Mario Soriano la mandó la red. 0-1, minuto 69. El Dépor ganaba y la grada explotaba, porque allí había muchos deportivistas.
Al Burgos se le habian venido todos los planes abajo. Ramis tiró de Sancris y Fer Niño, dos de sus mejores activos, y empezó cargar el área, a lanzarse a tumba abierta. El Dépor acarició el 0-2, sobre todo, en una jugada en el descuento de Mella, pero no se libró de esa querencia de su técnico por acular al equipo. Cinco centrales y doble lateral para defender un resultado que esta vez no voló. La incomodidad acabó dando paso a una mañana plena, que le permite al Dépor quitarse la soga del descenso del cuello y ver la vida de otra manera.
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