Deportivo

Un rincón de la historia del Dépor nació en Monelos: Lucas Pérez, un legado social

172 partidos, 62 goles y 53 asistencias dan forma a las tres etapas del delantero coruñés en el club de sus amores. Aunque su impacto social es, sin duda, el gran legado de una personalidad única en el fútbol

| |  CARLOS PARDELLAS

| | CARLOS PARDELLAS

Xane Silveira

Xane Silveira

A Coruña

Hay muchas formas de medir el impacto de un futbolista en un club. En su historia. No habrá datos que igualen lo que Lucas Pérez hasta ahora ha movido por pasión a una camiseta. Son tres etapas que se resumen en 172 partidos, 62 goles y 53 asistencias. Pero es el legado de sus decisiones y el impacto social que ha tenido en una ciudad lo que le harán un hueco entre las grandes figuras del Dépor. No tan lejos de sus ídolos como alguna vez ha dejado caer, pues a veces el fútbol va más allá del césped. Pase lo que pase con su futuro. Se vaya ahora, en verano o en unos años.

Ese niño de Monelos que se crió pegado a un balón tenía un sueño. Regresó una y otra vez para poder cumplirlo tras una vida marcada por las adversidades. El camino hasta Riazor tuvo demasiadas curvas. Vitoria, Ordes, Madrid, Ucrania... y muchas complicaciones para un chico criado por sus abuelos, a los que perdió demasiado pronto. Primero lo hizo desde Grecia, para quedarse hasta volar a Londres; regresó por segunda vez en un año que le persiguió durante mucho tiempo; y renunció a Primera División para ser feliz en casa y ayudar al ascenso que tanto se resistía.

Sus goles y sus asistencias fueron claves para abandonar Primera Federación. Necesitó dos intentos. Aquella decisión fue la prueba de que lo suyo por el Deportivo iba más allá de lo racional. Era un hincha más cumpliendo el sueño de toda una grada sobre el césped del templo en el que algún día se imaginó a sí mismo. Tiempo después terminó convertido en ídolo. Por su calidad, pero también por su personalidad.

Continúe o no en el Dépor, su legado va más allá de lo futbolístico. Es en lo social y en lo emocional donde más ha calado para una afición que se ha agarrado a él en su momento más duro. Ambos se entendieron en un barro que puso en duda hasta su capacidad y que terminó de la mejor forma posible: con un ascenso y una marea deportivista volcada con ese jugador que priorizó a su equipo por encima de todo. Porque él no iba a «jugar en Primera RFEF», sino que iba a hacerlo en el Deportivo.

Las colas de niños y niñas que aguardan en Abegondo por una foto formarán parte de la herencia que ya deja. Los más jóvenes, y también los más mayores, han encontrado en él a un ídolo lejos de los grandes escenarios. Una referencia a la que seguir. «No soy una estrella, soy Lucas, el mismo de Monelos. No vengo a salvar a nadie, vengo a intentarlo. Que toda esta ilusión se contagie y vaya al campo», rezó en 2023. Le esperaban más de 7.000 espectadores en la grada. Se emocionó. Lloró. Como también lo hizo el día del ascenso. Aquel gol debía ser suyo. Así lo ponía en la página que la historia le tenía reservada.

Le quedan cuentas pendientes. Alguna la dejará a deber: la selección, pisar Europa de blanquiazul... pero ha hecho, quizá, lo más difícil: trascender en el momento que Riazor más le necesitaba.

Tracking Pixel Contents