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2-2 | El Deportivo sobrevive a la desgracia y a sus regalos

Jugó todo el partido con uno menos y le puso un ‘lacito’ a los dos goles del Cartagena, pero aun así se revolvió para rescatar un punto en una tarde negra

Resumen, goles y highlights del Deportivo 2-2 Cartagena de la jornada 32 de LaLiga Hypermotion

Carlos Miranda

Carlos Miranda

A Coruña

El Dépor reprodujo una de esas tardes en las que parece encantarle dispararse unas cuantas veces en el pie. Una y otra vez, una y otra vez. Sangre y más sangre. Una roja merecida, un gol trufado de pasividad, otro tanto que venía con un lacito... Son de esos días en los que tampoco se rinde, en los que es tan profunda la humanidad que muestra que enfada y genera empatía a partes iguales en Riazor. Panza arriba. El Cartagena no quería y casi se va con un triunfo, una sensación que tiene olvidada y que cree inmerecida. El grupo de Gilsanz sobrevivió finalmente a sí mismo, a la desgracia y a sus propios regalos en una velada llena de pundonor que pudo acabar casi de cualquier manera. Un 1X2 de manual. Un punto escaso, pero valioso que deja al Eldense a siete. Menos de lo deseado, más de lo que tenía.

Poco tiempo tuvo la grada para preguntarse por qué Mella era suplente, para ilusionarse y dibujar jugadas de un Diego Gómez por conocer o para calibrar si iba a funcionar el experimento en unos laterales tocados. Mientras echaba la mente a volar y se desperezaba, Ximo no veía a su par y levantaba a pierna hasta donde no debía. Se libró por el mal ojo del árbitro, pero del VAR no. Esta vez le volvía a salir cruz al Dépor, aunque había poco que reprochar. Ximo no quería, tampoco le eximía. Era el minuto 7 y el equipo coruñés se enfrentaba a casi 90 en inferioridad. Y ante el Cartagena, el mejor y el peor equipo a la vez en una situación así. Era un partido ganable y este contratiempo lo empinaba. También era un equipo al que se le podía hincar el diente incluso con uno menos, con pocos conjuntos de esta Segunda ocurre algo parecido. Entre la dicotomía y las circunstancias, el Dépor mandó a Villares al lateral, se echó el duelo a la espalda y ensanchó el pulmón. Lo iba a necesitar.

El colegiado le enseña la tarjeta roja a Ximo Navarro. |  Casteleiro/Roller Agencia

El colegiado le enseña la tarjeta roja a Ximo Navarro. | / Casteleiro/Roller Agencia

Al Cartagena, que había querido la pelota en los primeros minutos ante un Dépor perezoso, le descolocó el nuevo paradigma. Venía a resistir y a asaltar, y ahora se encontraba abierta la puerta de Riazor. No sabía si pasar, llamar o esperar. En bifurcaciones así, es donde se detecta a los equipos magullados, a los grupos que descienden en febrero. En una oportunidad, les corroe la duda, ven problemas. Más allá de un par de disparos desde la frontal y alguna perdida de la cobertura blanquiazul, el Dépor no vivió nada mal los siguientes veinte minutos. Se iba acomodando al nuevo guion, tampoco era del todo áspero. Hasta se permitió un par de cabalgadas en las que Yeremay se adornó en exceso o Eddahchouri estuvo torpe en sus movimientos y controles. Era un partido para el colmillo y la veteranía de Lucas con espacios. Se le echó en falta. Al menos, el Dépor iba encontrando su sitio y la pelota para tocarla y respirar, para guardar ese pulmón que iba a necesitar. José Ángel filtraba pases, Villares crecía en el lateral. Puro instinto de supervivencia ante un rival que le daba esperanzas para no olvidarse de una victoria con la que contaba y que se había torcido. 0-0, al descanso.

El Dépor, con el viento a favor del final de la primera parte, se creyó que no estaba en inferioridad, que todo era posible y que, con fútbol y balón, no hay desequilibrio numérico que valga. Le duró poco más de cinco minutos. Porque, más allá de la roja con un impacto innegable, el equipo coruñés no paró en ese momento la máquina de obsequios a un rival timorato y dubitativo. El Cartagena no quería, no le quedó más remedio. N’Diaye y Andy probaron minutos antes de que llegase la segunda jugada desgraciada de la tarde. El último acabó batiendo a Helton a placer en una jugada en la que el Dépor le había dado mil opciones de remate a su rival. 0-1, minuto 59. La cuesta se empinaba.

Gilsanz, quien había confinado a Mella en el banquillo, se acordó de él tras la primera estocada goleadora. El Dépor rondó y rondó, pero le seguía faltando acierto y pegada con un efectista Yeremay al mando. Era una brújula sin norte. Todo querer, nada de poder. Pero en el medio de esa neblina, surgieron el más clarividente y el mejor jugador de la tarde. Pase por elevación de Mario Soriano que Diego Villares, el hombre para todo, embocaba a bote pronto por el primer palo. 1-1, minuto 69. Había partido.

El Dépor se notó revivido, Riazor rugía. Esos momentos únicos que se producen de manera periódica. Retumba, aprieta, el equipo va al unísono. Ese único latido, que se aplicó al Dépor Abanca. Estaba con uno menos, pero el Dépor se multiplicaba en las recuperaciones, en cargar el área, en parecer que jugaba con 15. Fueron cinco minutos infructuosos en los que el gol parecía que iba a llegar por insistencia, como cuando se inclina un vaso y el agua acaba rebordando.

No fue así por otro obsequio coruñés. Esta vez un mal despeje concatenado con una salida dudosa de Helton que le regaló un tanto a puerta vacía a El Jebari en el minuto 76. 1-2, más que doloroso.

Para entonces a Gilsanz no le quedó más remedio que recuperar a futbolistas olvidados como Barbero y Cristian Herrera. Del canario alguno en Riazor ya se debía haber olvidado. El almeriense se vio, de repente, ante Toni tras un pase en profundidad de Mella y logró batir al meta del Cartagena. 2-2, minuto 86. Riazor estallaba y más de uno maldecía casi al unísono. La definición fue blanda, centrada y contó con la connivencia del meta. Pocas veces un remate ha hablado de manera tan clara de la temporada de un goleador. Y no decía nada bueno. El Dépor quiso creer en el descuento, aunque también estaba agotado. El poco oxígeno que le quedaba se debatía entre ir a por el partido o guardar el punto, mientras Yeremay seguía enredándose en regates imposibles en momentos críticos. Llegó el final sin que el equipo cargase el área. Bastante había hecho. Acababa de sobrevivir a la desgracia, al Cartagena y, ante todo, a sí mismo.

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