Capdevila: "Cuando Gil Marín me llama para ir al Dépor, estaba en PortAventura"

"A Coruña es una ciudad muy futbolera, muy pasional, entregada, la gente es encantadora. De locos"

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Capdevilla / RAC

"Cuando me llama Miguel Ángel Gil, me pilla en PortAventura y me dice que me tengo que ir al Dépor". Joan Capdevila, uno de los futbolistas más queridos por la grada de Riazor en su época dorada, se pasó por el podcast Offsiders y tuvo tiempo de hablar de su etapa de A Coruña. Desde cómo fue su llegada hasta el mal tiempo en esos primeros meses pasando por su mentalidad, su crecimiento y su indentificación total con el deportivismo y con la ciudad. "El primer año fue horrible (por el tiempo). Entrevistaban a la gente mayor y ellos mismos decían que no lo habían visto tampoco. 'Madre mía, cómo es posible'. El primer año fue durillo porque entre eso y que juegas poco", cuenta antes de rendirse a todo lo que vivió en la ciudad y con el equipo en siete años. "En A Coruña encontré un sitio espectacular. ¡Qué pasada! Acerté por completo. Lo que es vivir Champions cinco años consecutivos, dos subcampeonatos, ganamos la Copa y dos supercopas... Era maravilloso. Una ciudad entregada al fútbol. Una maravilla. A Coruña es una ciudad muy futbolera, muy pasional, la gente es encantadora. De locos. El tema deportivo funcionaba. Disfruté mucho", relata.

Romero era la apuesta de Irureta en esos primeros meses, pero él prefirió no desesperar y disfrutar de los pequeños detalles. "Estuve en Old Trafford, en Turín... Esas vivencias de Champions... Llegué con 22 años y lo tenía por delante. Normal. Pocos minutos. Irureta me ponía de extremo. Pero yo sabía mi rol y si sabes cuál es, bienvenido sea. Estaba contento con que Irureta me diese diez o quince minutos. Me decía: 'Joan, ¿qué más quieres? Vienes de bajar'. Y ese premio se lo habían ganado los del año pasado. Yo era superfeliz. En la final de Copa no sabía si iba a poder ir al banquillo y decía 'ojalá, poder ir al banquillo, neno", apunta con un deje coruñés.

"Entrenábamos, hacíamos lo mismo, nadie se creía más que nadie. Eramos como una pandilla. Todos queríamos jugar y aceptábamos los roles de cada uno", asegura del secreto de un vestuario unido y que disfrutaba de cenas y momentos juntos, y de un equipo que con el paso de los años ya no era tan simpático para todos. "Éramos capaces de ganar la liga, competíamos con ellos, aunque el Barcelona y el Madrid eran unos monstruos. Cuando llevábamos ya tres o cuatro años arriba, el Dépor ya no caía también y cuando ganamos el Centenariazo...", cuenta.

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