Villares expande su sombra en la élite y brilla en el Deportivo

«Espero que no me toque este año de delantero otra vez. Me gustaría llegar a los cinco y romperla». Diego Villares, después de anotar su cuarto gol esta temporada, bromeaba con la posibilidad de verse de ariete, como ya tuvo que hacer el curso pasado tras la lesión de Iván Barbero. Una campaña más, es el gran cortafuegos del equipo. De lateral diestro o zurdo; de pivote o de centrocampista. Para atacar o defender, el chico de Samarugo está para todo. Después de sus primeros meses de competición en Segunda División ha demostrado que tiene calidad y ritmo para adaptarse y también ha sido capaz de expandir su influencia en el juego. El equipo le extrañó en Castellón y suma ya 28 titularidades. Con el tanto del domingo iguala los cuatro goles de los últimos dos cursos, su máxima cifra.

Diego Villares no necesita carta de presentación. Capitán y figura fundamental del vestuario, necesitó unos meses de adaptación a Segunda División para empezar a brillar. 33 encuentros después, 28 de ellos como titular, el pulpo ya se ha hecho a la liga. En Anduva, como viene haciendo en los últimos partidos, volvió a soltarse. A romper al espacio. A castigar el famoso intervalo central-lateral, el movimiento estrella del villalbés. «Es una definición muy típica mía», reconoció sobre cómo ajustó el balón raso al primer palo para poner el 0-1.

En cifras, supone la tercera participación en un gol desde que descansó por sanción en Castalia. Ante el Cartagena, como lateral zurdo, anotó tras sorprender desde la banda y aprovechar un pase milimétrico de Mario Soriano. Una semana después, en Ferrol, sirvió una asistencia soberbia para Yeremay con un balón al hueco que el canario transformó. En Anduva se asoció con Petxarroman, aprovechó que David Mella fijó a su par en la banda, y percutió en una zona que le es conocida.

Las cifras son consecuencia de su crecimiento. Villares siempre va a más. Llegó tarde, pero no para de crecer. Esta campaña, la primera en el fútbol profesional para él, fue una prueba más que ha superado poco a poco. Primero con dificultades, las lógicas, hasta convertirse, una vez más, en un jugador indiscutible para el equipo. Solo entre diciembre y enero encadenó más de un partido como suplente. Cuatro entre su expulsión ante el Mirandés y su vuelta en Tenerife. Antes había estrenado su cuenta particular frente al Castellón y, un mes después, volvió a anotar contra el Levante.

Reapareció en el once titular consolidado como capitán tras la salida de Lucas Pérez, para formar una pareja con José Ángel que no se rompió más. Gilsanz encontró así la mano perfecta. El equipo, igual que en Primera RFEF, encontró el equilibrio con el andaluz en la base y Villares cosiendo la estructura. Ahora, con Mario por delante para unir ataque y defensa. También para liberarle en tareas de organización, algo que el juego del villalbés agradece para poder soltarse en ataque.

El impacto de Villares en el juego del Dépor vuelve a ser notorio. Sin hacer ruido, como es él. Con pocas palabras. Despacio, siempre con buena nota. Ya se ha adaptado a Segunda. Ya ha hecho suyo el ritmo de la competición. Y sigue, como ha hecho toda su carrera, rompiendo su techo partido a partido.