0-0 | Un punto entre la nada de Riazor
Un Dépor destensado, desnortado, impreciso y perdido suma un punto insulso que le lleva a los 50 en un duelo áspero en el que ni tiró entre los tres palos

El Dépor rescata un punto entre la nada en Riazor frente al Tenerife /

Demasiado poco, demasiado tarde, demasiado insulso. El día en el que el Deportivo siente ante sus pies la arena de la orilla de la permanencia tampoco se va a casa a gusto. Mañana o en unos días cobrarán valor esos 50 puntos que tanto se mentan durante la temporada y por los que más de un equipo pagaría. Hoy no sientan bien, no dan acougo, hasta hubo pitos en Riazor en ciertas fases del encuentro. Un Dépor destensado, impreciso y perdido no fue capaz de imponerse a un equipo sentenciado y, en cierta medida, rejuvenecido como el Tenerife para aspirar a un play off de ascenso de Primera que ya era una quimera en sí y que desde anoche lo es aún más por puntos y por fútbol. Nada se movió porque poco hubo. Ni tiró entre los tres palos. Día para valorar el verdadero vigía que es José Ángel.
Riazor estaba listo para disfrutar desde la tranquilidad. Do mingo, nueve la noche, el verano se ve más cerca, la tabla no aprieta. Hace tanto tiempo que no llegaba a un partido sin el agua al cuello, sin cavilaciones sin miedo al qué pasará, que se notaba hasta raro. El Dépor está salvado, el Tenerife casi descendido, más allá de la heroica. Calma chicha. Gilsanz pisaba el césped con dudas en los laterales, con un agujero inmenso en la medular por la baja del pivote sevillano y con la incógnita de si revalidaba su recién estrenada confianza en Barbero. Petxarroman estaba listo para volver a jugar, Tosic se mantenía, Mfulu se colocaba junto a Villares y esta semana le tocaba el ataque a Eddahchouri. Una posición sin dueño en toda la temporada, un calvario, una de las razones de por qué el Dépor no está peleando por el ascenso a Primera.
El Tenerife es mejor equipo de lo que dice la clasificación. Su problema es que quizás ha llegado tarde a esta temporada y prácticamente tiene facturado el equipaje para Primera RFEF. Eso sí, no deja de ser hoy un grupo aseado, con la calidad justa, que planta batalla y que no se esconde. Está ante un reto, no una obligación, y eso cambia el ánimo, suelta lastre.
Se lanzó a presionar arriba, a incomodar la salida de pelota del Dépor. Y no dejó de hacerle daño en la primera parte. Maikel Mesa ya casi prueba a Helton en el minuto seis. El equipo coruñés, cuando era capaz de saltar esa primera línea, lucía amenazante, aunque no dañino. Todo impresión, poca efectividad. Así estuvo a punto de probar a Edgar Badia antes del minuto diez y así casi marca un hiperactivo Eddahchouri al cuarto de hora. El holandés era consciente de que la principal razón de que lo hubieran mandado al rincón de pensar la semana pasada en Anduva era su falta de gol, pero también su incapacidad para dar soluciones y descargas al equipo en ataque. Anoche se ofrecía, casi de banda a banda, peleaba. Sin mucho éxito, pero al menos parece haber identificado la raíz del problema. Ahora solo queda que sea desequilibrante, otra historia.
Quien también fue protagonista en el primer acto fue el colegiado. Hoy en día es casi imposible que no lo sea. Primero por su permisividad ante las patadas del Tenerife, sobre todo de su defensores en la presión. También por su peculiar relación con el VAR y la sala VOR. No se dio por enterado con un empujón de Helton Leite a Waldo en el área. No es penalti, aunque en realidad el miedo en estos tiempos nunca desaparece porque cualquier acción lo puede ser. Vivió, además, una situación surrealista, también con el videoarbitraje, cuando pasó de sacarle una amarilla a Luismi por simular a ir a ver la jugada en la pantalla de campo. Todo Riazor ya empezaba a persignarse. Esta vez, tuvo personalidad y no alteró su decisión.
El Deportivo, mientras tanto, seguía sufriendo en la salida por la ausencia de José Ángel y ese punto inocuo de Mfulu. Todo era incomodidad, aspereza. Tampoco estaba preciso en ataque. Había perdido esa jerarquía que lleva destilando estos últimos meses. Fue mover una pieza y el engranaje no era el mismo.
La segunda parte fue una oda a la destensión. Balones sueltos, ningún control, ninguna precisión. El partido parecía seguir los patrones que deseaba el Tenerife, aunque el que más amenazaba era el Dépor. Un disparo tras doble caño de Yeremay, un cabezazo de Eddahchouri en el primer cuarto de hora. Sin quererlo casi ajusticia a su rival.
Cambios antes de la hora

El Dépor rescata un punto entre la nada en Riazor frente al Tenerife / Casteleiro / RollerAgencia
Tan mal lo debió ver Gilsanz que hizo un par de cambios antes de la hora de juego. Lo nunca visto. El problema estaba claro, no era difícil identificarlo y solo había que ponerle remedio. Mfulu al banquillo, Soriano al doble pivote y Diego Gómez al enganche. La idea era buena, su aplicación ya no fue tan redonda. El Deportivo seguía desconectándose cada vez más y más, perdía la pelota con una facilidad pasmosa, en ataque se le iban los controles largas y escaseaban las ideas. Un sufrimiento. Riazor llevaba un tiempo pitando. Un agujero negro.
En el siguiente tramo de partido nada mejoró para los coruñeses. Tienen que dar gracias porque el marcador no se movió. Era un ahogo innecesario y un tanto extraño. Ni ideas ni pulmón. Todo les atenazaba. Faltó nada para que Cantero y, sobre todo, Enric Gallego, ambos saliendo desde el banquillo, inaugurasen el marcador. Helton se hizo de nuevo gigante. Una semana antes. Los cambios sobre el descuento parecieron revivir al Dépor. Una chilena de Barbero, una pelota cruzada de Hugo Rama, otra jugada de Yeremay marca de la casa, un cabezazo de Genreau que olía a gol. Bastante fue un punto en el primer día en la bendita tierra de nadie.
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