Imanol Idiakez: «Ese gol de Lucas lo metimos todos»

El técnico vasco rememora aquel 12 de mayo de 2024 en el que el equipo coruñés venció al Barcelona B y volvió a Segunda

Imanol Idiakez, micrófono en mano, habla a Riazor tras el ascenso. |  Carlos Pardellas

Imanol Idiakez, micrófono en mano, habla a Riazor tras el ascenso. | Carlos Pardellas

Carlos Miranda

Carlos Miranda

A Coruña

Un año después del ascenso, Imanol Idiakez (San Sebastián, 1972) rememora todo lo ocurrido en uno de los días más alegres de la historia reciente de A Coruña.

¿Durmió la noche anterior?

Pues no fue de los peores días, sí que lo hice. Lo tenía claro, el equipo transmitía seguridad. Nunca estás tranquilo, siempre hay tensión. Parecía que había señales, que tocaba ese día. Rival directo, en casa...

Empieza a acercarse al estadio con ese recibimiento. ¿Qué siente?

Esperábamos algo, sí, no aquello. Aún de vez en cuando me pongo las imágenes en el móvil y se me pone la piel de gallina. Me cuesta creer lo que viví en aquel viaje en bus. No había experimentado nada igual en mi vida y no creo que lo vaya a hacer. Estaba todo el mundo en la calle, era una fiesta de la gente.

«A ver quién le decía a Hugo Rama y a David Mella que no me teñía el pelo. Lo pasamos bien»

¿Qué tal le sentó al equipo? A veces sobreexcita o presiona...

No, perfecto. Llevábamos toda la segunda vuelta muy bien, ya nos sentíamos cómodos en casa. Había presión, pero se vivía de otra manera, teníamos otra confianza.

¿Es supersticioso?

Un poco (se ríe). Con los años intento ir quitándome. Aquel día me sentía preparado. Parecía que tenía que ser aquel día. Estábamos listos, nos acompañaron. Lo logramos y eso que, con el tiempo, se ha visto el nivel que tenía aquel Barça B. Algunos están en el primer equipo.

«El ascenso es especial por el sentimiento, el más grande que he vivido nunca»

¿Qué siente cuando ve esa falta en el sitio perfecto para Lucas?

Veníamos de años de fatalismo y, en cierta medida, era verdad. Empezamos mal, pero el equipo ya tenía esa madurez. Había que creer. Fue justicia poética que ese gol lo marcase Lucas, premiaba lo que había hecho. Cuando pitaron la falta, todos pensamos que era el momento. Ese gol lo metimos todos.

¿Se le hizo largo hasta el final?

Los minutos más largos de mi vida (se ríe). Hasta Germán sale a por un balón con la mano rota. Si después lo analizas, no sufrimos, pero en aquel momento... Fue un día tan feliz, cuesta no emocionarse.

¿Qué se le pasa por la cabeza cuando pitan el final del partido?

Más que alivio, es alegría, compartida. Tanta gente que vas conociendo en el camino y que en ese momento ya eran parte de ti. Muchas veces te imaginas cómo puede ser el momento, nunca es cómo lo piensas. La gente tuvo el detalle de quedarse en la grada y eso nos ayudó a celebrarlo un buen rato.

Tampoco se quejará de celebración, estuvieron un mes...

No, es cierto (se ríe). Parecía una boda gitana, no terminaba nunca. Después del partido del Real Unión íbamos a Cuatro Caminos y pensé que a lo mejor no había mucha gente y estaba llenísimo. El Dépor y su gente habían sufrido tanto, pero la gente quería compartirlo.

Le pintan el pelo de azul, le disfrazan de piña. Todo eso no pudo regatearlo, ¿no?

Imposible. Había algún cabroncete (se ríe). A ver quién le decía a Hugo (Rama) o a David (Mella) que no me teñía. Lo del disfraz fue una buena ocurrencia. Ya se había soltado la tensión y lo pasamos muy bien en Cuatro Caminos.

¿Compensa malos momentos?

Ufff, ese es un debate muy profundo. Son los momentos que merecen la pena, también sentir el deportivismo de esa manera.

Ahora está lejos por el despido, pero ¿nota la gratitud?

Sí, hay deportivismo por todos lados. El otro día fui a ver el Athletic en San Mamés, tomamos algo antes y por el camino me pararon siete u ocho personas del Dépor. Una charla, una foto, un cariño... Ahí te das cuenta de lo bonito que es. Acabó antes de lo que hubiera querido, me queda el poso.

Ya está más animado. ¿Listo para una nueva aventura?

Claro, a ver quién me quiere (se ríe). Ha pasado el tiempo, al principio era reciente (el despido). Sigo teniendo una decepción y una pena grande que están dentro, pero hay que vivirlas, pasarlas y tirar hacia adelante. Tuve algunas opciones fuera, pero aún no me veía. Hasta la próxima temporada no puedo entrenar en España.

¿Qué hizo tan especial aquel ascenso de hace un año?

El sentimiento. Yo es el más grande que he vivido, te llega muy dentro. Teníamos que acercarlos a donde merecen, de premiar esa fidelidad única tan profunda y arraigada. Soy un afortunado, hay gente que no vivirá algo así en su vida.

¿Toca brindar para celebrar?

Los domingos, después de los partidos, siempre nos tomábamos una cervecita y, un año después, habrá que repetir y celebrar.

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