Fútbol | Deportivo

Yeremay Hernández, la intrahistoria de una fidelidad: de la camiseta con el ‘10’ al detallado contrato de enero

Ocho años en los que, por encima de todo, el canario ha creído en el Dépor y el club, en él | Llegó a renovar a la baja, fuera de lo pactado, y el Espanyol casi lo convence en 2023, pero él se fio de los gestos y de su instinto

Yeremay Hernández celebra con José Ángel su gol ante el Albacete en Riazor. |  Casteleiro/Roller Agencia

Yeremay Hernández celebra con José Ángel su gol ante el Albacete en Riazor. | Casteleiro/Roller Agencia

Carlos Miranda

Carlos Miranda

A Coruña

La película del Dépor y Yeremay tuvo muchas opciones de acabar con un desenlace abrupto y va camino de un final feliz. Haber rechazado ofertas que acaban de mejorar su contrato y su blindaje (alguna le pagaba 21 millones al Dépor), y su decisión de quedarse en A Coruña son sus poderosas decisiones en la última de las encrucijadas que se ha encontrado en los últimos años. Siempre ha cogido el sendero blanquiazul. No fue la primera ni será la última en una historia llena de gestos y decisiones arriesgadas. A veces casi a ciegas. Una renovación lejos de los focos en 2021, una camiseta que le convenció, un contrato que se mejoraba en diferido...

Aunque ahora Yeremay da charlas en la residencia del Dépor para concienciar a los jóvenes en hábitos y buenas prácticas para llegar a ser profesional, sus primeros años como un niño en A Coruña no fueron sencillos. Creyeron en él, el que más Albert Gil, entonces director del fútbol formativo, quien lo trajo en su día del Real Madrid. No era sencillo que se conectase en el campo y en la vida. Necesitaba un click que ahora ha dado y que entonces no se sabía si llegaría.

Tampoco fue sencillo para él ser un actor residual en la Copa de Campeones de juveniles de Marbella que gana el Dépor en 2021. Con el tiempo agradeció a Gilsanz que lo sentase, porque era lo que necesitaba. Ese verano tenía el Dépor una opción para renovarle tres años siendo del primer equipo. Se desmarcó y le ofreció otro contrato menor. Varios equipos le querían, él aceptó continuar, aunque no era lo pactado. Siguió creyendo.

Los dos siguientes años no fue capaz de ser importante. El muro parecía insalvable. Tuvo que llegar Rubén de la Barrera para ponerlo en los últimos partidos de la 22-23 y demostrar así lo equivocado que estaba Óscar Cano. Aun así, estuvo con un pie fuera en ese verano. Muchos equipos le quisieron, el Espanyol lo tuvo casi convencido para su filial y para abrirle la puerta de la élite. El Dépor lo volvió a llevar a su vera. Él lo estaba deseando. En ese sentido, fue clave una conversación con Massimo Benassi y Fernando Soriano, quienes asumían entonces las riendas del club, en la que, para escenificar su compromiso con él, le llevaron una camiseta del Deportivo con el 10 a la espalda y con su nombre. Desde entonces no se la quitado y ha rechazado a clubes europeos muy potentes para seguir portándola.

Ya ese año lo jugó todo con la confianza de Idiakez, salvo el tiempo que le dejó fuera la lesión de Lugo. Los gestos no dejaron de producirse con el paso de los meses. En abril renovó con el Dépor hasta 2030 y eso que el ascenso no estaba todavía conseguido, le quedaba un mes para certificarlo. No le hizo falta estar en Segunda División para estampar su firma en una nueva vinculación que en unos meses se quedó obsoleta.

El mes de enero lo multiplicó todo. Muchos equipos lo querían, apostaban fuerte y el Dépor volvió a ejercitar su capacidad de seducción en un contrato muy laborioso que ya recogía que si rechazaba ofertas (Como y Napoli), rendía y pasaba el tiempo, ganaría más y subiría su cláusula. Todo el paso adelante de estos días ya estaba en aquel documento. Yeremay volvió a creer, se queda.

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