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Deportivo

Fernando Pena, un malagueño que hace «todas las locuras» por el Deportivo

El aficionado blanquiazul irá el domingo con el club de su corazón en la visita a La Rosaleda: «Mi madre me dice que estoy fatal de la cabeza, voy a todos los partidos que puedo»

Fernando, de blanquiazul, junto a un amigo en la celebración del ascenso. |  Cedida

Fernando, de blanquiazul, junto a un amigo en la celebración del ascenso. | Cedida

Xane Silveira

Xane Silveira

A Coruña

El Deportivo ha cultivado pasión a lo ancho y largo del planeta a lo largo de su historia. En especial, en los 90, gracias al Súper Dépor, pero también a través de la migración. La diáspora gallega, en España o el extranjero, ha expandido su pasión y, ahora, son los descendientes los que recogen el testigo. Un caso es el de Fernando Pena López, malacitano de nacimiento, pero deportivista de corazón. «Siempre he tenido mucho arraigo a A Coruña, me ha tirado mucho la ciudad. Entonces, de pequeño, como todo el mundo era del Dépor, yo también tenía que serlo», explica. Este fin de semana el club de su ciudad se mide al de sus amores, al que sigue con pasión y persigue con la peña Al Sur de Riazor, una clásica en el territorio nacional.

«Considero que me hice del Dépor cuando fui por primera vez a Riazor. Tendría 11 o 12 años. Quizá si hubiese ido a otro campo, me habría hecho de otro equipo pero por suerte toco este. Y desde entonces... mi madre ya me dice que estoy fatal de la cabeza. Me planto en todos los partidos que puedo, hago todas las locuras posibles», explica Fernando sobre su afición al Deportivo, que le ha llevado a recorrer España entera siguiendo su pasión. Desde hace algunos años, además, lo hace acompañado gracias a la peña andaluza, con sede en Granada, pero que siempre organiza viajes tanto al sur como a otros destinos: «Siempre estaba solo para hacer estas cosas, gracias a ellos puedo organizarme de forma más fácil y numerosa».

Desde aquella primera vez, viendo un Dépor 2-0 Osasuna («me acuerdo perfectamente de que marcaron Nelson Oliveira y Riki, lo tengo grabado en la cabeza») hasta ahora. Por el camino, un buen puñado de anécdotas para recordar. Siempre con el equipo blanquiazul como excusa. «Recuerdo el primer año de Primera RFEF. Estaba con mis amigos, loco perdido, y dije: ‘Para el ascenso tengo que venir’. Dejé todos los exámenes a un lado para ver la final contra el Albacete, que encima perdimos. Al menos aprobé los exámenes de la universidad», recuerda con buen humor.

Aquello le marcó. Sintió que el fútbol le debía una gran celebración, así que dos años después tenía que estar sí o sí en aquel 12 de mayo que quedará eternamente grabado en las páginas de la historia. «Todo apuntaba a ese día, pero tenía el bautizo de una prima y no podía ir. Encima no me pusieron ni en la mesa de los familiares, sino con parientes lejanos para que les diese conversación», rememora sobre un día que acabó siendo histórico en ambos sentidos. Su enfado era notorio. «Me quería cargar a alguien», bromea con humor. Pero entonces, sucedió un milagro: «Me vieron con cara de pena y dijeron: ‘Venga, a ver, ¿a cuánto sale el avión? Que te lo lo pagamos’. Así que pusieron bote y me fui para A Coruña a celebrarlo. Llegué a las 12 de la noche y me fui directo con mis amigos».

Todo por el Deportivo. Todo por amor a unos colores. Esta semana le toca jugar en casa, en Málaga. «Para mí es como un Madrid-Barça, se me paraliza un poco todo en la cabeza, pero en este caso no dudo, el Dépor siempre, no me vale otra cosa que no sea ganar», explica, y es que al Málaga, el equipo de su ciudad, le tiene «un cariño especial», pero nada comparado con la pasión por el club coruñés.

El pique reciente entre aficiones ha provocado cierta cautela de cara a estos partidos. «La semana de partido... un poco por lo del año pasado también, quizá soy algo paranoico, pero porque una semana no me ponga la camiseta no pasa nada». Aunque el resto del año no tiene dudas: «Ahí sí, además tengo un montón de ropa del Dépor que utilizo para entrenar y demás, la uso casi todos los días, y con orgullo».

A Fernando la pasión también le viene de sangre. Además de sus padres, que emigraron a Málaga, donde nació, está el sentimiento deportivista de su abuela, quien regenta la cafetería Sheraton en La Marina desde hace más de 50 años. «Ella ha sido socia, era deportivista a muerte, pero más lendoirista si cabe. Tiene un montón de historias que puede contar. Por ejemplo, fue a Mónaco a ver el 8-3 en el estadio. Aunque es muy lendoirista, siente devoción, hemos llegado a discutir, a chillarnos, porque yo no pienso igual», recuerda con cariño sobre su abuela antes de despedirse.

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